La amenaza de Juan Grabois es todo un desafío al marketing político

La amenaza de Juan Grabois es todo un desafío al marketing político

 El piquetero prometió “pelear” para que un eventual gobierno de la oposición no termine. Le plantea al marketing político tradicional repensar su resistencia a explicitar planes de gobierno: el dilema de ganar y después no “tener mandato” por haber sido demasido ambiguo.

 

Por Diego Dillenberger

“Que vengan y en un año y medio se van en helicóptero”, dijo el polémico líder piquetero Juan Grabois en una entrevista televisiva. La bravuconada del kirchnerista no intranquilizó demasiado a la oposición, porque nadie salió a contestarle explícitamente: no se lo tomaron demasiado en serio.

Sin embargo, los antecedentes del anterior mandato de la actual oposición, con Mauricio Macri a la cabeza, permiten, como mínimo, dudar si no sería conveniente vacunarse antes contra los posibles Grabois que, al igual que en el período anterior, busquen hacerle imposible al próximo gobierno emprender reformas estructurales para que así fracase y los kirchneristas puedan volver al poder después de una breve transición.

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El actual kirchnerismo tuvo la paciencia de aguantar un período completo. Aparentemente, el líder piquetero Grabois ya no quiere esperar ni eso. Tampoco es conveniente tomar sus amenazas como simples “fanfarronadas”. Las 14 toneladas de piedras que le tiraron a la ínfima reforma previsional que intentó Macri en diciembre de 2017 fueron reales y “efectivas”: no logró avanzar. Líderes piqueteros y sindicales ya están prometiendo hoy “más toneladas”.

Los grabois y el marketing político

El centro del problema que representan los grabois -de los que hay unos cuantos en el kirchnerismo- es un principio central muy valorado en la campaña de marketing político argentino clásico: nunca des demasiadas precisiones de tus planes de gobierno, porque a nadie le interesa escucharlos, y los que escuchen se pueden asustar y -encima- después te comprometen a cumplir.

“El voto es más irracional que racional”, sostienen muchos de los asesores de marketing político que escuchan los opositores y que les sugieren jingles musicales pegadizos, desafíos divertidos en las redes sociales y mostrarse siempre simpáticos y cancheros.

Este principio es universalmente válido, pero en la Argentina se lo confunde con no anticipar planes de gobierno. Muchos asesores de la oposición repiten a Carlos Menem y su ya probada “mentirosa” respuesta sobre por qué no anticipó su plan de privatizaciones, desregulación de la economía y la convertibilidad del peso con el dólar: “Si decía lo que iba a hacer, por ahí no me votaban”.

Pero el riojano en la campaña electoral de 1989 realmente no tenía idea de qué iba a hacer. Aplicó el clásico principio de política económica que rigió férreamente en los 40 años de democracia argentina: “vamos viendo”.

Mauricio Macri no anticipó ningún plan económico. Solo prometió “pobreza cero, inflación de un dígito y lluvia de inversiones”, pero -aconsejado por el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba- no dijo cómo sería el programa necesario para lograrlo.

Al asumir, para poder cumplir con su “no promesa”, decidió directamente eliminar el ministerio de Economía. Cuando una cartera económica robusta y con amplios poderes es imprescindible para llevar adelante un programa económico integral para superar una crisis tan grave como la argentina.

Los argentinos se enteraron un par de años después, leyendo su libro Primer Tiempo, que Mauricio Macri no emprendió las reformas que hubiesen sido imprescindibles para coronar su gobierno con éxito “porque sentía que no tenía mandato”. Traduciendo la teoría del mandato: “como no prometí nada, creí que me votaban para que no hiciera nada”.

Alberto Fernández fue más humilde que Macri

Durante la campaña, el actual Presidente sólo prometió “encender” la economía, que volvería el asado y que nos llenaría a todos las heladeras. Al asumir, fue brutalmente sincero: dijo que a él no le gustaban los planes económicos. Y para que no quedaran dudas se lo dijo al diario Financial Times, la biblia mundial de los inversores.

Hoy, la Argentina está en el segundo puesto en inflación de precios de alimentos. Las heladeras, cada vez más vacías.

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El actual ministro de Economía, Sergio Massa, que es abogado, también apuesta fuerte a no tener plan y aplicar la estrategia criolla del “vamos viendo”. Sigue ese plan al pie de la letra. Pero las heladeras siguen vacías.

Ante estos antecedentes, no es difícil entender el imparable crecimiento en las encuestas del economista libertario Javier Milei.

Pero aunque al final el ganador de las elecciones presidenciales salga de la oposición de Juntos por el Cambio, la amenaza de Grabois le plantea a la oposición debatir si esta vez, para evitar repetir el error de la “falta de mandato”, no sería conveniente explicar el plan de gobierno de antemano y lo más claramente posible.

Los asesores de campaña se debaten entre el “a nadie le interesa escuchar planes económicos” de Durán Barba y el éxito de Milei tirando los títulos de un “Plan Motosierra” para podar el gasto público o la “dolarización” para terminar con el flagelo de la falta de moneda después de “incendiar el Banco Central”.

Los candidatos, los terceros creíbles y la reforma laboral

Si bien es cierto que son comparativamente muy pocos los votantes que estudian sesudamente los planes económicos de los candidatos, lo cierto es que a través de los medios de comunicación y el análisis político “bajan” los títulos al electorado hasta los últimos rincones. En la teoría de la comunicación, se los llama “terceros creíbles”: periodistas, analistas, economistas que puedan “dar fe” de haberlos leído, escuchado y considerarlos buenos y bajarlo en cascada a los votantes.

Rodríguez Larreta se reunió con líderes sindicales y hablaron sobre una eventual reforma laboral, pero hay versiones encontradas sobre el contenido de la charla

Si no explican un poco más que en campañas anteriores, la única forma que tendría el próximo gobierno -si no fuera peronista- para frenar a los Grabois y su “pulsión tanática” (del griego tanatos --muerte- y no de la cepa vitivinícola uruguaya) es convocando constantemente a plebiscitos para garantirzarse ese “mandato” que no tendrán si no anticipan de antemano cuáles reformas emprenderían, por qué y para qué.

Un ejemplo lo dio la semana pasada el jefe de gobierno porteño y precandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta, que sostuvo una reunión a puertas cerradas con una delegación de sindicalistas de la central obrera CGT.

Los gremialistas salieron de la reunión diciendo aliviados a los periodistas que “Larreta no quiere hacer una reforma laboral”. Una reforma laboral que flexibilice las condiciones de contratación para las mayorías de los trabajadores que hoy están en la informalidad, pero que respete los derechos adquiridos de las afortunadas minorías con trabajo formal en relación de dependencia, sería altamente popular, como muestran las encuestas. Además, sería la piedra basal de una reforma del sistema económico argentino estatista que sacuda el mercado laboral para que el estado no sea -como hoy- el único empleador que contrata.

Desde las oficinas de Uspallata y en off the record desmintieron a los sindicalistas y aseguraron que Larreta sí piensa hacer una reforma laboral y que no dijo lo que dicen que dijo. Pero los voceros de la campaña del Jefe de Gobierno dejan la duda y juegan con la ambigüedad, porque no es el propio candidato el que sale a desmentir a los gremialistas frente a las cámaras para explicar cómo sería esa reforma. ¿Tendrá luego el mandato para hacer esas reformas, si los sindicalistas amenazan con paros y protestas y más toneladas de piedras?

Anticipar de manera abierta y transparente los planes de gobierno sería la mejor vacuna contra las “pulsiones tanáticas” de los líderes piqueteros y sindicalistas que podrían hacer lo imposible por “que se vayan en helicóptero”. Es improbable que por eso los votantes se vayan con el kirchnerismo o con Milei.

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