La pandemia y el semillero de la posgrieta

La pandemia y el semillero de la posgrieta

La dirigencia de la grieta se eclipsa en la emergencia y otra, con roles ejecutivos, pasa al frente. Lazos de inédita confianza. Ejemplos y contraejemplos. ¿Una nueva cultura? Final abierto.

 

Las guerras, las crisis sistémicas, los grandes atentados y las pandemias gatillan conductas extraordinarias en los seres humanos, que, con frecuencia, llevan al espejismo de proclamar nuevas eras y puntos finales de la historia. No siempre es así, aunque la vida no es un loop y los grandes acontecimientos empujan cambios a veces duraderos. Mientras millones de argentinos pelean contra el tedio y el miedo al coronavirus, despunta un fenómeno: el salto al primer plano de una camada de dirigentes posgrieta. ¿Será la política posterior a este sobresalto una más dada al acuerdo que a la obsesión por lo binario y agónico?

Hasta hace poco, el país vivía en un ambiente dominado por las grandes figuras de la grieta, desde Cristina Kirchner hasta Mauricio Macri, pasando por María Eugenia VidalElisa Carrió y otros. Estos encontraron en la última elección (dando elegantes pasos al costado o directamente perdiendo) los límites de la grieta de la que tanto oro supieron extraer y, por distintas razones, mantienen hoy un bajo perfil. En paralelo, otros dieron un paso al frente.

 Nueva por función y exposición, aunque no en todos los casos por edad, la camada de Alberto FernándezHoracio Rodríguez LarretaAxel Kicillof, sus líneas ministeriales y Sergio Massa, entre otros, está en la primera línea porque es lo que le tocó. Sin embargo, escapa a la contingencia el modo cooperativo en que encararon la tarea, tanto en lo sanitario como en lo económico, lo que, acaso, augure un nuevo modo de hacer política. 

Podría argumentarse que las crisis generan unidad. Así ocurrió en el 2002 argentino, con Eduardo Duhalde al frente, la Unión Cívica Radical acompañando y numerosos sectores sociales aportando en un diálogo institucionalizado. Poco después, el encauzamiento del desmadre económico y los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki precipitaron el fin de esa experiencia.

Pero la casuística reconoce también otros momentos, en los que las emergencias atizan las grietas. 

Un ejemplo es el de los paros policiales registrados en varias provincias en 2013, la ola de saqueos y disturbios consiguiente, el pedido de auxilio federal del entonces gobernador José Manuel de la Sota y la por lo menos renuente respuesta de Cristina Kirchner marcan un precedente que muchos cordobeses aún encuentran difícil de olvidar.

 

 

Incluso la pandemia en curso muestra confrontaciones en el barrio. Jair Bolsonaro y 26 de los 27 gobernadores con los que está en guerra no logran ponerse de acuerdo en Brasil. Eso es trágico: mientras los cadáveres se agolpan, por ahora de a decenas, en las morgues, el presidente se empeña en dar de baja las cuarentenas establecidas por los mandatarios estaduales, mientras que los alcaldes dividen lealtades entre uno y otros. En Río de Janeiro, nada menos, Bolsonaro empuja el regreso a la normalidad económica, el gobernador Wilson Witzel defiende la reclusión y el alcalde Marcelo Crivella parece plegarse al primero. La Constitución no aclara quién tiene la potestad de interrumpir la libre circulación en un caso de emergencia sanitaria y los cariocas siguen la saga entre el asombro y el terror. 

La cooperación, entonces, no un producto natural de las emergencias, sino una decisión de los actores.

“¿Fernán Quirós? Es un genio”, dijo el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, después de haber mantenido un encuentro con el ministro de Salud porteño. Mientras, el alter ego del Presidente sostiene reuniones en su despacho con su homólogo de la Ciudad, Felipe Miguel.

En tanto, Kicillof coordina con Rodríguez Larreta y sigue arando el surco dialoguista que muchos, no sin sorpresa, comenzaron advertir en él en su función anterior de diputado. Y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, ya no solo teje entre las tribus del Frente de Todos sino que se muestra en el terreno con el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y con su vice y ministro de Justicia y Seguridad, Diego Santilli

 

 

Los ministros Wado de Pedro y Sabina Frederic y el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta.

 

Ante la inconveniencia de venderles a los argentinos medidas que recuerdan el pasado autoritario, las fuerzas de seguridad restringen sin mayores quejas derechos constitucionales como la libertad de desplazamiento con herramientas jurídicas más endebles que el estado de sitio. Este, por ejemplo, es un beneficio tangible del consenso.

La clase política realmente gobernante derriba los muros de la desconfianza y en el futuro, cuando, pasada la emergencia, vuelvan al primer plano temas como el reparto de los fondos coparticipables, sus componentes ya no se mirarán de reojo como antes.

 

Es difícil imaginar que Cristina Kirchner, Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Elisa Carrió pudieran tener un comportamiento tan colaborativo como el actual si fueran quienes debieran gestionar esta crisis.

 

Hablar del posible nacimiento de una política más colaborativa no implica postular el fin del conflicto. Tampoco supone que los aliados de la coyuntura compartan mañana una coalición. Se trata de que no se saquen los ojos cuando, ojalá que luego de una merecida tregua, las papas vuelvan a quemar.

Aunque se trate de una idea contrafáctica, es difícil imaginar que Cristina Kirchner, Macri, Vidal y Carrió pudieran tener un comportamiento tan colaborativo como el actual si fueran quienes debieran gestionar esta crisis. Lo mismo cabe para un hombre de Estado como Miguel Ángel Pichetto, que supo tragarse sus tirrias por años, hasta que su falta de arraigo electoral y el enfrentamiento con el kirchnerismo lo arrinconaron en una postura cerril. Así anda hoy, cuentan, rumiando broncas, especialmente con el radical Mario Negri, uno de los conversos a la moderación.

No se trata de atribuirles a aquellos conductas egoístas; sí de suponerlos cruzados por viejas desconfianzas y condicionados por la ceguera de amplios sectores de la sociedad, los verdaderos protagonistas de la política de la confrontación, para acatar, por ejemplo, medidas de cuarentena ordenadas por unos u otros.

 

 

Alberto Fernández, Mauricio Macri, Cristina Kirchner y Sergio Massa.

 

¿Cómo juzgarán los ojos grietistas los resultados de esta política colaborativa? Un éxito de las medidas en curso limitaría tanto el luto de muchas familias como el regreso de los viejos reflejos y, acaso, consolidaría liderazgos de nuevo cuño. ¿O será que, acaso, la grieta quedó simplemente en suspenso?

Las crisis no cambian comportamientos de la noche a la mañana, pero sí pueden iniciar procesos. Mirar la política consiste en distinguir los senderos que se van abriendo en la maleza.

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