Por: Nelson Castro. El pacto comercial consolida el respaldo de Trump al Presidente mientras se abren disputas internas.
El Gobierno vive un momento de apogeo. El anuncio del acuerdo comercial entre nuestro país y los Estados Unidos es la confirmación del nivel inédito de apoyo que la administración de Donald Trump ha decidido darle a Javier Milei. El rescate que, en momentos dramáticos para la economía argentina, llevó la Casa Blanca salvó al oficialismo de una posible derrota a la que lo hubiera llevado una crisis producida por la escasez de dólares que se había acentuado después del triunfo electoral del peronismo en las elecciones en la provincia de Buenos Aires.
Como ocurre siempre a estos hechos los acompaña siempre la controversia. Están las generadas por los que siguen aferrados a ideologías y visiones políticas ancladas en el tiempo. Esta pasión por lo anacrónico es lo que exhibe hoy –como ayer– el peronismo. Esta idea de que “vienen por nuestra soberanía”, un cliché que le ha dado resultados políticos al justicialismo y ha traído el atraso del país. Eso sí, el ”vienen por nuestra soberanía” se aplica para los Estados Unidos y no a la hora de hacer concesiones a China o a Venezuela. El peronismo y sobre todo el kirchnerismo duro todo lo contaminan de su ideología con olor a naftalina y su desesperación para volver a servirse del poder cueste lo que cueste.
Más allá de los detalles que aún no se conocen de este acuerdo, cuyo anuncio se demoró a causa del cierre del gobierno federal ocurrido en los Estados Unidos que acaba de ser levantado, hay algunas cosas ciertas que van a suceder para que esto se ponga en práctica. Una de ellas –que es fundamental– es el levantamiento total del cepo. Se sabe que va a haber un desembarco de importantes empresarios estadounidenses ávidos de explorar nuevas posibilidades de negocios. A la cabeza de esta avanzada habrá muchos del sector energético. Con cepo, nadie pondrá un dólar más allá de oportunidades muy puntuales. Las inversiones no ingresan a donde no pueden salir. Otro asunto de peso es el de las reformas tanto laborales como impositivas.
Para alcanzar esas reformas hacen falta consensos políticos. En eso están trabajando Manuel Adorni y Diego Santilli para contener el desbande del peronismo y las necesidades económicas de los gobernadores. La CGT es hoy otro de los frentes de batalla abiertos para La Libertad Avanza. Nuevamente las posturas vetustas de los sindicalistas de turno chocan contra la necesidad de una renovación necesaria para las nuevas formas de trabajo y producción. Todo esto con un agravante que está –más que nunca– a la vista de todos: sindicalistas devenidos empresarios –algunos multimillonarios– que se resisten a soltar sus privilegios. La familia Moyano es el ejemplo perfecto de esta categoría que se sirve del sudor de los trabajadores para llenarse los bolsillos. El vaciamiento de la obra social de Camioneros habla por sí solo. Pero el caso de los Moyano no es el único. El modelo de sindicalistas ricos y trabajadores pobres se ha extendido demasiado en el tiempo y en el territorio. Modelo que enfrenta una severa crisis de liderazgo puesta de manifiesto en la elección del último triunvirato de la central obrera peronista, incapaces de encontrar una figura única de consenso que represente la voz real de los trabajadores. Ante esta combinación, el oficialismo exhala un optimismo excesivo. No es la primera vez que esto le pasa a un gobierno cuando todo parece ir viento en popa. La historia es una escuela realista aunque muchos se nieguen a mirar para atrás. Con buen tino, Jorge Macri advirtió de un exceso de optimismo, siempre nocivo. “No nos comamos la curva”, graficó el jefe de Gobierno porteño. Sin ir más lejos, eso fue lo que le pasó a su primo Mauricio después de haber ganado las elecciones de medio término en 2017. Se creyó que se “comía” la cancha y dos años después fue derrotado en forma contundente por el kirchnerismo. Claro que, para ese dramático final, influyó el hecho de haberse encerrado en un círculo cada vez más chico comandado por Marcos Peña y unos pocos leales, que lo llevaron a perder el contacto con la realidad. Ese es el peligro de los triángulos de hierro de la vida y de los magos y gurúes de turno.
Para amplios sectores de la Argentina también se abrirán oportunidades de exportar. Uno de esos sectores es el de la carne. El desafío –ahí– será ver cuál es la capacidad de abastecimiento que tengan los productores y la industria y la necesidad de cortar lazos con viejos zares salpicados por la falta de escrúpulos y los negocios espurios.
En medio de todo el ir y venir de la realidad, el jueves fue un buen día para la lucha contra la corrupción. Ese día Julio De Vido fue llevado otra vez a la cárcel –su futuro será una larga prisión domiciliaria– y, por acción de la Cámara de Casación Penal, se dispuso que las audiencias por el caso de los “Cuadernos de Centeno” sean dos por semana en vez de una como el Tribunal Oral Federal N° 7 había dispuesto en un principio. Los tiempos de la Justicia deben ajustarse a la realidad. Al final del camino, a todos los acusados los espera la seguridad de una condena y a éste y los gobiernos que vendrán la oportunidad única de terminar con el flagelo de los sobreprecios y retornos en la obra pública. Se trata de un viejo mecanismo que el kirchnerismo perfeccionó y que ha producido no sólo grandes pérdidas para las arcas del Estado sino que también se ha llevado vidas inocentes como en el caso de la tragedia de Once. La corrupción mata y esa es una lección que ningún gobierno debería olvidar.







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