Derrota legislativa y campaña en un escenario incierto

Derrota legislativa y campaña en un escenario incierto

Por: Nelson Castro. La pérdida de aliados en el Congreso debilita al Gobierno, que apuesta de lleno a la campaña electoral.

Esta semana el Gobierno recibió una brutal paliza. Se la propinó la Cámara de Diputados con la media sanción de la Ley de Financiamiento Universitario y de la Ley de Emergencia en Salud Pediátrica. Este último proyecto es una consecuencia de la crisis que compromete al Hospital Nacional de Pediatría Juan Garrahan. De cara al futuro de estos dos proyectos es fundamental tener en cuenta los guarismos de las votaciones.

El proyecto de Financiamiento Universitario obtuvo 158 votos, siendo apoyado por los diputados de Unión por la Patria, Democracia para Siempre, la Coalición Cívica, el Encuentro Federal, la mayoría de la Unión Cívica Radical, tres del PRO –Héctor Baldassi de Córdoba, Álvaro Gónzalez de la Capital Federal y Sofía Brambilla de Corrientes– y una de Innovación Federal, Pamela Caletti. Es decir que la aprobación estuvo a punto de alcanzar los dos tercios de los votos: le faltó uno. En cambio, el proyecto para el financiamiento del Garrahan logró 159 votos y alcanzó así los dos tercios. Por lo tanto, si, ante el largamente anunciado veto por Javier Milei, el proyecto del Garrahan repitiera la misma votación se transformaría en ley, mientras que el de Financiamiento Universitario quedaría a un voto de revertir la medida del Presidente. De haber existido puentes de diálogo con los sectores políticos que le son afines, el oficialismo podría haber evitado algunas de estas situaciones. Pero, como lo vienen demostrando los hechos, el diálogo ha sido una de las carencias más impactantes de este gobierno.

Las palabras que el viernes por la noche pronunció el Presidente por la Cadena Nacional de Radio y Televisión fue la confirmación del porrazo que se dio el Gobierno. Fue un discurso claramente electoral. El proyecto de ley para penar a los legisladores que aprueben presupuestos que incurran en déficit fiscal no tiene ninguna chance de ser sancionado por este Congreso y probablemente muy escasas posibilidades en el que quede configurado a partir del 10 de diciembre venidero. Lo más fuerte y dramático que expresó fue cuando les dijo a los legisladores: “Si ustedes quieren volver atrás, me van a tener que sacar con los pies para adelante”. Fue un mensaje para los opositores que siguen soñando con el efecto helicóptero con el que azuzan la caída del Gobierno. Ese no es el juego de la democracia.

Consciente de eso y su debilidad política en el Parlamento, Milei ha comenzado a ponerle el cuerpo a la campaña electoral. Si bien en su alocución habló de la importancia de la elección a legisladores nacionales que tendrá lugar en octubre, es consciente de que los comicios para senadores y diputados provinciales en la provincia de Buenos Aires tendrán un impacto político muy fuerte. De ahí su presencia en el acto de lanzamiento de campaña en La Matanza. Los números de las encuestas de las consultoras que trabajan tanto para el oficialismo como para la oposición están mostrando que La Libertad Avanza unido a lo que queda del PRO está perdiendo. No será fácil. El panorama se revierte en la elección de octubre.

Todo esto genera una incertidumbre que complica el plan económico del Gobierno. Los dólares siguen faltando. Los dólares del colchón siguen sin salir. Por eso se toman algunas medidas que causan risa. La última fue la de autorizar el pago del combustible con la moneda norteamericana. Como bien dijo el viernes por la mañana un automovilista entrevistado en radio Rivadavia: “Los pocos dólares que tengo son para ahorrar y no para llenar un tanque de nafta” (sic). La cultura del ahorro en moneda dura lleva años en nuestro país y tiene un arraigo muy profundo en la gente. El que se quemó con leche ve una vaca y llora.

La intransigencia que le ha traído dolores de cabeza al Gobierno en el Congreso le ha dado buenos resultados en la Ciudad y en varias provincias. El cierre de alianzas y los nombres que suenan en las listas son una prueba de ello. La magnitud de la capitulación total del PRO en su propio distrito sorprendió a más de uno. Ya no se trata de sostener alguna banca más o menos en la futura conformación legislativa sino de su propia subsistencia. Hay quienes piensan –y con razón– que hubiera sido más digno en términos políticos y personales aguantar la derrota y seguir jugando el rol de oposición constructiva o dialoguista. Una vez que pase el estruendo de la caída, se verá cómo quedarán acomodadas las fichas. Los y las que salieron a agitar y defender la identidad del amarillo puro con videos en sus redes sociales deberían recordar cómo votaron en los últimos dos años algunas de las leyes más controvertidas en el Congreso. Nada se cuece de un día para el otro.

La política siempre da revancha y Horacio Rodríguez Larreta lo sabe. ¿Quién puede discutir ahora los valores y principios políticos del PRO? ¿Existen aún esos valores? El tiempo lo dirá.

El frente conformado por la Coalición Cívica, el larretismo y Confianza Pública salió a la cancha para captar los votos de los porteños que ya no quieren ser rehenes de los extremos. Hay dos ausencias importantes que dejaron un sabor agridulce en esa construcción: Ricardo López Murphy, a quien no hubo forma de convencer –tal vez porque una parte díscola del PRO podría estar sosteniéndolo– y la UCR, que, de manera incomprensible, decidió ir con Martín Lousteau y Facundo Manes como cabezas de lista. Mucho ego y pocas nueces.

El peronismo de la Capital aprendió la lección de mayo. El acuerdo del nuevo sello –Fuerza Patria– logró la adhesión de Principios y Valores de Guillermo Moreno, y de Seamos Libres, el armado del exjefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina junto con el Movimiento Evita.

Como se ve, no hay nada nuevo bajo el sol de la política vernácula salvo el temor a la baja participación que, de volver a repetirse, será un dolor de cabeza para toda la dirigencia argentina y un indicador claro de que la clase política debe subir la vara para contagiar a un electorado que está cada vez más cansado de su desconexión con la realidad.

Comentá la nota