Máximo desconcierto

Máximo desconcierto

El kirchnerismo se muerde la cola en un operativo clamor sin respuesta. ¿A qué juega CFK? Massa es crack, pero...

Por Marcelo Falak

Pasó –¿sin novedad en el frente?– el fin de semana en el que quienes impulsan el operativo clamor por una candidatura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner esperaban algún guiño que sustentara su esperanza. El saldo político de eso establece, desde este lunes, un contexto diferente para pensar lo que viene. Por un lado, la vicepresidenta, que disertó el viernes en Río Negro, dejó correr los cánticos al respecto, pero se mantuvo lejos de responder a esas expectativas. En tanto, Máximo Kirchner, quien no se cansa de repetir en reuniones privadas que "es muy difícil que Cristina sea candidata", pareció reservarle a su madre un rol en la segunda línea. Vale recordar: fue ella misma quien se encargó de quemar las naves con palabras que hacen muy difícil una marcha atrás. Mientras, ella acumula fuerza para hacerse más central de lo que ya es en el peronismo.

En una definición que quedó lejos del lema setentista de la convocatoria en Avellaneda –"Luche y Vuelve, CFK 2023"–, MK se limitó a arengar a la militancia para romper la "proscripción" que el Poder Judicial esbozó en la condena por la "causa Vialidad" de modo de permitir que “quien diseñó la estrategia en 2019 vuelva a hacerlo". De "CFK 2023" a CFK otra vez queen maker.

Cristina se probó como una candidata irresistible en 2005, 2007 y 2011, así como fue una estratega sagaz en 2019 y una fallida en 2015 y en 2017. De la mano de lo anterior, erró al aceptar como vicepresidente a Julio Cobos y al designar como tal a Amado Boudou, cuya proyección pronto quedó truncada por el "caso Ciccone". Más aun, y así lo asume con amargura ella misma, se equivocó al dejar el gobierno –ojo: no el poder– en manos de Alberto Fernández. El CV de CFK no registra solamente decisiones infalibles.

Para desesperación del sector que la idealiza, la situación del oficialismo –en verdad del país– es hoy muy adversa como para pedir fácilmente el voto. En medio del desconcierto que genera la dificultad de una Cristina candidata y las dudas –de larga data, pero agravadas por el presente– de que sus estrategias den esta vez en el clavo, crecen las especulaciones en torno a su figura. Para algunos, no buscaría la presidencia, pero podría postularse otra vez a senadora para apuntalar la que, acaso, sea el último tren del cristinismo: la reelección y proyección de Axel Kicillof.

Otros fantasean con un escenario alla 2003, con una ruptura del Frente de Todos –posibilidad que, como analizó días atrás desPertar, el newsletter de Letra P, sigue sin poder ser descartada– y con la habilitación de múltiples candidaturas por cada espacio, sin que estas deban pasar por el filtro de ninguna primaria. En tal caso, se teoriza, el 30 o 35 por ciento que puede presumirse K puro podría valer más y asegurar un lugar en el ballotage. Por ahora, estelas en el mar…

El miedo no es zonzo

Mientras intentan despejar esos fantasmas, las principales figuras del Frente de Todos siguen hablando de unidad, aunque sin aclarar si esta es todavía posible. Con Cristina al parecer autoexcluida, con Fernández vetado por el cristinismo –y una sociedad iracunda– y con Sergio Massa en problemas ante una inflación que parece haber rondado el 6% el mes pasado y que no será fácil llevar a menos del 4% en el que viene, ¿qué alquimias tendría a mano el panperonismo para evitar una suerte de ucerreización, la mitosis y el dramático encogimiento que el radicalismo experimentó después de la crisis de 2001? Ese es el principal desvelo de Todos.

Más que los frutos provisionales de la gestión, la falta de opciones que aseguren la unidad es lo que sostiene la idea de una postulación del ministro de Economía, cuyo compromiso con el armado está probado y cuya capacidad para consensuar con las diversas facciones del frente lo convierten en una rareza.

El detractor en jefe del Presidente, Andrés Larroque, afirmó que "Sergio es un jugador y lo quiero siempre en mi equipo", además de ponderarle que "es una persona inteligente" y que con él "la relación es frontal". Todo bien; ¿todo bien? Bueno, quien acaba de anunciar que dejó la titularidad de esa organización también dijo que "es muy notorio que tenemos miradas distintas" con el tigrense y que las diferencias son profundas, "ideológicas". Así las cosas, considerado Larroque un expositor bastante transparente del pensamiento de CFK, ¿podría Massa ser este año lo que Alberto fue en 2019?

Lo que ella piensa

Una virtud de Cristina Kirchner es que, con bastante frecuencia, dice lo que piensa. Así, no hace falta escudriñar demasiado para entenderla.

En su disertación en la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), la vice volvió a trazar una imagen idealizada del pasado –del suyo, claro–, llegando a ensalzar el hecho de que la inflación que dejó en 2015 haya sido de "solo" del 24%. Lástima que no le avisó entonces al INDEC.

En términos de presente, deploró el ritmo de la inflación, el desplome de los salarios, la falta de divisas y reservas, el carácter bimonetario de la economía, la informalidad laboral, la primarización de la estructura productiva y el acuerdo en curso con el Fondo Monetario Internacional, entre otras llagas.

Nombró y, demiurga, recreó la vida política de Wado de Pedro tras su reciente excursión por el Círculo Rojo y el clarinismo, e hizo lo propio con "Sergio". Sin embargo, para buena parte del universo K, es justamente este último quien por ahora no logra contener los precios, no recupera los ingresos populares, no incrementa las reservas a pesar de "poner de rodillas" –Máximo dixit– al oficialismo ante los sojeros, no aleja la acechanza del billete verde, crea empleo pero de dudosa calidad y, sobre todo, hace del ajuste gradual pactado con el FMI el eje de su plan.

Es obvio que Massa tomó, como dijo Larroque, un "hierro caliente" y que sería injusto reclamarle resultados como si su gestión fuera la de un funcionario respaldado por un poder político flamante, fuerte y convencido, pero también es cierto que, para el cristinismo, pesa fuerte la existencia de "miradas distintas". Tanto es así que CFK –al revés de lo que hace Massa cada vez que proclama avances en la normalización macro– insistió el viernes en que el déficit fiscal no influye en la inflación, lo que justificó con un listado de países con desequilibrios iguales o mayores que el argentino, pero que no tienen, como ocurre aquí, un IPC del 100% anual. En ese punto siempre patina: compara a una Argentina sin acceso al crédito internacional con países de América del Norte, Europa, Asia y hasta Latinoamérica que tienen abiertas de par en par las puertas al financiamiento.

Entonces, ¿cómo considerará CFK la opción del hincha de Tigre como presidenciable? ¿Ante la amenaza del vacío, aceptará a "Sergio" o, escaldada por el pasado reciente, descartará a "Massa"?

¿Una vocación suicida?

Mientras el oráculo que miran la base y la dirigencia K pergeña su veredicto, ese grupo acelera intrépidamente hacia el precipicio. Con un estilo que sería emocionante si esto se tratara de una asamblea de escuela secundaria, el comunicado del Plenario de la Militancia de Avellaneda postula, como anticipó Letra P, que "la moderación no es nuestro idioma".

Si lo que se busca es responder lo que dijo Alberto Fernández en su discurso del 1 de marzo ante la Asamblea Legislativa, chicanearlo y relamerse con eso, genial. Ahora bien, si el sector que agita el clamor por Cristina pretende construir –incluso para ella– una mayoría en las urnas apelando al electorado oscilante, exhibir, cual vanguardia sectaria, su propia radicalización no podría ser más torpe.

Comentá la nota