Una definición política antes que electoral en un escenario incierto

Una definición política antes que electoral en un escenario incierto

Arroyo ratificó su pertenencia a Cambiemos y buscó focalizar a su gabinete en la gestión. La salida de un funcionario generaría una nueva hemorragia en su partido. La responsabilidad de Mourelle en la parálisis de proyectos clave.

Tras los reiterados cortocircuitos con el gobierno de María Eugenia Vidal, una de las incógnitas del escenario político local era dónde estaba parado el intendente Carlos Arroyo. El interrogante fue despejado por el propio jefe comunal en la tarde del jueves en un encuentro de gabinete que convocó a secretarios, subsecretarios, directores y hasta delegados municipales: no se va de Cambiemos.

Es una definición política antes que electoral. Nada dice de su precandidatura por ese espacio político. Muestra, eso sí, que su vínculo con Mauricio Macri perdura a pesar de la desgastada relación con la gobernadora.

A la cita acudieron los funcionarios de todas las vertientes. Desde los más fieles de la Agrupación Atlántica, su partido, hasta los del PRO que se reúnen con Guillermo Montenegro y los radicales, que tienen otras preferencias electorales. El mensaje que se desprende es que esas diferencias tratarán de disimularse para poner el foco en la gestión.

La concordia no es completa. El mismo jueves surgió con fuerza la versión de que el delegado de Batán, Manuel Tonto, estaba afuera del gobierno. El funcionario no asistió a esa reunión como sí lo hicieron otros delegados. Habría incidido en la decisión una recorrida del intendente por Batán junto a la subsecretaria de Asuntos de la Comunidad, Stella Maris Marinier. El perjudicado es el hermano de Juan Tonto, el secretario del Concejo Deliberante. Forman parte de una agrupación que se sumó al partido del intendente en 2014, un año antes de que Arroyo llegara a la intendencia. Sus integrantes también ocupan cargos partidarios, por lo que la salida del delegado implicaría una nueva hemorragia en el partido de Arroyo después del alejamiento del presidente del Concejo, Guillermo Sáenz Saralegui.

El recinto legislativo ya se ha convertido en un ring en el que el bloque del intendente pierde cada una de las peleas que se atreve a dar.Guillermo Arroyo, el presidente de la bancada, se retira de cada sesión como un boxeador en decadencia: lleno de golpes. En la última sesión no pudo frenar la insistencia de la ordenanza de los Puntos Sustentables, impulsada por Unidad Ciudadana y reclamada por la Mesa del Basural. Y no logra avanzar con ninguno de los expedientes clave de la administración: el presupuesto, las ordenanzas fiscal e impositiva y el tarifario de OSSE.

El intendente y Hernán Mourelle ya han alzado sus voces contra el Concejo. Hablan de un intento de desfinanciamiento. No ven, o no quieren ver, sus propias responsabilidades en esa demora que ya lleva cinco meses.

La comisión de Hacienda dio las pautas de lo que necesita para poner en tratamiento el presupuesto y la ordenanza que fija las tasas. Pidió que el Ejecutivo introduzca modificaciones porque los cálculos están desactualizados. Y que el secretario explique ante vecinos e instituciones los proyectos oficiales en la audiencia pública obligatoria. Fiel a su costumbre, Mourelle eligió el camino de la confrontación:responsabilizó al radicalismo de las dilaciones y advirtió que el municipio no puede seguir cobrando las tasas de 2018 porque estará en riesgo el acuerdo salarial con el sindicato de municipales. Sus palabras reflejan escasa predisposición a dar alguno de los pasos que le solicitan los concejales. La consecuencia es la parálisis de los expedientes.

El presupuesto de OSSE ingresó, junto con aquellos proyectos, en un cono de sombra. Pero en este caso la responsabilidad no hay que buscarla en el polémico secretario. Las medidas que lanzó el gobierno nacional para paliar la crisis, que incluyen congelamientos tarifarios hasta fin de año, promovió reclamos de concejales oficialistas y opositores para que se revea el aumento previsto en la tarifa del agua. Ese incremento ya había bajado del 44 al 38%. El interrogante es si el porcentaje se mantendrá o seguirá el declive de un tobogán.

No hubo aún ningún gesto oficial que permita sospechar que el intendente frenará, como le solicitaron dirigentes de diversos partidos, el aumento del boleto previsto para junio, que llevará la tarifa a $ 18,50. El Ejecutivo decidió la continuidad por dos años de las empresas después de que el Concejo le cerrara las puertas a la prórroga por tres años que había proyectado. Tampoco avanzó el pliego para convocar a una licitación. El secretario de Gobierno, Alejandro Vicente, todavía cree que ese expediente puede emitir algún signo vital de acá a fin de año. En el Concejo hay quienes prefieren armar su sepultura. 

El sentido común indica que no habrá luz verde. Con el Concejo convulsionado y un horizonte electoral imprevisible, será difícil hallar interesados en debatir, y aprobar por consenso, los rasgos del futuro del transporte público de pasajeros a partir de un expediente diagramado por una gestión a la que le restan ocho meses.  

Las profundas diferencias políticas solo se aplacaron en un instante del último plenario. Fue cuando se aprobó por unanimidad el proyecto para reducir los sorbetes y vasos plásticos. “Es un momento conmovedor. Creo que debería constar en actas”, bromeó el opositor Daniel Rodríguez cuando se consumaba el hito.

En ese flanco también hubo novedades preelectorales. Fernanda Raverta llevó al filósofo Darío Sztajnszrajber al microestadio de Peñarol y convocó a más de 1.500 asistentes. Gustavo Pulti reapareció con un mensaje dialoguista que buscó contrastar con el estado de conflicto permanente en que transita la gestión de Arroyo. Pero no dio ninguna de las coordenadas que permitan sospechar su rumbo electoral. Se sigue advirtiendo la firmeza de Raverta para limitar el ingreso de Pulti al armado kirchnerista. El ex intendente mantiene el misterio de sus conversaciones con dirigentes nacionales. En el acto se cuidó de no mencionar ni exhibir imágenes de Acción Marplatense, lo que ofrece un indicio de su voluntad negociadora. Es que, por más encuestas que le reconforten el espíritu, no hay forma de que su performance electoral sea la misma si logra una ranura para ir con Cristina Kirchner, si rumbea hacia Roberto Lavagna o Sergio Massa o vuelve a la boleta corta del partido que fundó.

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