Su ambigüedad lo transforma en una hoja de ruta de las presiones que vendrán en función de las necesidades de Washington. La eliminación de la regulación local y los casi nulos réditos para la producción argentina.
Por: Randy Stagnaro.
La opacidad que rodea al acuerdo marco comercial que alcanzaron Argentina y Estados Unidos no impide entender que se trata de una derrota en toda la línea para las aspiraciones de la clase empresaria argentina.
Siete meses atrás, cuando Estados Unidos puso en vigor los aranceles universales del 10%, el gobierno de Javier Milei lanzó la especie de que se negociaba un acuerdo comercial que llevaría a cero los aranceles de 50 productos, como primer paso de un acuerdo más general de libre comercio.
En aquel momento, los empresarios locales se daban manija con la idea de una administración libertaria que llevara adelante negociaciones con su par estadounidense en las que se tuvieran en cuenta sus deseos y necesidades. Por ejemplo, figurar en esa lista de los beneficiados por la quita total de aranceles.
Sin embargo, el resultado no podría ser más decepcionante. No solo no se eliminan los aranceles (ver aparte en esta página), sino que Argentina dará “acceso preferencial” a productos de EE UU mientras que los locales no tendrán esa jerarquía en las fronteras de la potencia del Norte.
“Hay derechos de los EE UU y obligaciones de Argentina”, resume el Centro de Econompia Política Argentina (Cepa) en un informe difundido anteayer.
Esta impronta, que está presente en todo el acuerdo, es coherente con la ambigüedad de sus definiciones más importantes.
Ya desde el título del comunicado emitido por la Casa Blanca se presenta un texto que da lugar a dobles lecturas: “Declaración común sobre un Marco General para un acuerdo de comercio recíproco e inversiones entre Argentina y Estados Unidos” ni siquiera aclara si este es el marco general final o todavía está sujeto a modificaciones. El hecho de que la declaración saliera solo desde Washington no alivió estas dudas, que se acrecentaron cuando Buenos Aires emitió otro texto, más breve y genérico pero en el que hizo interpretaciones diferentes a la letra del anterior.
Geopolítica
Una posibilidad es que se esté en presencia no de un futuro acuerdo comercial sino de una suerte de hoja de ruta que se irá aplicando en función de las necesidades geopolíticas del gobierno de Donald Trump. Finalmente, el presidente de EE UU aplica la doctrina del gobierno de los golpes de mano y los hechos consumados como forma de vincularse con el mundo, sean aliados o enemigos.
En ese sentido, el acuerdo con Argentina forma parte de un encadenamiento de hechos internacionales en los que EE UU está imponiendo las guías que surgen del conflicto estratégico del siglo XXI: su enfrentamiento con China.
Esto se puede visualizar en el hecho de que el mismo día que Washington anunció el acuerdo con Argentina, el jueves pasado, también hizo lo propio con Guatemala, El Salvador y Ecuador.
“Son todos textos bastantes parecidos”, dice Luciana Ghiotto, investigadora del Conicet y experta en comercio internacional. Asegura que el denominador común de los acuerdos es el foco que pone Washington en un elemento clave: el acceso a las materias primas críticas. Hace esa demanda en términos globales (recientemente Pakistán firmó un acuerdo con cláusulas de este tipo) y en competencia con China y la Unión Europea. “Eso indica que es un posicionamiento geopolítico de EE UU y el rol que Argentina debe cumplir, más que un tema de comercio. Este acuerdo puede ser explicado por la disputa inter-hegemónica entre China y Estados Unidos, más que por intereses comerciales de acceso a mercados”, agrega. “Y esto en el marco del intento de Estados Unidos de volver a mirar a América Latina para incorporarla a su órbita de países ‘amigos’ en vistas de su disputa con China”, sigue.
Los que sí la vieron así fueron los directivos de la Cámara de empresas de EE UU en Argentina, la Amcham. en un comunicado emitido el mismo jueves dijeron que el acuerdo marco “resulta coherente con la reconfiguración global de las cadenas de valor y con la creciente demanda de proveedores alternativos, en línea con las tendencias de nearshoring y friendshoring promovidas por los Estados Unidos”. La “reconfiguración global” a la que hace referencia es, justamente, la ruptura de los vínculos comerciales y productivos entre Washington y Beijing, certeza a partir de la cual cada país busca crear áreas de influencia que excluyen al otro.
El carácter geopolítico del acuerdo marco sería la explicación por la cual “implicaría una rendición sin precedentes de soberanía en todas las materias: comercial, económica, social, laboral, jurídica y ambiental”, caracteriza Cepa.
Regulaciones, afuera
Un aspecto relevante de esta definición es la eliminación de regulaciones locales para productos estadounidenses.
Eso va muy en la línea con lo que viene planteando el ministro de Desregulacióin, Federico Sturzenegger, quien se escuda en la “modernización” del aparato jurídico argentino para adaptar gran parte de la legislación a las necesidades de los grandes grupos económicos y, ahora, del gobierno de Estados Unidos.
Esto es muy concreto en el área del comercio electrónico y la propiedad intelectual, donde hay una adaptación a la legislación estadounidense. “Un caso muy preocupante es cuando se plantea que Argentina no va a requerir más certificaciones nacionales para los medicamentos que ingresen desde Estados Unidos, sino que va a confiar en las certificaciones que da la Food and Drug Administration (FDA) de EE UU, con lo cual Argentina pasa a ser un satélite de la FDA”, dice Ghiotto. La experta afirma que esa dependencia de Estados Unidos “ha tenido numerosos casos de denuncias, algunas judicializadas, por la presión de los lobbys farmacéuticos sobre la FDA”.
Si el acuerdo marco formatease las relaciones económicas bilaterales, comenzarían a aplicarse las normas estadounidenses para el comercio local en Argentina, incluso en áreas sensibles. “Argentina se compromete a seguir estándares y normas estadounidenses en una importante cantidad de sectores a expensas de las propias, lo que otorga una prioridad de acceso absoluta los productores norteamericanos”, advierte Ghiotto. “El gobierno presenta esto como una adecuación a los estándares internacionales, pero en realidad en el mundo si bien hay acuerdos globales, ningún país resigna la posibilidad de tener sus propios estándares acorde a sus intereses, idiosincrasia y estructura productiva”, agrega el Cepa.
Las consecuencias de la aplicación de este acuerdo marco pueden ser ominosas para la Argentina. El “marco general” plantea una crisis y una fractura en el comercio internacional del país. La eliminación de tasas y trámites a las importaciones provenientes de Estados Unidos -tal como figura en el texto- le otorgaría a ese país una ventaja apreciable, incluso respecto de Brasil y del Mercosur. Aunque el texto no menciona a China, está lleno de alusiones a la potencia asiática de forma tal que Argentina entraría de lleno en la guerra comercial de Trump contra Beijing.
Siguen los aranceles a la carne
Según Luciana Ghiotto, el texto del acuerdo marco define que no se eliminan los aranceles a la Argentina. «Este acuerdo baja el arancel del 10% que impuso Trump en abril, no es que intenta bajarlos más. Apenas trata de volver a lo que era antes de abril», asegura. Y agrega: «Eso también muestra que el punto de partida es muy flojo, muy poco profundo y con poco espacio para la negociación».
Además, pone como ejemplo el caso de la carne argentina. «El Congreso estadounidense puso un arancel del 25% por fuera de la cuota para la carne argentina, hace muchos años. Eso no se modifica. Argentina no negoció reducir esos aranceles específicos para la carne del 25%. Tampoco negoció un incremento de la cuota. Muestra que no hubo ninguna negociación por parte de los equipos argentinos», subraya.
Agrega que si bien uno de los puntos indica que EE UU no usará el argumento de la «seguridad Nacional» para imponer aranceles, como hizo con el acero y el aluminio, lo hace en forma condicional, por lo que no hay garantías de que eso no vuelva a suceder.



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