El Presidente pide tiempo, mientras mira las encuestas que lidera CFK. Transferencia de votos, Massa, el 1M y la hora de los suplentes, en el universo frentetodista.
Por Sebastián Iñurrieta
"El tiempo es un gran ordenador", repite como un mantra Daniel Scioli la que era su frase de cabecera para evitar responder las críticas desde el kirchnerismo en su época de gobernador. Fue el paso de los meses, sumado a las encuestas y el aval del aparato peronista, lo que lo convirtió en candidato obligado del Frente para la Victoria en el lejano 2015, con la tácita bendición de Cristina Fernández de Kirchner al intervenirle el binomio con Carlos Zannini. El presidente Alberto Fernández, en su laberinto por la reelección, apuesta a esas mismas tres variables: tiempo, encuestas y Scioli.
Si procrastinar ha sido una constante en el Gobierno, perseguido por el fantasma del síndrome de Pato Rengo, menos se apurará ahora Fernández en revelar una candidatura. Con el cronograma electoral encima, el kirchnerismo le reclama una pronta definición, un sector más duro incluso agita un plazo de dos semanas, bajo la excusa de ordenar la estrategia para el armado de las futuras boletas. La respuesta albertista es no sabe, no contesta.
Las miradas estarán puestas en el subtexto presidencial del 1M: por estas horas, Fernández está ultimando el discurso que brindará en el Congreso, minutos después de reencontrarse con la vicepresidenta en público, según dicta el protocolo y, al cierre de esta nota, nada indica que dicha tradición no se cumpla. En la Casa Rosada bajan la espuma del discurso: prometen que tendrá más de datos duros de gestión, en línea con su plan ReivindicAr, que mensajes cifrados a la interna. Hay que ver, todo es plausible de queda bajo la lupa de la pelea permanente, como el llamado por Twitter de este sábado del Presidente de "dejar de lado el barullo político y atender el murmullo de los que más necesitan del Estado".
Las economías regionales, sin tantos sobresaltos como la nacional; la inauguración del gasoducto Néstor Kirchner, que comience a cambiar la matriz energética; y una "estabilidad" de la inflación, aunque sea altísima; son las apuestas tanto de Fernández como de Massa para nutrir sus aspiraciones en la previa de la presentación de las listas. Con el ministro de Economía hablando más de 2027 que de 2023, cerca del Presidente se esboza una especie de teoría de "candidato por descarte". Sin Cristina ni el tigrense en la cancha, ambos accionistas del FdT, el de mayor capacidad de seducir al electorado frentetodista que quedaría sería Fernández. Políticamente, es la hipótesis albertista, sería la única carta a la que podrían apelar gobernadores e intendentes, ambas tribus que - con idas y vueltas- vienen agendando citas con el Presidente en las últimas semanas.
La triada es la única que mueve hoy el amperímetro de las encuestas, con un kirchnerismo que adolece de un heredero que pueda recibir la transferencia del 100% del voto duro K. En la Casa Rosada confirman la jactancia del Instituto Patria, la misma que cimenta el operativo clamor: CFK es quien más mide. Pero sin ella en la boleta, ¿dónde irán esos sufragios huérfanos? El albertismo no cree que todos busquen un delegado K, como puede ser Wado, mientras celebran la resistencia interna de Axel Kicillof de no subirse al trampolín nacional. El gobernador, con una mayor instalación, podría ser un mejor recipiente, pero generaría el pozo vacante de buscar un candidato bonaerense potente.
Todas las teorías presuponen que la vice no sucumbirá ante el clamor y mantendrá su promesa. Después del debate que se generó en torno al 24 de marzo, con un sector que promovía llevar las pancartas pidiendo el fin de la "proscripción" al Día de la Memoria, la nueva fecha que asoma para el operativo es el 11M, con Avellaneda como epicentro.
Lejos de los vaivenes K, Fernández repite hace meses también que está dispuesto a dejar de lado su postulación si hay un aspirante mejor posicionado para los comicios. Una boleta con el Presidente o con la vice, repiten debajo de ambos, vuelve inviable unas PASO. Sin ambos en la ecuación, el escenario queda abierto a un sinfín de estratagemas.
Por eso puede llegar la hora de los suplentes. Hace unos meses, cuando Massa estaba fresquito apenas arribó al ministerio, un confidente presidencial definió al tigrense como el Plan B de Fernández para una "salida elegante". En paralelo, el cristinismo le perdonó ajustes a la economía que llevaron al exilio a Martín Guzmán. El líder del Frente Renovador parecía ser la síntesis. Ya no. Esta semana asomó la tercer variable presidencial cuando Scioli terminó por confirmar lo que era obvio, su sed de revancha.
El embajador en Brasil apunta una única excepción: que no competiría con el Presidente en unas primarias. No descarta una PASO con Massa, a quien ya enfrentó en 2015. Sin Massa ni Kicillof, al cristinismo le queda De Pedro como Plan B, el camporista que menos disimula estar en campaña en 2022.
La incertidumbre sumó nuevos aspirantes que parecen más propensos a negociar que a competir, como ser Juan Grabois, que jura contar con el aval de CFK. Scioli aclara que el Presidente le dio vía libre para "caminar" una eventual postulación. A 73 años del nacimiento de Néstor Kirchner, por separado, Cristina y Alberto imitan una de sus características en la construcción de poder. El patagónico auspiciaba el florecimiento de precandidaturas, con bendiciones a todo quien iba a pedírsela. Pero, claro, el expresidente sabía que la última palabra la tenía él.
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