Son fondos adicionales al swap de monedas acordado con Donald Trump y Scott Bessent. Las entidades reclaman respaldo colateral del Tesoro de EEUU o del gobierno argentino.
Los principales bancos estadounidenses mantienen trabadas las negociaciones para concretar un préstamo de 20.000 millones de dólares a la Argentina, ante la falta de definiciones sobre qué tipo de collateral o aval respaldará la operación.
El acuerdo, impulsado por la administración de Donald Trump para sostener al gobierno de Javier Milei, enfrenta demoras porque las entidades —entre ellas JPMorgan Chase, Bank of America, Goldman Sachs y Citigroup— exigen garantías claras, ya sea del Tesoro de Estados Unidos o del propio Estado argentino, según informó The Wall Street Journal en un artículo.
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Aunque el Tesoro estadounidense ha tomado el control del diseño del paquete financiero, los bancos señalan que no pueden avanzar sin un respaldo explícito de Washington. La línea de crédito aún no fue cerrada y, de no resolverse la cuestión del collateral, podría no concretarse, advirtieron en la publicación del diario estadounidense.
Un portavoz del Tesoro declaró que las negociaciones continúan y que se espera ofrecer más detalles una vez concluidas las conversaciones. La falta de una garantía clara mantiene en suspenso una de las operaciones financieras más relevantes para el futuro inmediato de la economía argentina.
Incertidumbre por las garantías: Argentina o EE.UU., quién pone el respaldo
El punto central de la negociación gira en torno a quién asumirá la garantía del préstamo: si será el gobierno argentino o el propio Tesoro estadounidense. Los bancos presionan para que haya un respaldo tangible, ya sea con activos, reservas o una cobertura oficial de Washington, que minimice el riesgo de pérdidas.
En este contexto, The Wall Street Journal señala que Argentina podría ofrecer bonos soberanos o ingresos fiscales futuros como garantía, aunque esas opciones son consideradas poco viables. Los bonos locales valen muy por debajo de su valor nominal, y comprometer futuras recaudaciones, podría generar rechazo político dentro del país.
A lo largo de la historia, este tipo de operaciones tuvieron colaterales sólidos. En 1995, por ejemplo, México garantizó un préstamo de 20.000 millones de dólares con exportaciones de petróleo durante la llamada “Crisis del Tequila”. En cambio, el swap de divisas entre el Tesoro y Argentina, que también forma parte del paquete de 40.000 millones de dólares, no requiere legalmente garantías, lo que incrementa los riesgos para el Tesoro estadounidense.
“Los riesgos de estas operaciones son inusualmente altos”, advirtió Brad Setser, exsubsecretario adjunto del Tesoro durante la administración Obama, citado por WSJ. “Si el peso se deprecia —algo que muchos consideran inevitable—, el Tesoro podría terminar sosteniendo activos que pierden valor”, añadió.
Contexto argentino y el rol del Tesoro
La crisis argentina vuelve a ser el telón de fondo. El país ha estado excluido de los mercados financieros internacionales durante años, con una economía marcada por inflación crónica, déficit fiscal y múltiples incumplimientos de deuda soberana.
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Según The Wall Street Journal, el Tesoro estadounidense también acordó intercambiar 20.000 millones de dólares por pesos argentinos para reforzar las reservas y ayudar a estabilizar la moneda local. Sin embargo, la depreciación del peso —que cayó más de 30% frente al dólar en lo que va del año— amenaza con erosionar el valor de ese swap si el FMI exige liberar el tipo de cambio.
El Tesoro estadounidense defendió la iniciativa al calificarla como “un puente hacia un mejor futuro económico para la Argentina, no un rescate”, aunque evitó detallar si existe alguna garantía específica que respalde el acuerdo.
La resolución de este tema será clave: sin un esquema de garantías sólido, los bancos podrían retirarse del acuerdo, poniendo en riesgo el plan financiero entre Donald Trump y Javier Milei, según indica el informe de The Wall Street Journal.
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La iniciativa impulsada por Washington para establecer un swap con la Argentina no solo despertó expectativas en Buenos Aires, sino también tensiones en los organismos internacionales.
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Según The Wall Street Journal, el movimiento generó fricciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), principal acreedor del país, al que la Argentina le debe más de 60.000 millones de dólares. La preocupación gira en torno a las posibles prioridades de pago que Estados Unidos podría favorecer en este nuevo esquema financiero.
De acuerdo con el diario estadounidense, durante reuniones recientes en la capital norteamericana, funcionarios del FMI expresaron inquietud ante la posibilidad de que la Casa Blanca impulse un trato preferencial para el repago de la deuda bilateral con Estados Unidos, dejando en segundo plano los compromisos del país con el Fondo.
Frente a estas versiones, un vocero del FMI buscó llevar calma, asegurando que el organismo “mantiene su compromiso de apoyar a la Argentina en su esfuerzo por restaurar la estabilidad económica y acelerar el crecimiento, junto con las autoridades argentinas y el Tesoro de Estados Unidos”.
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El contexto no es menor: el swap propuesto absorbería casi la totalidad de los recursos disponibles del Fondo de Estabilización Cambiaria del Tesoro norteamericano, un mecanismo utilizado en pocas ocasiones. La última vez que se recurrió a él fue en 1995, cuando el presidente Bill Clinton lo empleó para asistir a México durante la “crisis del tequila”. En aquella oportunidad, los préstamos fueron respaldados con exportaciones de petróleo y devueltos en su totalidad, marcando un precedente exitoso.
Por el momento, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) confirmó haber alcanzado un principio de acuerdo con el Tesoro de Estados Unidos sobre los términos del swap, aunque sin ofrecer mayores detalles.
Por último, el anuncio del acuerdo del swap trajo algo de alivio en los mercados, provocando un repunte momentáneo del peso argentino. Sin embargo, ese respiro fue efímero: horas más tarde, la moneda volvió a ceder terreno frente al dólar, reflejando la persistente fragilidad económica y la incertidumbre que rodea las negociaciones.
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