Vivir solo, privilegio de pocos: los jóvenes necesitarían ganar $ 500.000 más para llegar a pagar un alquiler

Vivir solo, privilegio de pocos: los jóvenes necesitarían ganar $ 500.000 más para llegar a pagar un alquiler

La promesa de libertad individual choca con una realidad en la que ni siquiera se puede pagar un techo donde vivir: 70% es lo que debería aumentar, al menos, el ingreso de trabajadores jóvenes para llegar a alquilar. Mientras tanto sobreviven compartiendo, endeudándose o volviendo a la casa familiar.

Por

EUGENIA RODRÍGUEZ

 

Si Federico se quiere ir de viaje con su familia a algún lugar y tiene que comprar dólares y Chembo los tiene que vender para pagar el alquiler, entonces, le vende sus dólares a Federico, es una transacción entre privados y los dos están contentos”, así defendió esta semana el ministro de Economía, Luis Caputo ante un público colmado de empresarios y financistas el modelo económico del gobierno de La Libertad Avanza, y su impacto en una Argentina cada vez más fragmentada. Además del cuestionado ejemplo del funcionario, lo cierto es que vivir solo se transformó en una misión imposible y más aún para las y los jóvenes que deben destinar al menos la mitad de lo que ganan a pagar un alquilar y necesitarían un aumento de más del 70% para llegar efectivamente a pagar un lugar donde vivir, sin tener que recortar otros gastos esenciales.    

Si bien el acceso a la vivienda es un problema para toda la población (los hogares inquilinos pasaron del 16% en 2010 al 21% en 2022 a nivel nacional) afecta de manera particular a este segmento etario que enfrenta mayores tasas de desempleo y números más altos de informalidad: 7 de cada 10 jóvenes tiene empleo no registrado. También de precarización laboral: el valor promedio de un monoambiente en CABA -por ejemplo- demanda el 52% de un salario promedio joven, ingreso que debería tener un aumento de -al menos- medio millón de pesos extra para alcanzar una relación aceptable (no más del 30%) respecto al gasto del alquiler. 

De esta manera, cada vez son menos las oportunidades que tienen las y los trabajadores jóvenes para ingresar y sostener un alquiler: el 50% de los inquilinos del país son hijos de padres inquilinos lo que evidencia que la imposibilidad de tener casa propia ya afecta a varias generaciones y explica el crecimiento acelerado de la población inquilina en la última década (+40% en grandes centros urbanos). Así, mientras el titular de la cartera de Economía del gobierno de Javier Milei los incentiva a vender dólares ahorrados -que probablemente tampoco tengan- para pagar un alquiler y que otros viajen al exterior, en el día a día las y los jóvenes dependen de ayudas de familiares o personas cercanas y/o tienen que desplegar estrategias para complementar sus ingresos como endeudarse con entidades varias, y hasta la convivencia se convirtió en una necesidad para poder alquilar. Alquilar solo cuesta vida.

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 Alquilar solo cuesta vida

En nuestro país la población inquilina se ubica en torno al 20% del total, y si bien el acceso a la vivienda se ha transformado en una problemática generalizada, lo cierto es que afecta con más intensidad a algunos segmentos más que a otros. Tal es el caso de las y los jóvenes que enfrentan serias dificultades para, con sus ingresos, poder acceder a un techo dónde vivir.

“La postergación de la emancipación del hogar familiar se ha convertido en un reflejo de una dura realidad. Además, la falta de datos públicos y sostenidos sobre la temática dificulta la elaboración de políticas públicas acordes a la dimensión del problema”, publicó al respecto el Instituto de Desafíos Urbanos Futuros (IDUF) desde donde vienen siguiendo la particular situación de esta franja etaria. Las barreras para lograr ingresar a un alquiler son cada vez más difíciles de franquear y combinan desde ingresos propios insuficientes, hasta recibos de sueldo inexistentes en un escenario de creciente informalidad, garantías propietarias difíciles de conseguir, seguros que duplican el gasto de alquilar, y exigencias de comisiones y pago de meses por adelantado que transforman al acceso a una vivienda en una misión casi imposible.

Según datos oficiales (INDEC) en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) la tasa de hogares inquilinos subió del 16% al 18% en los últimos siete años, a su vez en el Gran Rosario la población inquilina pasó del 13% a 16%, mientras que en Gran Córdoba se expandió del 22% al 26% y en Gran Mendoza el crecimiento fue mayor al escalar de 19% al 25%. Si se tiene en cuenta solamente la Ciudad de Buenos Aires, el salto fue aún mayor: del 29% al 37%.  

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En el caso puntual de CABA, desde el IDUF calcularon un Índice de Emancipación (IDE) a través de analizar la relación entre los valores promedio de los alquileres de departamentos y los salarios promedio de los jóvenes de 18 a 24 años. Los resultados son contundentes: el valor del alquiler de un monoambiente (en torno a $320.000 promedio) representó el 52% un salario joven (en torno a $620.000 promedio) . A su vez, si el inquilino/a suma a otra persona como pareja o amigo para intentar amortiguar los gastos en un departamento de dos ambientes el gasto se lleva igualmente casi la mitad (35%) de la suma de dos salarios jóvenes.

Con esta información sobre la mesa, el centro de investigación se preguntó, ¿cuánto les faltó a las y los jóvenes para alcanzar una relación aceptable entre sus salarios y el valor de un alquiler? Hay que recordar que las normas internacionales sostienen que lo recomendable para que un hogar goce de estabilidad habitacional es que dedique menos de un tercio de sus ingresos a la totalidad de los gastos en vivienda. En concreto, para alcanzar esa relación “aceptable” un trabajador formal joven precisaría casi medio millón de pesos ($455.000) extra. Dicho de otra manera, debería tener un incremento del 73% en lo que cobra. En el caso de la convivencia, se requerirían $215.000 adicionales, un 17% mas.

“La relación entre alquiler y salario continúa por encima de lo que se considera asequible” destaco el director del IDUF, Manuel Socías y remarcó que los datos ponen en evidencia “una deuda pendiente”. 

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Esto ocurre en un escenario nacional donde el alquiler se lleva gran parte de los ingresos familiares. Según la última Encuesta Nacional Inquilina, el 67% de los hogares destina entre el 30% y el 50% del ingreso al alquiler, y un 14% llega a gastar más del 60%.  En el caso de jubilados/as, el promedio es del 49%. Ello en un marco donde tras la derogación de la Ley Nacional de Alquileres (N° 27.551) la actualización de precios se da en un 78% de los casos cada menos de 6 meses (55% ajusta por inflación) contra la mayoría de las paritarias "pisadas" debajo de la inflación mensual.

Desempleo y precarización

Las y los jóvenes que se ven en la necesidad de destinar la mitad de lo que ganan para alquilar dependen de ayudas externas y/o despliegan estrategias para complementar el salario. De hecho, una problemática social acuciante es el endeudamiento estructural que afecta en general a los hogares y que lleva a que el 72% esté endeudado (un tercio de esa deuda es para pagar el alquiler).

Lo anterior se entiende de la mano de la realidad laboral de la juventud argentina: los últimos datos del mercado laboral disponibles evidencian que la tasa de actividad de las y los jóvenes fue, en el primer trimestre del 2025, del 52,9% entre los varones y del 42,3% entre las mujeres, ubicándose 17,3 y 9,3 puntos por debajo de las tasas totales para varones y mujeres, respectivamente. En cuanto al empleo, las tasas de 44,9% (varones) y 34,2% (mujeres) quedaron 20,4 y 12,7 puntos por debajo de la población total de cada sexo considerado.

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La menor estabilidad laboral va de la mano de mayores niveles de desocupación que tanto en mujeres como en varones jóvenes llega a duplicar a la población general.  En detalle, el desempleo de las mujeres jóvenes se posicionó en 19,2% en el primer trimestre del 2025, esto es 1,9 puntos por arriba de igual periodo del 2024, siendo además 11,3 puntos mayor a la desocupación total. Este segmento evidenció el mayor incremento interanual en la población desempleada al comienzo de este año. Por su parte, la desocupación en varones jóvenes fue de 15,1%, (+1,0 punto vs. 1T2024), esto es 7,2 puntos más alta que la tasa a nivel general. Los números grafican una realidad alarmante: en solo un año de administración libertaria, la desocupación de las y los jóvenes argentinos toco el pico más alto para un primer trimestre de los últimos cuatro años. 

La imposibilidad de acceder a una vivienda va de la mano en nuestro país del tipo de trabajos a los que se accede y las condiciones laborales y salariales: los jóvenes experimentan también una tasa de informalidad significativamente más elevada que otros grupos etarios: se ubicó en 68%, esto es 26 puntos más elevada que la tasa global. O sea, casi 7 de cada 10 trabajadores con edades entre los 16 y los 24 años son informales. 

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Finalmente, desde hace ya varios años el crecimiento de trabajadores monotributistas supera la creación de empleo asalariado formal en el sector privado y esto se acentuó desde fines de 2023 con el incremento de monotributistas (+75.000) en paralelo a un retroceso significativo en los puestos de trabajo asalariados registrados (-195.000 empleos asalariados) y podría agudizarse dada la reforma laboral que flexibiliza las formas de contratación (mayor periodo de prueba, abarata el despido y legaliza contratos vía los “colaboradores/monotributistas”) agravando, particularmente, la realidad de las y los jóvenes del país.

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