El miedo al Presidente rengo

El miedo al Presidente rengo

Por Eduardo van der Kooy

La propuesta de acuerdo con la oposición apunta a la gobernabilidad. De paso, a dejar también aislado al kirchnerismo.

 

Nunca desde 1983 un proceso electoral ha estado cargado, como ahora, por tanta incertidumbre. La memoria enfila por reflejo hacia el 2003, la puerta de salida de la gran crisis del 2001. En aquel año prevaleció una proliferación de candidatos cuyo objetivo central consistió en evitar el regreso de Carlos Menem al poder. El afortunado resultó Néstor Kirchner. Pero a diferencia del presente, la economía había logrado estabilidad y comenzado su repunte.

A cuatro meses de las PASO y 48 días del cierre de la inscripción de las candidaturas, las monedas andan ahora por el aire. Sólo Mauricio Macri ha ratificado que va por la reelección. Aunque sigue merodeada por matices. Cristina Fernández se mantiene muda. Se comporta como si estuviera dispuesta a competir. Alternativa Federal, donde talla el peronismo no kirchnerista, no logra salir de su cabildo abierto. Allí Roberto Lavagna y Sergio Massa asoman como protagonistas principales. La realidad económica es durísima, no se detectan señales que permitan vislumbrar el fin de la recesión. La inflación persiste y la volatilidad financiera concede hasta ahora sólo treguas breves.

 

El macrismo, mientras aguarda de la economía novedades mejores, se empeña en transmitir certidumbres políticas. Fue lo que indujo a Marcos Peña, el jefe de Gabinete, a componer una fotografía de la unidad. Que sobrepasó a las primeras espadas del PRO e, incluso, del círculo aúlico presidencial. Apareció también, por ejemplo, Sebastián García De Luca, el segundo de Rogelio Frigerio. Identificado por historia con Emilio Monzó. El titular de la Cámara de Diputados emigra a fin de año de Cambiemos. Se observó a Joaquín de la Torre, el ministro de gobierno de Buenos Aires. Traído por María Eugenia Vidal de las comarcas peronistas del conurbano. Un dirigente que no suele comulgar a libro cerrado con los postulados y las estrategias del macrismo.

El objetivo de Peña apuntó a exhibir un apoyo amplio a la candidatura de Macri. A disipar definitivamente dudas internas y externas sobre el llamado “Plan V”. La posibilidad que la gobernadora de Buenos Aires, en caso que no se logre un anclaje financiero y tampoco mejore la valoración social del ingeniero, se convierta en candidata a presidente. La conjetura fluyó en el mundo empresario y desató un debate entre los socios radicales. La onda expansiva golpeó en los mercados del mundo. El senador peronista, Miguel Angel Pichetto, estuvo una semana en Washington y Nueva York. Conversó con una treintena de fondos de inversión. Sin excepciones, lo interpelaron sobre la chance de aquel reemplazo dentro de la oferta electoral de Cambiemos.

Peña, con aquella panorámica tomada en torno a una mesa en la casa del ministro bonaerense Cristian Ritondo, intentó colocar un epitafio al debate. Con seguridad obtuvo una tregua. No mucho más. El epitafio será escrito cuando dentro de Cambiemos se verifiquen en las semanas venideras un par de cosas. Si las herramientas que el Fondo Monetario Internacional (FMI) autorizó al Banco Central (la intervención sin restricciones) son útiles para tranquilizar a los mercados. También si el plan de emergencia con precios y tarifas alcanza a aplacar el estrés que padece la sociedad.

En el interín, todos los experimentos resultan atendidos. Así como en el poder produjo alarma aquella encuesta de Isonomía que dio hipotética amplia victoria a Cristina sobre Macri en un balotaje, otra reciente de mucha paridad causó alivio. El mismo trabajo indicó que Vidal derrotaría con claridad a la ex presidenta en una eventual competencia entre mujeres. Tal ensayo provocaría un interrogante: ¿Tiene Cambiemos un candidato alternativo a la actual gobernadora en Buenos Aires?. No lo tiene. Esa carencia sería el primer escollo enorme para pensar en el trueque de los postulantes oficiales. Aunque los audaces disponen de respuesta para todo: mejor sería retener el poder nacional que la provincia, dicen. Verdad a medias: ¿alguien imagina cómo podría garantizarse la gobernabilidad en medio de la crisis, con el distrito más importante del país en manos de la oposición?. Esa experiencia ingrata la sufrió Fernando de la Rúa.

Macri y Peña aspiran a erradicar especulaciones de la escena. Perciben su permanencia como un síntoma de debilidad. Que llenaría de turbulencias los meses que restan para la finalización del mandato. Existe un cálculo que provoca temor. Si el ingeniero resignara la reelección, se convertiría en un presidente sin horizonte. En medio de dificultades económicas y de gestión. Un mandatario rengo, según el apunte que supo hacer el asesor Jaime Durán Barba.

Aquella condición podría terminar dañando la gobernabilidad. Algo que el macrismo en minoría parlamentaria supo administrar con destreza estos años. Durán Barba es proclive a no desdeñar enseñanzas de la historia. Los ojos se fijan en la experiencia que transitó Raúl Alfonsín. El líder radical no tenía derecho constitucional a la reelección. Se habilitó con la reforma de 1994. Ni bien se instaló la candidatura de su presunto sucesor, Eduardo Angeloz, todas las dificultades cobraron otra dimensión. La inflación galopante de aquel tiempo lo forzó a anticipar los comicios para mayo. Después de la derrota de Angeloz, bajo la presión del sindicalismo y el PJ, también debió adelantar para julio la entrega del poder a Carlos Menem. Un detalle no escapa al macrismo: aquel era un peronismo recién renovado. Ahora el Presidente tiene enfrente al kirchnerismo encallado en los 70. Habituado a observar el mundo a través del cristal de Cuba y Venezuela.

Ese temor activó el boceto de un acuerdo de diez puntos que el Gobierno conversó con algunos dirigentes del peronismo. El texto aspira a revertir la endeble confianza externa. Persigue dos ideas simultáneas: consolidar la gobernabilidad en la compleja transición electoral; exponer al kirchnerismo como la única fuerza incapaz de ofrecer previsibilidad. Exhibe, sin embargo, un par de problemas: llega con demora y en un tiempo inoportuno. Pudo haber alumbrado con facilidad, tal vez, cuando Cambiemos ganó las legislativas del 2017. Ahora impera la campaña y resta poco para las PASO.

Lavagna le quitó rápidamente el cuerpo. Massa seguirá un sendero similar. Pichetto y el mandatario de Salta, Juan Manuel Urtubey, que conversaron con Frigerio, serían un músculo de poca masa para sostener aquel acuerdo. El Gobierno afirma que no hay apuro para cerrar trato. Espera que pase la elección de Córdoba del 12 de mayo que Juan Schiaretti parece tener bastante servida. El gobernador de Córdoba, que se someterá luego de la votación a una cirugía en Houston, asoma como referencia ineludible para ambos bandos.

El Gobierno confía que su posible respaldo al acuerdo terminará por arrastrar a la mayoría de los gobernadores del PJ. En Alternativa Federal, suponen que su opinión ordenará candidaturas en un espacio empantanado por las diferencias entre Lavagna y Massa. Schiaretti posee como Pichetto estas convicciones: la necesidad electoral y política de progresar con la tercera vía; la conveniencia que las candidaturas se diriman en internas.

Tal desafío pretende quebrar en principio la polarización a la que juegan Macri y Cristina. Aún si no lo consiguieran, querrían convertirse en salvaguarda para la futura institucionalidad. ¿Cómo sería?. Aunque no llegaran al balotaje conformarían un bloque parlamentario (las bancas se definen con los votos de octubre)dispuesto a obstaculizar cualquier ensayo de radicalización.Podría ocurrir en caso de un regreso de Cristina al poder.

La observación no suena antojadiza. La ex presidenta, aún sin hablar, va dejando huellas sobre lo que imagina. Aparecen transparentes en su libro “Sinceramente”. Divulgó un spot publicitario con la persecución de la cual sería víctima de parte de jueces macristas. Un grupo de intelectuales K, reunidos en El Manifiesto Argentino, reposición de la antigua Carta Abierta, propone eliminar el Poder Judicial por un impreciso y sospechable Servicio de Justicia. El jefe del bloque de diputados kirchneristas, Agustín Rossi, recriminó a Pichetto por haber criticado la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.

Cristina tendría otra decisión tomada. Su hija, Florencia Kirchner, permanecerá en Cuba el tiempo que haga falta. Aún cuando su trastorno de salud estaría superado. Es la forma que tiene de protegerla de la Justicia por las causas de Los Sauces y Hotesur, en las cuales está procesada y embargada. La joven no tiene fueros. El régimen de Raúl Castro le brinda resguardo.

El dilema reside aquí para los Tribunales Orales Federales (TOF) 5 y 8 que administran aquel par de causas. Sus jueces han requerido nueva información médica sobre la salud de la hija de Cristina. No les llega. Los plazos para su permanencia en La Habana, incluso los más generosos, vencieron. No saben cómo actuar. O no se animan.

Cristina tampoco se pronunció sobre el desastre en Venezuela. Lula dijo desde la cárcel que no compartía la política económica de Maduro. Nada más. A José Mugica, ex presidente de Uruguay, se le ocurrió aconsejar a los manifestantes en Caracas no colocarse delante de las tanquetas. Que durante la represión pasaron por encima de personas. Evo Morales visualizó los desmanes sólo como un intento de golpe de Estado.

Todos ellos –con excepción de Cristina-- combatieron en su tiempo dictaduras feroces en sus países. Ahora convalidan la ostentación del poder militar, los presos políticos y los muertos. Cinco en las últimas refriegas. Denigrante metamorfosis de la política.

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