Macri y Cristina pelean por subsistir

Macri y Cristina pelean por subsistir

Por Eduardo Van der Kooy

Las caravanas son un estímulo para el Gobierno. Y una señal que Alberto F. no debería desatender.

 

La próxima elección, como resulta obvio, resolverá la continuidad de Mauricio Macri o su reemplazo por la fórmula de Alberto y Cristina Fernández. Pero podría abrir, además, las puertas a otra novedad. El diseño de un mapa político distinto al de la post crisis. La atenuación, tal vez, del personalismo que caracterizó el tiempo kirchnerista, en el cual la ex presidenta se hizo dueña de la palma.

El Presidente, si gana, carecerá de otro período. Podría retener influencia, en ese caso, para imponer a un heredero. Se trata de una hipótesis poco factible. A veces daría la impresión de que las llamativas caravanas de campaña de Macri no apuntan tanto a revertir el resultado de las PASO como a prepararse si debe regresar al llano. Aunque nadie tiene claro, ni su círculo íntimo, cuál puede ser la voluntad final del ingeniero. “Para qué me habré metido en esto”, se lo escuchó repetir cuando la sorpresa de agosto convirtió a la Argentina en un tembladeral.

El caso de Cristina puede ser distinto. Pero también incierto. Una derrota dañará definitivamente su liderazgo. Aunque conserve influencia religiosa sobre su importante legión de fieles. Tampoco existe certeza acerca de cuánto una victoria del binomio de los Fernández repondría a la ex presidenta en el papel omnipresente que siempre supo tener.

 

Alberto F. ha comenzado prudentemente a marcar el territorio. “No tendrá ninguna injerencia en la formación del gabinete”, declaró. En el futuro habrá que cotejar esas palabras con los nombres que integren el equipo, todavía presunto. Los límites de Cristina parecieran delineados ahora por otra realidad. Su complicado estado judicial y familiar, que promete estirarse mucho tiempo aún cuando se tenga en cuenta la genuflexión del Poder Judicial.

Tras su sexto viaje a La Habana, la ex presidenta no logró clarificar la salida del laberinto que le plantea la enfermedad de su hija Florencia, en tratamiento en la isla desde el verano. La continuidad de los viajes (el primero ocurrió a mediados de marzo) desnudarían la seriedad de la situación. Reflejada en una circunstancia: no siempre Cristina en sus estancias en La Habana tuvo contacto directo con su hija. Lo hizo y hace, en ocasiones, con la mediación de terapeutas y médicos.

Los partes que envían los médicos cubanos a la Justicia explican de manera vaga los padecimientos de Florencia. Sufre una combinación de trastornos neurológicos, psicológicos y físicos. La clave son los dos primeros tópicos. Cuyos síntomas habrían sido detectados mucho antes de que en la joven hiciera eclosión la crisis. Resultaron descuidados por la vida aparentemente normal que llevaba. Se dedicaba al cine. Hasta fue madre.

En el detonante de su crisis no resultó un dato menor la complicación judicial de su familia por causas de corrupción. Por supuesto, también, la imputación de ella misma en la causas de “Los Sauces” y “Hotesur”. En ambas el juez Julián Ercolini sospecha la existencia de una maniobra de lavado de dinero.

Parece claro, según la razón central de su enfermedad, que tal vez Cuba no resulte el lugar más propicio para el tratamiento. La psicología y el psicoanálisis fueron ciencias restringidas durante mucho tiempo por el régimen de Fidel Castro. Básicamente por su matriz interpelatoria. Ambas escuelas comenzaron a desarrollarse recién cuando tuvieron envión soviético.

La presencia de Florencia en La Habana responde a otro motivo por ahora inmutable. La hija de la ex presidenta está protegida ante la eventualidad de alguna decisión de la Justicia en su contra. También allá se mantienen bajo el mayor hermetismo los pormenores de la enfermedad y la vida de Florencia.

Dentro de esas desventuras, Cristina y su familia habrían logrado algún alivio. La causa “Los Sauces” fue elevada a juicio oral pero no posee todavía fecha de inicio. Ni la tendrá por otro tiempo. El Tribunal Oral Federal que tiene a su cargo el asunto hizo lugar a recursos de la defensa sobre nuevas pericias y medidas de prueba. “Hotesur” también permanece demorada. El juicio por la ruta del dinero K, de Lázaro Baez, suspendió sus sesiones hasta noviembre.

Aquella limitación política de Cristina representa por ahora una ventaja para Alberto F. Por varios motivos. El candidato K requiere afianzar su autoridad y articular un sistema interno para gobernar, donde los gobernadores del PJ y Sergio Massa constituyen piezas clave. La prescindencia de la ex presidenta, por otra parte, esteriliza a los K intransigentes que sin su espalda carecen de vida propia. Hay voces, como las de Raúl Zaffaroni u Horacio González, que suenan igual. Pero asoman sin anclaje sin el activismo de Cristina. Alberto F. tramó como complemento un acuerdo con las principales figuras de La Cámpora, alguna de las cuales incorporará a su gabinete. El acuerdo consiste en el silencio.

Alberto F. se ocupa ahora de aglutinar a todos. De juntar masa crítica para el pacto social que propone ante la perentoriedad, si gana, de enfrentar la grave emergencia económico-social. Convergen, en muchos casos, la Biblia y el calefón. La volátil e indigente política argentina es así. Habrá que ver cómo se mantiene la amalgama –que hoy persigue sólo el acceso al poder—cuando llegue el momento de tomar decisiones drásticas.

Ese representa el desafío más urgente para el candidato K. Pero no el único. Deberá conjugar el manejo de la crisis con su necesidad política de liberar a Cristina y su familia de las causas por corrupción que los están acechando. Tiene señales de buena voluntad de muchos jueces. También, de la permeabilidad de la Corte Suprema. Pero no estaría en condiciones de desoír el mensaje que pareciera emerger de las caravanas de campaña que realiza su adversario.

Nadie supone que esos encuentros masivos obedezcan al reconocimiento de Macri por la economía. En todo caso, realzarían aspectos de la gestión de estos cuatro años, donde el respeto ideológico y cierto esfuerzo por mejorar la transparencia pudieron prevalecer. Es verdad que las personas que siguen todavía a Macri jamás apoyarían a Alberto F. Pero hay una porción importante de desencantados que oscilan entre una orilla y la otra. En las PASO se fueron con el Frente de Todos. Espantados por la economía macrista. ¿Qué pasaría con ellos si Alberto F. no logra enseguida mitigar sus bolsillos? ¿Qué pasaría si, por otro lado, pretende echar un manto de olvido sobre la corrupción kirchnerista?

El dilema no sería únicamente para el candidato. También para el Poder Judicial cuyo crédito, después de un tiempo de estabilidad, está de nuevo en caída. De acuerdo con un trabajo específico de una consultora privada, la valoración negativa de la Justicia en la Argentina alcanza al 77%. Un 52% involucra a la Corte Suprema. Un 59% a los jueces federales. Un 48% a los fiscales federales.

Ese trabajo descubriría un punto de inflexión en el tobogán del Poder Judicial. Se ubica en mayo, cuando cuatro de los jueces de la Corte Suprema (Ricardo Lorenzetti, Elena Highton, Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti) aceptaron el reclamo de las defensas en la causa de la ruta del dinero K, con la intención oculta de suspender el inicio del juicio, al cual asistió finalmente Cristina en tiempo de campaña.

La caravanas de Macri podrían constituir, quizás, el prólogo de un realineamiento de Cambiemos si llegara a convertirse en la oposición. El fenómeno no resulta novedoso desde un plano: es la misma muchedumbre que invadió las calles en aquellas célebres protestas contra Cristina o cuando apareció muerto el fiscal Alberto Nisman. En todo caso, la novedad consistiría ahora en que corren detrás del Presidente. ¿En reconocimiento a un remozado liderazgo?. ¿O como símbolo simplemente de quien pretende evitar el regreso kirchnerista?

El interrogante no tiene respuesta en este presente. Pero tampoco las caravanas podrían leerse como un cambio en la tendencia electoral que irrumpió en agosto. El propio Gobierno no dispone de ninguna encuesta que indique eso. La masividad tampoco debería inducir a engaño: aún en la debacle, Macri juntó más de 7 millones de votos en agosto. Suficientes para construir caravanas eternas e imaginarias.

La masividad, sin embargo, no sería un factor indistinto en el futuro que le aguarda a Cambiemos. Se van perfilando dos posturas en la alianza oficial. El aparente fortalecimiento callejero de Macri serviría al macrismo puro para consagrarlo, si fuera derrotado el domingo 27, como líder de la oposición. ¿Replicar la grieta con Cristina? Habrá que ver qué papel desempeña la ex presidenta.

Esa visión contrasta, desde ya, con los fundamentos de los socios radicales. Después de la victoria en Mendoza, el actual mandatario y titular de la UCR, Alfredo Cornejo, planteó un reseteo de Cambiemos. Con el amarre principal en las tres provincias radicales (contando Jujuy y Corrientes) y el segundo distrito electoral en importancia. Aguardan que Horacio Rodríguez Larreta retenga la Ciudad. Computan también la potencia política de María Eugenia Vidal, aun vencida, y de Martín Lousteau. Poco de Macri y a la espera, en el bando de enfrente, de la agonía de Cristina.

Todo eso está aún por verse. También la capacidad de Cambiemos para conservarse unido en la adversidad. Si ello sucede se podría asistir a un escenario político distinto. Por primera vez en esta democracia la llegada del peronismo al poder, luego de una experiencia de otro signo, podría toparse con una oposición consolidada. Que ponga dique a la natural dilección por los excesos.

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