En la economía doméstica, ya se disparó la mora a máximos en 15 años, al tiempo que se contrajo el crédito de familias y empresas, lo que profundiza la fase recesiva de la actividad económica.
Por
Cristian Carrillo
Las medidas desesperadas que tomó el Gobierno para mantener la ficción del tipo de cambio estable no sólo muestran signos de agotamiento sino que ya impactan de manera recesiva en la economía y golpean las finanzas de las empresas y los hogares. De cara a las elecciones de medio mandato, tanto a nivel provincial –la más importante del país por población, como es Buenos Aires- como a nacional, la dupla que integran el ministro de Economía, Luis Caputo, y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, pusieron en marcha un esquema de contracción monetaria con graves efectos en la economía.
Suba de encajes a niveles récords, tasas de interés por las nubes, cepo a los bancos para la compra de dólares y acumulación de deuda privada y extranjera ya impacta en el nivel de actividad, que acumula un retroceso superior al 3 por ciento en el año, como en la salud de las empresas –se agolpan los default, suspensiones y quiebras—y de los hogares, con moras que se mantienen en niveles superiores al promedio máximo histórico.
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Nada es claro en el accionar del equipo económico, salvo el objetivo de mantener el ancla cambiaria para evitar una espiralización de la inflación, aunque el presidente Javier Milei asegure que el “pass through” (traslado de la devaluación a precios internos) es una crítica de los que considera “economistas mandriles”. Sin embargo, la suba del dólar que generaron los desaguisados financieros de estos “monos con navaja” en las últimas semanas ya impactó de lleno en la inflación mayorista, en la que el componente importado se disparó al 5,7 por ciento mensual, el valor más alto del año, después del 6 por ciento de abril, cuando se abandonó la tablita cambiaria por un “sistema de bandas de flotación” que implicó una devaluación de la moneda.
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El récord, aunque lo omita siempre en sus análisis, fue en diciembre de 2024, cuando después de la suba del 117 por ciento que le imprimió al dólar Caputo apenas asumió, la inflación mayorista en importados se ubicó en el 80,6 por ciento mensual (la inflación mayorista en importados de noviembre previo había sido de 10,9 por ciento). Si se anualizara el dato de diciembre de 2024 como hace el libertario para sobre-estimar la inflación del gobierno anterior, el número -tal como argumentó en un programa televisivo “amigo”- daría un alza de 120.296 por ciento. Está claro que esta anualización es un error conceptual se mire por donde se mire. Lo mismo sucede con el 17.000 que, según Milei, habría dejado el albertismo a nivel mayorista. Pero sirve de comparación bajo los mismos “criterios” mileistas.
Es por eso que, pese a negarlo, el Gobierno elige la recesión a la suba del dólar y, con herramientas limitadas para intervenir en el mercado, lleva al extremo variables financieras que traen más problemas que soluciones. En las últimas semanas se implementaron distintos mecanismos para contraer la liquidez y evitar la dolarización: elevaron los encajes en tres oportunidades hasta un ratio de 53 por ciento de los depósitos, frente al vencimiento de 9,8 billones de las letras financieras que tenían los bancos lanzaron licitaciones extraordinarias (sin lograr renovar el total de esos compromisos), intervino el mercado abierto de futuros y limitó el manejo monetario del sistema financiero.
También por fuera de la contabilidad “más que creativa” del gobierno de La Libertad Avanza, donde ven crecimiento donde no lo hay, desde febrero de este año el estimador mensual de la actividad económica (medida por el INDEC) arroja una caída semestral del 1,3 por ciento, que anualizada da una contracción de 3,1 por ciento. En julio, las consultoras coinciden en una contracción del 0,3 por ciento y para agosto ya se prevé una caída, post apretón monetario, del 1,4 por ciento. Por su parte, la suba de encajes y las licitaciones con rendimientos exorbitantes para premiar a los bancos que aceptaban renovar vencimientos de deuda se trasladó en un mayor costo crediticio a la economía.
El resultado: aumento de la tasa de interés para los créditos, mayor costo de fondeo para bancos, volatilidad de precios y niveles de tensión monetaria superiores a los de abril, cuando se modificó el régimen cambiario.
“Para contener al dólar, el BCRA elevó los encajes a su máximo desde 2019. Es el segundo mayor valor desde 1990. Resultado: la escasez de liquidez más que duplicó la tasa de interés de los adelantos de cuenta corriente, que retrocedieron 1,5 billones de pesos (-12 por ciento) en el último mes”, según explicó el titular del Banco Provincia, Juan Cuattromo durante una conferencia de prensa junto al ministro de Economía bonaerense Pablo López.
El impacto en el sector privado fue inmediato. El aumento y la volatilidad de las tasas de interés produjeron un freno automático del crédito, sobre todo el destinado a las empresas. Los más afectados fueron los créditos de corto plazo, pero con la caída drástica de las colocaciones se espera que el desfinanciamiento al sector privado se extienda en las próximas semanas. “Excluyendo hipotecarios (con inercia en la liquidación) y tarjetas (rebote estacional en agosto) el crédito total ya crece apenas 1,9 por ciento mensual”, según las cifras expuestas por Cuattromo.
En el caso de las familias, la mora se ubica cerca de los máximos de los últimos años. “Estamos viendo, con datos del sistema financiero, un nivel de morosidad en las tarjetas, los pagos mínimos, con un salto muy fuerte en los últimos dos o tres meses. Estamos llegando a niveles máximos que no se veían para las familias desde la crisis financiera del 2009, o sea, que son los niveles más altos en 15 años (con excepción de los primeros meses de la pandemia por el congelamiento de la actividad producto de la cuarentena); y además en un contexto muy particular como fue la crisis global de las (hipotecas) 'subprime'”, concluyó el directivo del Bapro.
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