Alberto Fernández ya hace planes de gestión, pero se ve en un contexto muy frágil

Alberto Fernández ya hace planes de gestión, pero se ve en un contexto muy frágil

Está obsesionado con las reservas. Viaja una semana a España y teme que la crisis se agudice. De la tensión a un regalo de Calamaro.

 

Mauricio Macri y sus ministros felicitaron a Hernán Lacunza por la conferencia de prensa del miércoles en la que anunció que el Gobierno apostaba a refinanciar la deuda para calmar el dólar y los mercados. Esa misma tarde, Alberto Fernández le hizo saber a la Casa Rosada su disgusto por aquella presentación. Les dijo que el dólar iba a volver a dispararse y propuso que se decretaran 24 o 48 horas de feriado cambiario hasta que se debatieran nuevas ideas para enfriar la moneda y el riesgo país. Su obsesión hoy es que no se dilapiden más reservas. En la Casa Rosada lo siguen con lupa: entienden que sus declaraciones solo colaboran para que se fuguen más dólares.

En el entorno de Fernández opinan que el Presidente es consciente de la delicada situación que atraviesa. “Hubo un cambio en el Macri de la primera conversación con Alberto y el de los últimos días”, aseguran. Aunque ese cambio -advierten- no alcanza porque el Ejecutivo solo desacierta con las decisiones y se mantiene atado a sus dogmas. El candidato kirchnerista viajará este domingo a España y permanecerá durante una semana. Prevé un encuentro con el primer mandatario español, Pedro Sánchez. Cree que, al regresar, la crisis argentina se habrá agudizado.

Curiosamente, Fernández estaba en ese mismo país en enero de 2018 . No avizoraba entonces ningún rol protagónico. Desde allí les contó a sus amigos los detalles de su reconciliación con Cristina -con la que se volvió a ver tras su regreso de Cuba- y que ella le había asegurado que no estaba en condiciones de dar una pelea por la presidencia. Nunca imaginó que un año y medio más tarde iba a estar él a un paso de convertirse en presidente. En aquel viaje por Europa hizo una escala en Roma para visitar al papa Francisco en el Vaticano. El encuentro ni siquiera fue contado en los diarios. No era noticia.

 

Aún hoy la figura de la ex presidenta a veces lo eclipsa. ¿Hasta qué punto a va a gobernar con autonomía cuando él mismo reconoce que el 80 por ciento de los votos son de Cristina? La Cámpora es otro enigma, pese a la concordia que intentan mostrar. Quienes caminan al lado de Fernández reconocen que mucha gente lo saluda por la calle, pero que otros indagan sobre esa alianza.

Podría dar fe Sergio Massa, que acaba de llegar de unas vacaciones familiares y se perfila para ser el presidente de la Cámara de Diputados. En el aeropuerto de Panamá se topó con un matrimonio mayor que le contó que había votado a Macri. Ya resignados a la derrota, ambos lo apuraron: “Decinos, Sergio: ¿van a gobernar ustedes o va a gobernar ella?”

El contexto en el que avanza la postulación del Frente de Todos es de suma fragilidad. La incertidumbre popular pasa por el futuro de la economía. Al candidato lo consultan sus votantes y también los que no lo quieren nada. Parte de esta incertidumbre y de sus planes de gestión serán temas que Fernández abordará en Madrid en su encuentro con Sánchez.

Macri todavía cree en el milagro de dar vuelta la elección, aunque está lejos de reponerse del golpe que recibió en las urnas. “Mi impotencia es que ya estábamos cerca de salir”, afirma cuando rememora la noche negra. A su lado tampoco hay consuelo. La inflación mayorista de julio marcó 0,1%. Ahora volverá a subir fuerte. En la Rosada saben que no hay nada para hacer si no se estabilizan la economía y el dólar. Solo si esas variables ayudan se podrá pensar en una estrategia de campaña para los últimos 30 días. Por ahora, los primeros focus groups que realiza el equipo de Jaime Durán Barba vuelven a exhibir descontento. “No nos podemos enojar con la gente”, dicen.

Sí, en cambio, ha crecido el malestar con empresarios, formadores de opinión pública y periodistas. “Algunos se dieron vuelta como si nada. ¿Van a volver a pagar coimas para poder hacer obras? ¿Van a avalar a una asociación ilícita? ¿Van a convivir con quienes los escrachan?”, se preguntaba días atrás uno de los amigos de la infancia del jefe de Estado.

El caso que más se menciona por estos días es el de Marcos Galperín. Les resulta simbólico. El dueño de Mercado Libre fue, durante buena parte de la era M, uno de los preferidos. Galperín fue parte de una polémica de campaña cuando Juan Grabois acusó a su empresa de “contrabando, evasión, especulación financiera, abuso al consumidor y competencia desleal”. Pero días atrás, golpeado por las pérdidas de su empresa luego de la derrota de Macri, concurrió a las oficinas porteñas de Alberto Fernández. Algo, al parecer, le hizo ruido. Tras esa charla mantuvo un contacto telefónico con el Presidente.

Macri parece vivir el proceso inverso al que experimentó los meses previos a su asunción. Las luces ahora se apagan para él y se encienden sobre su rival. Fernández, sin embargo, evita definiciones fuertes. Cualquier palabra de más podría meterlo en una polémica de la que hoy prefiere escapar. “Jugamos a no cometer errores. Vamos ganando”, se sincera uno de los hombres que se perfilan para el Gabinete.

A propósito. La decisión del ganador de las PASO es no designar ministros con anticipación, al revés de lo que hizo Daniel Scioli en la previa de 2015. Juran en su equipo que no le dio la palabra a ninguno de que ocupará determinado puesto.

“Como decía Néstor, el que suena, suena”, explica Fernández en la intimidad. Por el momento solo arma perfiles: quiere ministros jóvenes, cierta paridad entre hombres y mujeres y es posible que convoque a extrapartidarios, incluso a algún dirigente con el que haya tenido diferencias públicas. Es lo que se escucha. Que se haga es otra cosa. La lista de los que se autoproclaman es larga. El único que se bajó fue Juan Manzur, a quien muchos veían como probable jefe de Gabinete. Quiere seguir en Tucumán y tener peso desde afuera. Alberto promete recostarse sobre varios gobernadores. Es el contrapeso que imaginan sus colaboradores frente a la presión de La Cámpora.

En medio de la vorágine, Fernández se distrae con mensajes de figuras de la música y el espectáculo. Andrés Calamaro lo contactó para regalarle una guitarra. El candidato no pudo atenderlo porque no llegó a registrar la procedencia del texto. Pero Calamaro igual le hizo llegar el mensaje. Le ofreció que eligiera entre una Gibson y una Martin y se despidió con una frase: “Alberto Fernández al gobierno, Litto Nebbia al poder”.

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