Los concejales de Montenegro se reivindicaron con un guiño opositor

Los concejales de Montenegro se reivindicaron con un guiño opositor

Le otorgaron al intendente una de las medidas que había reclamado. Fue tras el sabor amargo de las fotomultas. El factor Scioli, aglutinante. Los tiempos de la circunvalación y el dato que no amerita ninguna fiesta.

Por Ramiro Melucci

“Necesitamos que esto avance”. En esas cuatro palabras Guillermo Montenegro concentró en marzo pasado su reclamo para que se apruebe una ordenanza que prohíba “la actividad sexual que se desarrolla en la puerta de la casa de los vecinos”.

Fue en el discurso inaugural de las sesiones ordinarias del Concejo Deliberante, en ese en que también ponderó su propuesta para aplicar fotomultas y el proyecto para implementar un sistema de reconocimiento facial de prófugos.

Los concejales del interbloque de Juntos, que integra a los del PRO, el radicalismo y la Coalición Cívica, finalmente le ofrendaron el viernes uno de aquellos pedidos: el que refiere al ordenamiento de la Zona Roja.

Después del trago amargo que debieron ingerir por la falta de consenso sobre el convenio de las fotomultas y la decisión del intendente de avanzar sin el aval del Concejo, tuvieron una reivindicación. “Pusieron lo que hay que poner sobre la mesa para llevar proyectos que piensan en lo que necesitan los vecinos”, los elogió Alejandro Rabinovich, senador provincial y mano derecha de Montenegro.

La victoria del proyecto que establece multas y arrestos para quienes no cumplan la regulación tuvo, en el tramo final, un guiño opositor. Sobre todo para que la ordenanza emerja del Concejo sin reproches reglamentarios ni planteos de nulidad.

Era lo que se predisponía a hacer el Frente de Todos si, como habían decidido Juntos y Acción Marplatense una semana antes, llegaban al recinto tres dictámenes de minoría. Pero no ocurrió: el oficialismo cedió y permitió que, aunque los proyectos ya habían sido tratados en las comisiones, volvieran a ser considerados en esos ámbitos internos antes de poner en riesgo la legalidad del expediente.

El guiño kirchnerista consistió en aceptar que ese nuevo tratamiento se hiciera de una vez, en una reunión conjunta de las comisiones de Políticas de Género, Seguridad y Legislación. Solo de esa forma (con una votación conjunta y no por separado) el interbloque de Juntos podía lograr un dictamen de mayoría. Y así sucedió. El proyecto oficialista ingresó al orden del día de la sesión ordinaria fruto de ese acuerdo, que también incluyó correr un día el plenario (del jueves al viernes) para que se respetara el tiempo que debe transcurrir entre la aprobación de las comisiones y el tratamiento en el recinto.

“Es una excepción para cuidar la reglamentariedad”, concedió Marina Santoro, presidenta del bloque del Frente de Todos, al aludir a la reunión conjunta de comisiones. El acuerdo, de paso, les permitió a los concejales kirchneristas no darle el gusto al gobierno local de repetir la teoría de que son el “no” permanente, a pesar de que se pronunciaron en contra del dictamen oficialista.

El PRO y el radicalismo reflejaron en sus discursos ese consenso básico para tratar los expedientes, alcanzado en en la reunión del martes de la Comisión de Labor Deliberativa. “Hubo aportes de todos los bloques, celebro la madurez política que tuvo este Concejo”, dijo Agustín Neme, presidente del bloque más afín a Montenegro (Vamos Juntos). “Los 24 concejales entendimos que este tema necesitaba una respuesta”, lo siguió la radical Marianela Romero. En otro contexto hubieran lamentado el voto en contra del kirchnerismo.

 

Solo en una reunión conjunta de comisiones el interbloque de Juntos podía lograr un dictamen de mayoría para su proyecto de Zona Roja. 

 

Los planetas quedaron alineados para que Juntos impusiera el proyecto de multas y arrestos.  A sabiendas de que el Frente de Todos y Acción Marplatense no lo acompañarían, apeló a un viejo conocido: Nicolás Lauría. Fue su voto el que le permitió obtener uno más que la oposición para convertirlo en ordenanza.

Una parábola del destino, la de Lauría. Un proyecto de su autoría, en sociedad con la Secretaría de Seguridad, inauguró el debate de la Zona Roja en abril del año pasado, y su voto terminó siendo clave en la función final. En honor a la verdad, habría que apuntar que aquel primer proyecto, que proponía mudar la actividad a la diagonal Canosa, contenía un cúmulo de defectos y una sola virtud: la de introducir la discusión.

La visión del intendente estuvo reflejada en la exposición de Neme, con énfasis en los padecimientos de los frentistas. Sin desconocerlos, Romero incluyó además los de quienes “no han conocido otra forma de llevar adelante sus vidas”. No fue el único matiz. Neme resaltó el papel de Montenegro como impulsor de un debate que durante décadas nadie dio; la radical llegó a decir que la iniciativa que envió el Ejecutivo al Concejo “no era completa”, por lo que hubo que incorporar programas promovidos por el Frente de Todos. Compensó aclarando que mucho de todo eso el gobierno municipal “ya lo está llevando adelante”.

Como sea, a partir de ahora la pelota quedó en la cancha del Ejecutivo. Según la ordenanza, deberá establecer los lugares y horarios en que estará habilitada la oferta y demanda de sexo en la vía pública. Se abrirá un plazo de 45 días para realizar reuniones o recibir solicitudes de los sectores involucrados. Vencido ese tiempo, el Ejecutivo “los determinará sin más trámite”, dice la norma. “Hay que buscar la mejor opción para todos”, se limitó a comentar el intendente.

Para hacer respetar las zonas y horarios, la Secretaría de Seguridad podrá requerir asistencia policial. Entonces se verá si, como espera Montenegro, la ordenanza resuelve el conflicto o, como pronosticó Acción Marplatense, la aplicación trastabilla en ámbitos judiciales.

La definición llegó un día después del “superjueves” en el que el gobernador Axel Kicillof y el ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Daniel Scioli, acapararon toda la atención. Habría que tomar nota de un puñado de datos. El desembarco del ex mandatario bonaerense a la cartera productiva le otorga un nuevo aire al vínculo del Gobierno nacional con Mar del Plata. La efervescencia se vio en las actividades que compartió con sectores productivos e industriales. También en las fotos políticas sin exclusiones. Se mostró con Kicillof. También con Fenanda Raverta y Rodolfo Iriart, enfrentados en el plano doméstico.

La visita de Kicillof corroboró una intención que se venía palpando en la estrategia del Frente de Todos: la de no eludir al anfitrión. El gobernador ubicó a Montenegro a su lado en un acto de entrega de escrituras. Allí aprovechó para anunciar que a fines de agosto se licitará la circunvalación. La fecha, cabe apuntar, suena lejana. Acaso porque la obra se anticipó hace más de cinco meses.

El dato de la desocupación cayó en el final de la semana como un elixir. El 5,8% es la cifra más baja en 27 años. Autoridades provinciales y municipales no tardaron en capitalizarla. Unos dijeron que la creación de empleo se ha dinamizado. Otros que es fruto del esfuerzo que hacen a diario los marplatenses. Sería una verdadera fiesta si no fuera por la circunstancia aciaga de que ya no alcanza con tener trabajo para no ser pobre.

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