No se Ghana para sustos

No se Ghana para sustos
Por Horacio Verbitsky.

Año electoral con una oposición perpleja, que cuestiona detalles menores y no se pronuncia sobre cuestiones de fondo, y un gobierno proactivo que sabe a dónde va. La Fragata regresó sin que se pagara nada.

Macrì, Binner y La Nación proponen claudicar, postulan a Ghana como República modelo y a Nicolás Avellaneda como estadista pagador. El martes, políticos y empresarios almuerzan para ilusionarse con el poskirchnerismo. Las condenas por crímenes de lesa humanidad en la base de Mar del Plata.

Pocas cosas son más definitorias sobre el estado de la oposición política que los comentarios de los jefes de sus alas derecha e izquierda, Maurizio Macrì y Hermes Binner, sobre el retorno de la Fragata Libertad luego de su liberación sin pago alguno a raíz de la demanda argentina ante el Tribunal Internacional del Mar. Por su parte el radicalismo aparece más tironeado que nunca entre aquellas otras alternativas, en un decisivo año electoral en el que los remanentes del Grupo Ahhh... pondrán en juego su mejor cosecha legislativa en años, dado que se renuevan las diputaciones ganadas en 2009. La incógnita como desde hace tres años es el gobernador bonaerense Daniel Scioli, quien dice acatar el liderazgo de CFK pero no pierde ocasión para acentuar sus diferencias. Esa estrategia se aproxima al punto de saturación y en su carta a Ricardo Darín y durante la recepción de la Fragata, Cristina volvió a dejar en claro que para colmar sus aspiraciones Scioli no tendrá otro remedio que enfrentarla. Eso es lo que le planteó en forma aún más explícita Néstor Kirchner en 2010. Y el gobernador no se animó.

La sed y el hambre

Macrì le exigió al gobierno “evitar nuevos incidentes internacionales y embargos”, porque “tenemos cosas sin arreglar. Se pueden arreglar, no es tan difícil”. A su juicio “hay que resolver muchos juicios pendientes que tiene la Argentina” que “hoy limitan la inversión”. Binner contó que cuando el buque fue retenido en el puerto de Tema, su partido se comunicó con el partido de gobierno de Ghana, ya que ambos integran la Internacional Socialista. La respuesta fue que no podían hacer nada porque la Justicia era independiente y no respondía a la voluntad del Poder Ejecutivo. Para el ex gobernador de Santa Fe, Ghana es un ejemplo de República a imitar. Por su parte el matutino La Nación advirtió en un editorial “que los contratos de un Estado con empresas o individuos deben ser honrados, como proclamaba Nicolás Avellaneda”. Este es un mensaje críptico, que la tribuna de doctrina no se esmera por decodificar, porque está dirigido a quienes poseen las claves. Se refiere al más famoso discurso del político tucumano que presidió la Argentina hace catorce décadas. Al inaugurar el período de sesiones del Congreso de 1877, Avellaneda dijo que “los tenedores de bonos argentinos deben, a la verdad, reposar tranquilos. La República puede estar dividida hondamente en partidos internos; pero no tiene sino un honor y un crédito, como sólo tiene un nombre y una bandera ante los pueblos extraños. Hay dos millones de argentinos que economizarían hasta sobre su hambre y sobre su sed, para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros”. El abanico de posiciones alusivas de la oposición, que coincide con Avellaneda sin decirlo, contrasta con el nítido pronunciamiento oficial durante el acto convocado en Mar del Plata para recibir a la embarcación. En uno de los discursos más precisos de su segundo mandato, CFK acudió a una encendida verba nacionalista (que incomodó incluso a algunos partidarios provenientes de otras escuelas de pensamiento) y con citas de Belgrano, San Martín y Brown, repasó la lógica del endeudamiento del siglo XX, que durante la dictadura y la democracia neoliberal financió la desindustrialización, la pérdida del mercado interno y el desguace de las empresas públicas. Ese capital social acumulado por generaciones se remató a precio vil y lo recibido ni siquiera alcanzó para pagar el 20 por ciento de los intereses de la deuda. Para desandar ese sendero hacia el abismo fue preciso renegociar esa deuda, en los términos más favorables obtenidos por cualquier Estado en el mundo. El embargo de la nave fue un intento de quienes prefirieron quedar al margen de aquel acuerdo por cobrar el 100 por ciento de sus créditos y al mismo tiempo deslegitimar ese proceso de recuperación nacional. CFK también respondió a un editorial anterior en que La Nación destacó “el valor de honrar las deudas”, que fue la posición más reiterada entre las fuerzas opositoras. Preguntó por qué no comenzaba el diario por cancelar su deuda con la AFIP por impuestos impagos, aunque subestimó en dos tercios un reclamo que no asciende a 100 sino a 280 millones de pesos. Desde hace tres años y medio La Nación goza de la protección de una medida cautelar de la Corte Suprema de Justicia, lo cual lleva la mora a diez años. El diario invoca un decreto que rigió hasta julio de 2003. En la floreciente situación económica de 2009, otros medios, como Clarín, aceptaron el canje por publicidad de su deuda o la refinanciación a diez años del capital, sin intereses. Sólo La Nación decidió seguir reivindicando su derecho a no honrar las deudas propias mientras predica lo contrario en sus editoriales.

No sólo el padre

Al día siguiente, luego de anunciar la adquisición de vagones chinos para reemplazar los obsoletos de las líneas Sarmiento y San Martín, Cristina le contestó a Macrì. Lo hizo con un argumento ad hominem, recordando que las Sociedades Macrì (Socma), que presidía su padre es uno de los grupos empresarios cuya deuda externa fue asumida por el Estado. Aunque omitió que el joven heredero era vicepresidente ejecutivo del grupo, la observación presidencial es mucho más precisa y apropiada que la superflua carta dirigida a Ricardo Darín. A diferencia del actor, Macrì es un dirigente político que conduce uno de los mayores distritos, aspira a la máxima magistratura del país y cuestiona las estrategias públicas en curso, por lo que la réplica presidencial es parte del más legítimo debate político, para ilustración del soberano. La fracción del Partido Socialista que conducen el diputado Jorge Rivas y el subsecretario general de la presidencia Oscar González había adelantado un aporte valioso para entender la lógica macrista. La edición de enero-febrero del periódico partidario La Vanguardia reprodujo un párrafo muy pertinente: “El incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las Cámaras. El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año, un nuevo déficit. Cada cuatro o cinco años, un nuevo empréstito. Y cada nuevo empréstito brindaba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Cada nuevo empréstito daba una nueva ocasión para saquear al público”. El resultado invariable era “la ruina de una masa de pequeños capitalistas y el enriquecimiento fabulosamente rápido de los grandes especuladores” (Carlos Marx: “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”).

El sueño de los justos

Menos comprensible es la intervención de Binner, que no es un hombre de negocios dudosos sino un médico socialista sin interés conocido en los pases de magia financieros. La postulación de Ghana como modelo republicano es una de las ideas más bizarras que se hayan escuchado en mucho tiempo. Su cotejo con lo que ocurre en la Argentina tampoco se sustenta en los hechos. Además de las deudas incobrables de La Nación, varias iniciativas políticas del gobierno nacional han sido frenadas por decisiones de la Justicia, como la ley de servicios de comunicación audiovisual y la recuperación de las doce hectáreas sustraídas al patrimonio común por la Sociedad Rural, sin que el Poder Ejecutivo haya respondido con otra cosa que recursos judiciales y declaraciones políticas. De estrecha relación con el Reino Unido, al que está hermanada en la Mancomunidad de Naciones cuya titular simbólica es la reina británica Isabel II, Ghana figura tercera en la lista de paraísos fiscales ultra secretos para realizar transacciones ilegales, según el ranking confeccionado por la coalición de investigadores y activistas The Tax Justice Network Africa. Ese paraíso es también de hechura británica. Según el diario londinense The Guardian, el banco Barclays trabajó desde 2005 en estrecha relación con el gobierno de Accra para establecer un centro internacional de servicios financieros que ofreciera “bajos impuestos y mínima transparencia”. Al año siguiente, Barclays se instaló también en la Argentina, donde asesoró a la provincia de Buenos Aires para la colocación de deuda y, en 2010, lideró el grupo de bancos que operó el segundo canje de títulos argentinos en default. Las leyes de Ghana fueron modificadas para permitir que Barclays operara como banco offshore. Organizaciones internacionales de ayuda al de-sarrollo citadas por el diario expresaron temor de que “los barones de la cocaína, que cada vez más utilizan el Africa Occidental como ruta de tránsito hacia Europa, puedan lavar en Ghana el dinero de la droga”. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) advirtió a Ghana que su emergencia como nuevo paraíso fiscal podría estimular la corrupción y la criminalidad en toda la región. Como consecuencia de estas preocupaciones, el gobierno canceló la autorización concedida a Barclays, que una vez terminado el canje también cerró su oficina en Buenos Aires. Al mismo tiempo que encomió a la Justicia de la república africana, Binner opinó que el presidente venezolano Hugo Chávez Frías no está en condiciones de asumir el nuevo mandato para el que fue electo, ya que no prestó el juramento constitucional ante la Asamblea Nacional. En este caso, el jefe socialdemócrata no se siente obligado por la decisión del Tribunal Superior de la República Bolivariana, que es el órgano máximo de interpretación constitucional allí. Desde otro punto de vista podría argüirse que el oficialismo bolivariano está desperdiciando la oportunidad única de una nueva elección, en la que hoy es indudable que la candidatura de Nicolás Maduro repetiría la victoria obtenida por Chávez, quien antes de viajar para la cuarta operación en un año lo ungió como su candidato a sucederlo. Pero lo que no tiene sentido es el cuestionamiento a la decisión del tribunal que define la constitucionalidad de los actos del gobierno. Desde la izquierda extraparlamentaria a pesar de sí misma llegó el comentario más pintoresco sobre lo sucedido. Con la admirable naturalidad con que desde su alta mira explica todo lo que ya ocurrió y lo que está por suceder, el líder del partido “Obrero”, Jorge Wermus, sentenció (desde las páginas de La Nación, por supuesto) que “la Fragata viene a la Argentina como fruto del acuerdo de acatar el fallo de la Cámara de Nueva York del 27 de febrero”, sin molestarse por ofrecer algún elemento que fundamente semejante afirmación, contradictoria con todo lo que se sabe al respecto. Antes, Wermus había participado con la plana mayor de la paleoizquierda local en un acto frente al ministerio de Justicia para reclamar la renuncia de su titular, Julio Alak. Ni siquiera con el aporte del grupo minoritario de la CTA consiguieron ocupar más que unos pocos metros de la angosta calle Sarmiento frente al edificio oficial.

PASO adelante

Esos posicionamientos se pondrán a prueba en agosto, cuando vuelvan a celebrarse las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias de las que surgirán las candidaturas para los comicios legislativos de octubre. Tal como le ocurrió en 2011, la UCR sigue tironeada entre los reclamos divergentes de la transversalidad kirchnerista, el Peornismo Opositor, el Frente Progresista o el PROradicalismo, que le dificultan recuperar niveles perdidos de homogeneidad. La porción del radicalismo K que no sucumbió al cimbronazo de Cobos ha sumado ahora al ex candidato presidencial Leopoldo Moreau, cuya dificultad para construir una alternativa no desmerece la precisión de su cuestionamiento a lo que llamó el “antikirchnerismo bobo”. Esta descripción, en la que razonablemente ningún antikirchnerista se reconoce, engloba a quienes reclaman encolumnarse detrás de Maurizio Macrì porque, como dijo el heredointendente de San Isidro Gustavo Posse, es quien tendría más votos. Pero también alcanza al ex candidato Ricardo Alfonsín y quienes apuestan con él a un acuerdo con algún barniz ideológico, que incluya a los socialistas de Binner, los genios de Margarita Stolbizer y los camaleones libres del sur, que siguen con empeño las huellas de la inigualable Patricia Bullrich. El problema de todos ellos es que dirimir la cuestión en las PASO requeriría la previa conformación de una alianza por ahora impensable, pese al encuentro público de Posse con el primo inteligente de Macrì y el intendente de Malvinas, Jesús Cariglino. El macrismo ha avanzado más que cualquier otra fuerza en el pasado en sumar desgajamientos de los grandes troncos peronista y radical, desde los Santilli y los Ritondo, hasta los Aguad, Giúdici y Delich. Que esta construcción tradicional basada en intercambios de puestos y favores entre dirigentes pueda traducirse en una apelación atractiva para los votantes, es algo que está por demostrarse. Mientras, Cristina sigue suscitando una

adhesión social más fuerte que todas las contrariedades, incluyendo errores propios y factores externos, porque tiene más claro que nadie a dónde se dirige y con qué recursos.

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