Cristina Elisabet Perdón

Cristina Elisabet Perdón

A un mes de las elecciones, claves para el legado político del kirchnerismo, la vicepresidenta irrumpió en la campaña para confrontar con Milei. Disculpas por el gobierno del FdT y elogios reiterados a Massa.

Por Sebastián Iñurrieta.

"Entiendo que hubo mucha ilusión, mucha expectativa y que no se pudo cumplir. Quiero pedirles perdón. Lo intenté muchas veces, pero no vale la pena, hay que meterle para adelante". A un mes de las generales del 22 de octubre, comicios que serán claves para definir el legado K frente al plan motosierra que propone la Libertad Avanza, Cristina Fernández de Kirchner irrumpió en la campaña de Unión por la Patria (UP). Lo hizo para dejar atrás el albertismo, bendecir-otra vez- a Sergio Massa como el elegido para continuar con las políticas del campo nacional y popular, y defender un Estado fruto de la reconstrucción post-2001 que Javier Milei propone destruir y al kirchnerismo que Juntos por el Cambio reclama terminar.

Bajo el título "De castas, herencias, derrumbes y futuro”, se veía venir el eje central de la charla de la vicepresidenta en la UMET, su reaparición pública después del cimbronazo para el oficialismo que significaron las PASO que dejaron el escenario de tres tercios que ella misma predijo en marzo, tal vez como profecía autocumplida. La reedición del libro Después del Derrumbe: conversaciones entre Néstor Kirchner y Torcuato Di Tella fue más que una mera excusa para la exposición: fue su razón de ser, con una narrativa cristinista que buceó entre analogías con la Argentina que recibió el expresidente hace 20 años y el país que sueña recodificar Milei.

En el discurso de CFK, el ministro de Economía y candidato fue elogiado -más de una vez- "por decirle la verdad a los argentinos y argentinas", al culpar al Fondo Monetario Internacional por la devaluación cotidiana del Banco Central con el crawling peg (no la del 22% post-PASO); y como contracara, le reprochó a Alberto Fernández -sin nombrarlo nunca- el acuerdo con el organismo que anunció "entre pajaritos y mariposas" desde la quinta de Olivos. Esta vez fue bastante benévola con Martín Guzmán: se limitó a decir que el exministro "huyó".

En cambio, nombró bastante a Mauricio Macri, sobre todo para acusarlo por el préstamo del FMI. En cambio, tampoco llamó a Patricia Bullrich por su nombre y agradeció, con ironía, al incorporación de quien sería su ministro de Economía. "Que (Carlos) Melconian siga traduciendo porque hay algunas que no distinguen inflación de deflación", dijo.

Milei fue en cada alusión, en boca de CFK, "el candidato de La Libertad Avanza". En eso coincide con alguien con quien supo enfrentarse. La secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, tampoco lo llama por su nombre sino "el líder de LLA", como evidenció en una entrevista en Toma y Daca (AM750): es su forma de pelear contra la idea de que el economista es un outsider y de que, como político, está haciendo acuerdos con el Círculo Rojo de lo que llama "la casta", como Luis Barrionuevo sin ir más lejos.

A falta de apellido, sobraron los minutos dedicados a argumentar en contra de las propuestas libertarias. Con filminas, Cristina Kirchner desestimó que el diputado pueda recortar 15 puntos del PBI y reprochó que se mire más el 0,38% del producto que implica el Potenciar Trabajo y no el 3% del pago de la deuda. También achacó- con otro cuadro- la trillada queja empresaria (y libertaria) de la presión impositiva (en Argentina es del 32,3% y en Italia, del 50%).

La vice coronó la exposición con una frase que sacó al auditorio del letargo de los números: "El problema radica en el nivel de endeudamiento, en la economía creciente en negro...la economía bimonetaria no se soluciona poniendo la cara de George Washington". Fue la frase que tomó Milei para responderle en sus redes.

El diagnóstico siguió, con autocrítica. No sólo con el perdón, en línea con la narrativa electoral massista, también con el llamado a un debate interno para explicar los tres tercios. Puso como ejemplo, los días de clases y le habló al sindicalismo. "Si nosotros no discutimos los problemas, van a venir de afuera a imponerlos condiciones que no son las reales. Hay que discutir sin enojarnos, porque estos tipos vienen con los vouchers. No hay que tornarnos corporativos, se puede ser corporativo de derecha, pero también de izquierda", disertó.

La conclusión, a modo de llamada militante, fue: "Le erramos si pensamos que la gente se volvió a la derecha; querer vivir bien no es de derecha".

Simular discurso, pero más bajado a tierra, vino después de la charla, afuera, frente a la militancia que había seguido el monólogo desde una pantalla gigante. Apenas tomó el micrófono explicó su irrupción en una campaña que la tuvo más de testigo. "Tenia muchas ganas de tomar contacto con ustedes, pero también de decir lo que creo que está pasando y aportar, no desde la teoría, desde la experiencia de haber estado ocho años en la Casa Rosada y acompañando a él toda la vida". Apuntó que su objetivo era que la sociedad entienda cuál es el verdadero problema de nuestra economía".

Como cierre, Cristina Kirchner dejó un mandato a la militancia: "No hay que enojarse con nadie, no hay que criticarle a nadie el voto; hay que debatir, pero con respeto". "Muerta o presa, no me importa, no me voy a callar nunca", fue su frase final, la única referencia a la reapertura de dos causas en su contra esta semana, noticia difundida minutos antes en las placas rojas de la TV antes de que se divulgara que este sábado reaparecía en la campaña. Podría ser su única intervención pública hasta el 22-O.

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