Herencia y equilibirio en gestos a la interna

Herencia y equilibirio en gestos a la interna

El Alberto que ayer apareció ante la Asamblea Legislativa cumplió con todos los ritos de la mesura que pueden buscarse en el espíritu republicano. Los argentinos, casi como en un segundo capítulo de las imágenes que se vieron el domingo pasado frente a la Basílica de Luján, pudieron ver desde el Congreso una transición modelo.

Dos mensajes distintos y con tono previsible, pero que dejaron algún lugar a sorpresas y un esfuerzo por el equilibrio que Alberto Fernández hace tiempo intenta mantener tanto dentro del peronismo como afuera; en la imagen interna y externa que comienza a tallar para su Gobierno. Ese puede ser el resumen del largo día de asunción presidencial donde lo principal fueron los gestos, los mensajes del Presidente y de su vice, Cristina de Kirchner, y las señas hacia la economía que el mercado espera desesperadamente escuchar a partir de hoy.

El Alberto F. que ayer apareció ante la Asamblea Legislativa cumplió con todos los ritos de la mesura que pueden buscarse en el espíritu republicano. Los argentinos, casi como en un segundo capítulo de las imágenes que se vieron el domingo pasado frente a la Basílica de Luján, pudieron ver desde el Congreso una transición modelo. Mérito, debe reconocerse, de los participantes en la ceremonia: Mauricio Macri, Alberto F, y hasta la propia Cristina que, aunque con gestos gélidos y antipáticos hacia el expresidente de por medio, tampoco llegó a hacer nada determinante que pudiera estropear esa imagen casi ideal, ni siquiera cuando se negó a usar la misma lapicera con la que segundos antes Macri había firmado el acta. En todo caso, su dureza en el estrado sólo involucró a ella misma, pero no cambió el destino de la ceremonia, debe reconocerse.

Después de toda esa puesta comenzó el mensaje presidencial y también el primer acto de la realidad que le espera al país. Alberto F, comenzó su discurso evitando cometer el error que comenzó a condenar la presidencia Macri. Ayer, hizo un puntilloso relato de la herencia recibida de la administración de Cambiemos, algo que erróneamente Marcos Peña y Jaime Durán Barba le habían recetado a Macri y por lo que se arrepintió no pocas veces.

Cuando Alberto F. avanzaba poniendo acentos sobre la pobreza y la reactivación de la economía como elemento esencial, hubo, inclusive, radicales que amargamente razonaron entre las bancas: “Esto es lo que Mauricio debió haber hecho ese primer día”. A pesar de todo, discurso republicano de Alberto F. no abundó en mortificaciones personales hacia la administración anterior, casi como organizando un juego de policía bueno-policía malo con su compañera de fórmula.

Esos gestos avanzaban en el recinto de Diputados al mismo tiempo que otros partidos comenzaban a jugarse en lo que ya era el Gobierno de Alberto y en especial en un tramo clave y que puede ser doloroso para la nueva administración: las relaciones internacionales. A nadie le llamó la atención que en el palco de invitados extranjeros apareciera el ecuatoriano Rafael Correa, expansivo en saludos como siempre y, por después, el venezolano Jorge Rodríguez, el ministro para la Comunicación de Nicolás Maduro, hombre con denuncias y pedido de captura en EE.UU. Quizás Horacio Rodríguez Larreta y Verónica Magario ni se dieron cuenta al principio de que estaba sentado entre ellos. Todos se mezclaron con la delegación uruguaya (Tabaré Vazquez, Luis Lacalle Pou, José “Pepe” Mujica y Lucía Topolansky), el paraguayo Mario Abdo, el cubano Miguel Díaz Canel y el brasileño Hamilton Mourao, Esa armonía rompió con el emisario más importante que Donald Trump había enviado a la jura, Mauricio Claver-Carone. Cuando se enteró de que había sido invitado el venezolano y Correa estaba allí canceló toda la agenda y partió bajo órdenes de Washington. Quedaron el secretario de Salud, Alexis Azar, y al embajador Michael Kozak.

El Gobierno deberá reconvenir todo ese enchastre diplomático cuando entre en el tramo final de las negociaciones con el FMI.

Frente a eso Cristina respetó su propia agenda. Ayer no marchó desde el Congreso a la Casa Rosada junto a Alberto Fernández y familia. Se quedó para reunirse en sus nuevas oficinas con Arken Imirbaki, enviado de Xi Jinping, el embajador de China en Argentina Zou Xiaoli y con el presidente del Comité de los Asuntos Internacionales del Consejo Federal de la Asamblea Federal de la Federación de Rusia, Konstantin Kosachev y el embajador Dmitry Feoktistov. No fue solo un encuentro diplomático: la relación con esos países fue una de las áreas reclamadas por la vicepresidenta. Ayer comenzó a ejercer.

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