Dos meses después del 37,9 por ciento que obtuvo en las PASO y en un contexto inédito marcado por la tragedia, el giojismo logró recuperar ayer una buena porción de caudal político y volvió a pasar la barrera de los 50 puntos en una elección. Con Daniel Tomas a la cabeza, se impuso en forma contundente en los comicios legislativos y se quedó con dos de las tres bancas de diputado nacional en juego. En el búnker peronista hubo moderación y deseos de pronta recuperación a José Luis Gioja, que hasta recibió aliento desde el concierto nacional. El otro escaño en disputa fue para el candidato del frente opositor Compromiso Federal, Eduardo Cáceres.

Hasta el cierre de esta edición y cuando sólo faltaba escrutar 5 mesas, las cifras oficiales indicaban que Tomas cosechaba el 55,3 por ciento de los votos; mientras que Cáceres se alzaba con el 22,8. Bastante más atrás quedaron la cruzadista Nancy Avelín y el radical Hugo Domínguez, con 10,5 y 4,5 por ciento respectivamente.

Así las cosas, el Frente para la Victoria retuvo las dos bancas que arriesgaba (de las tres en diputa, dos son del oficialismo y la otra de la oposición). Una quedó para Tomas, que fue reelecto, y la otra para la joven dirigente Daniela Castro, quien reemplazó en la lista de candidatos a la única víctima fatal en el accidente de hace dos semanas en Valle Fértil, Margarita Ferrá.

El siniestro dejó muy mal heridos a Tomas y Gioja, dos figuras obligadas en la campaña que estuvieron ausentes, y marcó a fuego a los sanjuaninos. Al punto que la incertidumbre se apoderó de propios y extraños y “aniquiló” los ánimos proselitistas, como lo dijo el radical Dominguez días atrás.

“No podemos festejar mucho... tenemos un dolor adentro”, dijo Tomas tras conocerse los resultados oficiales. El ganador habló en su casa con los medios. Todavía está convaleciente de las heridas, por lo que prefirió seguir con el reposo que le recomendaron los médicos y no ir hasta la sede peronista, donde generalmente se reúnen después de una elección.

En calle 25 de Mayo hubo señales de unidad en los discursos de quienes secundan a Gioja en el Gobierno y en el partido, Sergio Uñac y Marcelo Lima, respectivamente. Pero no festejos. No porque el resultado no sea importante, sino por el dejo de tristeza que los invade por el delicado estado de salud del líder, que desde hace casi 20 días pelea por salir adelante en una cama del Hospital Rawson. Militantes y funcionarios aseguraron ayer que sin él, la elección no fue la misma y esa sensación de vacío se notó a pesar del holgado triunfo (ver página 5).

Y hasta a nivel nacional sobrevoló su figura. En el búnker del Frente para la Victoria, los principales alfiles K lo recordaron. “Fuerza Flaco, te estamos esperando”, dijo Amado Boudou; mientras que el bonaerense Daniel Scioli pidió “un reconocimiento para el Flaco Gioja”.

La diferencia importa y mucho. El giojismo puede exhibirlo en la Rosada como un capital político de alto valor, que ayuda a sostener el modelo y que podría ser determinante para hacer números en el parlamento frente a las iniciativas oficiales. Gioja llegó a las PASO de agosto con niveles de aceptación superiores al 60 por ciento, pero no pudo arrastrar a sus candidatos, cosecharon el menor porcentaje en la era giojista y cualquier corazonada quedó en un mar de dudas. Ayer, la diferencia con aquella cita fue de más de 17 puntos.

Sin grandes medias ni giros políticos capaces de despertar cambios radicales y una campaña en segundo plano, la tragedia parece haber jugado un papel fundamental en el engorde de las urnas con votos del PJ. La frase “qué hacemos sin Gioja” que se escuchó repetidamente de la gente desde el 11 de octubre ayuda a explicar cómo pegó el siniestro en el electorado. Paralelamente, sus principales colaboradores se pusieron al frente de la campaña y le dieron continuidad a la gestión.

Si bien perdió votos, el balance también fue positivo para Compromiso Federal. Con la banca para Cáceres, renueva el lugar que dejará en diciembre Mauricio Ibarra. Para el macrista, será su primera vez en el Congreso argentino, apenas 3 años después de haber decidido incursionar en la arena política.