Bailando al ritmo de CFK

Bailando al ritmo de CFK

Por Nelson Castro

En sectores de la sociedad se viven aires de lo que fue la crisis de autoridad asociada a la catástrofe de 2002.

Es cierto que, sometida a la retahíla incesante de sus enojos, disgustos y ansiedades y otros avatares de su permanente mal humor, la calidad de los ardides político-institucionales de la ex presidenta en funciones viene en picada. Cristina Fernández de Kirchner no se toma recreos. No bien da por terminado un capítulo de su pelea contra el presidente Alberto Fernández –su elegido– se apresta a preparar el siguiente y, al mismo tiempo, sostiene a viva voz su pelea contra la Justicia. Es, en rigor de verdad, lo único que le interesa. Mantener el control férreo sobre el Poder Judicial para escapar al destino de condena y posible cárcel la desvela. El crescendo de ese desvelo ha llegado a tal extremo que ya ni siquiera le interesa cuidar las formas.

En la órbita del Senado se ha cometido lisa y llanamente un fraude por orden de CFK. Se trata de la pueril jugada de fracturar el bloque del Frente de Todos contra Todos –denominación que ha dejado de ser una ironía para transformarse en una cruda realidad– para quedarse con un senador por la segunda minoría en la composición del Consejo de la Magistratura. Ese espacio correspondía al senador Luis Juez. El oficialismo pretende colocar así dos senadores afines por la mayoría y uno por la segunda minoría en el órgano encargado de la selección, nombramiento y proceso disciplinario de jueces y fiscales. Hubo un detalle que hizo aún más endeble la maniobra a todas luces espuria: el incumplimiento de los plazos establecidos para hacerlo.

La experiencia indica que del Frente de Todos contra Todos se puede esperar cualquier cosa. Lo curioso fue la tibia y tardía reacción de varios miembros de la oposición. “Hubo senadores de diferente color político, incluidos los radicales, que retrocedieron a la hora de ir contra CFK. Era el momento de programar una acción conjunta e inequívoca para marcarle la falta a la vice. Muchos se asustaron. Se derritieron ante el poder”. El autor de esas durísimas palabras fue el propio Luis Juez de acuerdo a lo confirmado por al menos tres fuentes parlamentarias. La indignación del legislador cordobés no pasaba tanto por el ardid kirchnerista sino por la falta de un apoyo contundente desde su bloque que se tradujera en acciones concretas y efectivas para detener la maniobra K.

 

En la Cámara baja ocurrió algo similar. Reuniones de bloque, idas y venidas incesantes que le dieron tiempo a Sergio Massa para negociar e intentar diferenciarse de la vicepresidenta. Accedió a la propuesta de Juntos por el Cambio y designó a la diputada de la UCR Roxana Reyes para integrar el Consejo de la Magistratura ampliado. La reacción de repudio para con el presidente de la Cámara baja debió haber sido inmediata.

De todos modos, la decisión de Massa enfureció a la ex presidenta en funciones, que se sintió abandonada en su cruzada por controlar el Consejo.

Ensañamiento K contra Alberto

“El único plan que desde el Gobierno se aplica sin descanso es el que busca la impunidad de CFK. En este caso la intención también tiene que ver con la suma de poderes para moverse con el desparpajo que necesitan para pisotear las instituciones”, aseguró otro legislador que no terminaba de digerir la medida.

En ese tren, la movida que rumia ahora la vicepresidenta es la ampliación de la Corte Suprema. Es una medida que busca replicar la realizada por el ex presidente Carlos Menem con el mismo afán que persigue hoy CFK: lograr una Corte adicta. Hoy es altamente improbable que esto pueda suceder. La composición de las cámaras legislativas ha dejado de estar bajo el dominio K. Habrá pues mucho ruido y pocas nueces. Lo mismo es probable que suceda con el proyecto del impuesto a la renta inesperada. Esta iniciativa va a ser agitada por el oficialismo en pos de un objetivo: la creación de un enemigo.

Este es un punto táctico clave en la estrategia para entender lo que vendrá. Lo único que puede mantener unido al oficialismo es la existencia de un enemigo. El fracaso de la gestión de AF y compañía aleja cualquier posibilidad de éxito alrededor del cual surjan coincidencias internas. La cotidianidad del Gobierno transita por un estrecho callejón en el que unos se dedican a hablar mal de los otros y viceversa. Es mucho el tiempo que se dedica a este quehacer desgastante e inútil.    

De aquí a las elecciones de 2023 todo será así, es decir, la exacerbación y la búsqueda de una Argentina binaria, de supuestos buenos contra supuestos malos.

Lo mismo sucederá en los sectores más duros de la oposición.

Sobre esto, cabalga un estado del humor social que gran parte de la dirigencia no solo política no llega a detectar. La marcha del campo organizada por la Asociación Argentina de Productores Autoconvocados –de reciente creación– es un llamado de atención. Representa no solo una protesta contra las malas políticas del Gobierno, sino también un llamado de atención a la conducción de entidades como la Mesa de Enlace que se ha visto superada por sus bases.

Se vive en muchos sectores de la sociedad un estado de situación con aires de lo que fue la gran crisis de autoridad asociada a la catástrofe socioeconómica de 2002.   

Fue el tiempo en el que el eslogan “que se vayan todos” se enseñoreó en cientos de marchas y asambleas barriales que durante meses fueron parte de aquel tiempo de angustia, indignación e impotencia de una sociedad que se sintió estafada en lo económico y defraudada en lo moral. Asistimos por entonces a la materialización de un verdadero estado preanárquico que, en general, es el caldo de cultivo del cual emergen gobiernos de sesgo autoritario y opuestos al régimen republicano que consagra la división de poderes como lo demuestra día a dia el kirchnerismo que nació de esa crisis.

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