El Gobierno, los intelectuales y los usos políticos del pasado

El Gobierno, los intelectuales y los usos políticos del pasado

Marcos Peña estuvo esta semana en el Club Político Argentino. El desinterés oficial por involucrarse en pensar el pasado fue motivo de críticas.

Pasó desapercibida la presencia de Marcos Peña en la reunión quincenal del Club Político Argentino. Allí, el Jefe de Gabinete dio algunas definiciones  acerca de cómo se ve el Gobierno a sí mismo en este momento. Dijo, por ejemplo, que definen los dos primeros años como "de transición", una "transición que transcurrió sin crisis", donde construimos las bases para pasar "a una segunda fase, la que estamos ahora". A este tercer año de la gestión de Cambiemos, Peña lo caracterizó por "la necesidad de entrar en una nueva agenda, que no es de contraste con el pasado", sino "de desarrollo para los próximos 20 años, una agenda de 100 políticas de reformas, de distinto tipo", pero siempre "contemporáneas, aspiracionales", en la búsqueda  del "cambio cultural".

"En lo único que somos dogmáticos es en que trabajamos para la construcción de una mirada aspiracional", dijo, en contraposición a las miradas que Cambiemos califica como "reivindicativas". También definió al equipo que gobierna como "un animal nuevo en el zoológico", al que a veces no se le entienden las señales. "Tenemos otra señalética", confesó. Además, reconoció que "la inversión está creciendo en la Argentina, aunque no como quisiéramos".

Y ante distintas preguntas en torno a la polémica reivindicación presidencial del accionar del policía local Luis Chocobar, aseguró que "no lo hicimos por lo que dicen las encuestas, a las que consultamos mucho menos de lo que se cree, tampoco tenemos una lógica punitiva, sino de jerarquización de las fuerzas de seguridad".

No era la primera vez que Peña asistía a una reunión del Club Político, sino la tercera desde que Mauricio Macri es presidente, una por año. La primera, en el 2016, fue de expectativa. Muy pocos lo conocían, la mayoría había votado por Cambiemos en la primera vuelta y todos lo hicieron en la segunda vuelta. En 2017 tuvo muchos cuestionamientos de parte de los socios del CPA, y él estaba enojado. Terminó la sesión de preguntas pidiendo, de mal humor, que "salgan a defender las ideas en las que creen, y si no quieren no lo hagan, nosotros vamos a hacer lo que hay que hacer igual".

Marcos Peña en el CPA

En este caso fue Peña quien propuso asistir a un debate, buscando un acercamiento con el grupo de más de 200 intelectuales que públicamente expresó tantos apoyos como críticas y que, este año, cumple 10 de su creación, que fue en abril de de 2008, en medio de la fenomenal crisis institucional que se originó en la Argentina por la Resolución 125.

"Me pareció bien que quisiera venir y que empiece a dar bola a los que están por fuera de su círculo más íntimo", dijo Graciela Fernández Meijide, del grupo fundador del CPA, al que define como de "cercanía crítica" con el Gobierno, "no totalmente afín". Sin embargo, a ella y otros socios del Club les hace ruido la dificultad por abordar el pasado, la historia, la formación historiográfica en ámbitos pedagógicos, el desinterés por una mirada sobre los sucesos de la década del 60 y el 70.

Historiadores como Eduardo Lázzari fueron directamente al hueso del asunto cuando cuestionó que hayan evitado la discusión histórica al poner animales autóctonos en los diseños de los billetes de 500 y 1000 pesos. Sabrina Ajmechet, también historiadora y docente de la UBA y la UNSAM, le dijo a Infobae que "está claro que llegaron a apagar incendios, que es un Gobierno que no tuvo tiempo de reflexionar, pero el pasado existe, si nosotros no lo interpelamos, lo seguirán haciendo otros". "Además, el pasado es parte de las currícula de las escuelas y en los últimos 8 años del gobierno anterior se invirtió mucho presupuesto en escribir un pasado muy autoritario, ahora hay que trabajar en un pasado que sea plural, que no sea una bajada de línea, y el Gobierno todavía no fue por ese lado".

El periodista Oscar Muiño, autor de una biografía de Raúl Alfonsín y otros libros de historia, fue todavía más crítico al decir que "el Gobierno tiene una idea fundacional y dice que el Estado tiene que ser neutral en el relato histórico. Mirá si Sarmiento y todos los que inventaron la Argentina lo hubieran sido. El Gobierno debería recuperar un sentido de la historia, un sentido plural de la historia, y se niegan a hacerlo".

Paradójicamente, quienes vienen del peronismo fueron más condescendientes con el Jefe de Gabinete que los que vienen del radicalismo. Es el caso de Mario Elgue, economista que empezó a militar con la llamada izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos y que fue funcionario K en los años 2003 y 2004, cuando estuvo al frente del INAES, un cargo que debió dejar porque denunció los negociados de las cooperativas que descontaban cheques y no estaban controladas por el Banco Central. "Contestó las preguntas que yo le había mandado previamente y también pude repreguntar", contó, "a mí me parece que respondió muy bien". Pedro Del Piero, un peronista que fue senador del FREPASO, dijo que "el pasado junta o divide, pareciera que la memoria puede ser plasticola o puede ser pólvora, ¿no?"

La doctora en Ciencias Políticas y docente de la Universidad Nacional de Rosario Graciela Mendíaz, en cambio, no ocultó en el debate su preocupación por el poco interés que tiene el Gobierno por lo que está pasando con la enseñanza de la historia. "Fue un grito de ayuda", le dijo a Infobae. Es que en "la UNR está dominada por la crítica a un supuesto Gobierno excluyente, mientras a los docentes lo único que les interesa discutir es la cuestión paritaria y se elogia al modelo anterior contra el actual, cuelgan carteles que hablan de resistir el ajuste y califican al Presidente de HDP. Es muy difícil enseñar así, y a nadie en el Gobierno le interesa".

Para Guillermo Ariza, periodista y politólogo de larga militancia en el desarrollismo, "despreciar el pasado también es una forma de manipulación. A la intencionalidad didáctica del kirchnerismo, un relato rudimentario de buenos y malos, el macrismo le opone otra simplificación, que no hay un pasado mítico y valioso al que volver. Ambos creyeron que en ellos se inicia una etapa fundacional, les pasa a todos, es una necesidad publicitaria de autoafirmación".

Peña evitó contestar las preguntas sobre el pasado, y se las dejó a Pablo Avelluto, que es socio del Club Político. El ministro de Cultura fue categórico al asegurar que "el Estado no debe intervenir en la construcción de un relato histórico, tiene que ser neutral", porque "no hay ningún momento virtuoso al que volver y nunca nos vamos a poner de acuerdo acerca de cuál fue mejor que otro". El politólogo Alex Guvenel estuvo de acuerdo con él: "creo que es una postura interesante, sobre el futuro puede haber más consensos que sobre el pasado, el pasado claramente nos divide, pero creo que es una visión demasiado optimista, porque también el futuro deseable puede dividirnos".

En el 2015, el PRO había armado un grupo propio de intelectuales al que le puso de nombre "Manifiesto". Además de Avelluto, estaba integrado por el actual titular de Argentina 2030, Iván Petrella, el subsecretario de Comunicación Estratégica, Hernán Iglesias Illa, el asesor presidencial "Pepín" Rodríguez Simón y otros funcionarios del por entonces gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. "Hoy Manifiesto no está activo, fue para la campaña", reconoce uno de sus fundadores. Avelluto, por su lado, dijo en varios reportajes que  "Cultura no es el ministerio de los intelectuales", lo que efectivamente se nota, porque esa oficina no propició ningún debate en torno a la historia.

En efecto, nadie podrá achacarle al Gobierno que haga un uso político del pasado, como desaforadamente lo hicieron los K. El mismo Paul Ricoeur, autor de la llamada "fenomenología de la memoria", enfatizó en varias oportunidades acerca de la patología que encierra el abuso del ejercicio de la memoria, esos pueblos que están tan atados al pasado que no pueden avanzar hacia el futuro,  pero también señaló el riesgo de "no considerar como vivas las posibilidades heredadas". Es que la historia es -también- presente vital y está inequívocamente expuesta a la reescritura permanente, como lo demuestra la caída del Muro de Berlín: cuando la historia NO terminó.

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