Felisa y la confesión que levanta sospechas

Por Fernando Laborda |

La condena en primera instancia a la ex ministra de Economía Felisa Miceli a cuatro años de prisión por encubrimiento agravado y sustracción de documento público resulta trascendente por tratarse de la primera funcionaria kirchnerista que recibe una sanción penal, pero también por una confesión de la propia imputada que levantará nuevas sospechas.

Una vez conocida la sentencia, afirmó que está "pagando" por "no haber tenido una estructura de poder alrededor", que "muchos otros ministros sí han tenido".

En otras palabras, la ex titular del Palacio de Hacienda y del Banco Nación está indicando que hay otros funcionarios que cometen o cometieron hechos mucho más graves, pese a lo cual se salvaron de una condena por tener apoyo del poder político.

Antes de ser acusada de un nuevo encubrimiento, Felisa Miceli debería decir a qué otros funcionarios o ex funcionarios se refirió. Aunque esos nombres podrían imaginarse perfectamente. Especialmente si se recuerda que la ex ministra, a modo de defensa, recordó ayer que vive "de una manera transparente" y de su trabajo, lejos de "barrios de lujo o fastuosos" y que no compró ninguna propiedad. Tal descripción encaja con la antítesis del vicepresidente Amado Boudou, aunque podría extenderse a otros funcionarios, incluyendo al matrimonio Kirchner, sobreseído en su momento, en un veloz trámite judicial, tras una acusación por enriquecimiento injustificado.

La confesión de Felisa Miceli también podría vincularse con otros escándalos de corrupción irresueltos o archivados, como el caso Skanska, el del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime o el de la recordada valija con 800.000 dólares de Antonini Wilson.

Es cierto que, al lado de esos casos, el fajo de 100.000 pesos y los 31.670 dólares hallados en 2007 en el baño del despacho de la ex ministra parecen un tema menor y hasta ha generado que dirigentes que hoy están en la vereda de enfrente del cristinismo, como el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, consideren los cuatro años de prisión de cumplimiento efectivo como "desproporcionados".

En algo tiene razón Felisa Miceli. La condena que ha recibido es la excepción a una regla regida por la impunidad y por los innumerables escándalos de corrupción irresueltos. Su caso trae a la memoria el de María Julia Alsogaray, la única funcionaria del menemismo que terminó presa.

Como a María Julia, a Felisa el poder político le soltó la mano. Fue en 2007, en medio de un año electoral, cuando Néstor Kirchner advirtió que las contradicciones de la funcionaria mantenían el escándalo en las primeras planas. El ex presidente podía acompañar a alguien hasta la puerta del cementerio, pero nunca hasta su tumba. Cristina Kirchner, pese al "Boudougate", aún no aprendió esa lección..

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