Massismo y menemismo, dos caras de la misma moneda

Massismo y menemismo, dos caras de la misma moneda
Aprovecha su alianza con los medios para seducir a los votantes mientras teje una alianza neoliberal
En 1988, el precandidato justicialista Carlos Menem se puso el poncho, se dejó crecer las patillas y empezó a recorrer el país con el slogan del salariazo y la revolución productiva. Sin embargo, de forma paralela empezó a entretejer sus vínculos con lo más granado del establishment nacional y extranjero.

Cuando llegó al poder, Menem transparentó su alianza con la multinacional Bunge Born y nombró como ministro de Economía a Miguel Roig, primero y a Néstor Rapanelli, después, dos encumbrados ejecutivos de esta organización empresaria. Menem cimentó las bases de su poder político con un discursó populista que le permitió ganar el fervor popular y, al mismo tiempo, oradó la figura del entonces presidente Raúl Alfonsín con promesas que nunca iba a cumplir.

El riojano ya había firmado un preacuerdo para avanzar en la revolución conservadora, que luego implicó un programa de corte neoliberal, incluyendo en el menú la entrega de los activos del Estado a manos de las multinacionales europeas y la entrega total de los nichos económicos a compañías estadounidenses, en sintonía con el denominado Consenso de Washington.

Casi un cuarto de siglo después, el intendente de Tigre, Sergio Massa, quiere cimentar un camino similar. Desde una corriente justicialista se muestra acompañado con su mujer en los programas de televisión y despliega un lenguaje gestual y diálectivo atractivo para las capas medias históricamente alérgicas al peronismo.

Mientras tanto comenzó a enviar señales claras al poder económico de que piensa seguir un camino inversamente proporcional a los intereses populares. La primera decisión fue poner una pata en la Unión Industrial Argentina. El intendente colocó en su lista de Diputados al polifacético secretario José Ignacio de Mendiguren, quien antes de apoyar al kirchnerismo, promovió activamente la devaluación del peso durante la gestión de Fernando De la Rúa y después, ya en condición de ministro de Industria de Eduardo Duhalde, gestó la maxi devaluación queconsolidó la transferencia de ingresos hacia los grandes grupos industriales locales y extranjeros.

Aunque sigue manteniendo un discurso equilibrado que le permite no romper definitivamente lanzas con el actual gobierno, el vasco De Mendiguren y el ex ministro de Economía, Miguel Peirano apuestan a transformarse en el canal de diálogo de Massa con los principales popes del sector fabril: la poderosa Techint y la alimenticia Arcor. Otro dato sintomático de los primeros gestos políticos de Massa es la reunión ultrasecreta que mantuvo el 4 de julio último con la Asociación de Bancos de Argentina, entidad que agrupa a las grandes entidades financieras de capital extranjero. Aunque no trascendieron los detalles del cónclave parece difícil de imaginar que Massa, quien asistió a la reunión acompañado por De Mendiguren, le haya prometido continuar (y mucho menos profundizar) un modelo económico inclusivo. El reaseguro de Massa a la banca foránea es el acompañamiento de Martín Redrado, un hombre que durante su gestión en el Banco Central, defendió a capa y espada los intereses de las finanzas extranjeras en el organismo. Los contactos de Massa con el ruralismo tienen puntales más claros. El intendente de Tigre mantiene una añeja relación amistosa con Dolores Alberdi, la esposa de Hugo Biolcati, ex presidente de la entidad y fundador de la célebre Mesa de Enlace. Durante el acto de cierre de la muestra 127 de la Sociedad Rural que tuvo ayer, estuvo presente Peirano, otra de las espadas económicas del massismo.

Por su parte, el presidente de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Bussi también se reunió en reiteradas oportunidades con el alcalde y le comprometió su respaldo a cambio de un giro en la política agropecuaria que implique un cambio o la lisa y llana eliminación de las retenciones agropecuarias, una de las herramientas tributarias claves para mantener algunas políticas redistributivas como, por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo o la movilidad de los haberes jubilatorios. El titular de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales (UATRE), Gerónimo "Momo" Venegas, un hombre del sindicalismo que consolidó sus vínculos económicos con la patronal agropecuaria, lo acompaña a Massa a todos los actos a cambio que le devuelva el control de la caja del Registro Nacional de Trabajadores Rurales y Empleadores, que el kirchnerismo le quitó por la dudosa utilización que hizo el "Momo" del dinero que recaudaba por los aportes.

En esta misma línea, Massa cosechó el respaldo del ex menemista, Luis "Bandejita" Barrionuevo, un sujeto que también sirve de nexo con el propio Duhalde, que aún mantiene una pequeña estructura de punteros políticos e intendentes del Conurbano Bonaerense. Tanto es así que hace unos pocos días, Barrionuevo, patrón de la CGT Azul y Blanca, declaró que "en provincia de Buenos Aires todos los gastronómicos y de la CGT Azul y Blanca votan a Massa y están trabajando para que gane". Además el massismo colocó en su lista de candidatos a legisladores a Héctor Daer, del sindicato de Sanidad. Este mosaico conservador y neoliberal de respaldo de distintas "voluntades económicas y gremiales" que ha venido cosechando Massa en los últimos años para poner en marcha su proyecto político, tienen un carácter oneroso en el campo de la política. Ningún sector económico o gremial presta su lomo sino se garantiza a cambio un giro en materia económica que favorezca sus intereses. El sistema de alianzas de Massa apunta irremediablemente hacia un giro de corte neoliberal que implicará, en los hechos, una pérdida de derecho de aquellos que no tienen voz, ni poder de lobby. Pero como ocurrió con Carlos Menem pueden sentirse embelezados por los artilugios de imagen que Sergio Massa puede desplegar en los teatros mediaticos que le ofrecen el Grupo Clarín y La Nación. Los mismos pulpos comunicacionales que apoyaron explícitamente a la última dictadura militar y a los gobiernos parásito-democráticos que pavimentaron el camino de la pobreza, la exclusión y la mayor concentración económica de la historia argentina. Massismo y menemismo, parecen la misma cara de la moneda un cuarto de siglo después, aunque no es lo mismo porque la historia enseña y Cristina tiene la autoridad política-económica que Raúl Alfonsín perdió cuando acordó con los militares y aceptó las reglas del establishment. «

Comentá la nota