Tres años tirados a la basura

Tres años tirados a la basura

El Presidente promete pacificar Rosario desde que asumió. Panelista de la violencia. Otro milagro de Messi. El traje que le cabe al gobernador.

Por Pablo Fornero

El archivo, en la mayoría de sus versiones, es tan contundente como inapelable y demoledor. De modo abrumador, el ejercicio periodístico de ir a buscar al pasado suele ser ordenador. Quizás no tanto para la política, que entrega enroques y volteretas respetables, pero sí para la gestión. Y mucho más en cuestiones hiper sensibles para la calle. Rosario, como se vio again esta semana, está envuelta en un clima de violencia, narcotráfico e inseguridad sin fin. La amenaza a Lionel Messi solo amplificó el problema que arrancó hace rato. La situación se le fue de las manos al gobierno de Santa Fe y el municipal no tiene herramientas para combatir el combo. Por eso se impone con urgencia la ayuda de la Casa Rosada, contribución que el presidente Alberto Fernández promete desde hace más de tres años. En el medio se acumularon y acumulan más homicidios, balaceras, extorsiones, un desmadre general que superó todo límite que el Estado pueda poner.

 

El 27 de febrero de 2020, al pie del Monumento a la Bandera, Fernández dijo: “Estoy aquí para solucionar los problemas del narcotráfico y el crimen organizado”. Eran tiempos prepandémicos y de un Presidente con una imagen positiva de 70 puntos. Sonó esperanzador su discurso y recibió aplausos ensordecedores y una suerte de devolución de alivio tras sus palabras. Una sensación de que Nación se hacía cargo para acomodar la cosa. “Vamos a dar la batalla que tengamos que dar junto al intendente y el gobernador. Los criminales no tienen derecho a adueñarse de la vida de los rosarinos”, se envalentonó el titular de la Rosada.

Más de tres años después, y luego del ataque al supermercado y la amenaza a Messi, Fernández afirmó este viernes en C5N: "Lo que pasa en Rosario y en Santa Fe es un problema muy serio que se llama crimen organizado…uno de los problemas que tiene Santa Fe es la policía santafesina”. Ninguna novedad, Presidente.

Tiene un simbolismo muy fuerte la comparativa. De una afirmación en 2020 cargada de sentido y con toda una esperanza por delante a un diagnóstico repetido, trillado y desprovisto de responsabilidades. Casi una tomada de pelo para los rosarinos y rosarinas. Rosario no necesita panelistas, precisa un trabajo coordinado entre todos los Estados involucrados, con Nación a la cabeza.

Otra visita al archivo, en este caso mucha más cercana en el tiempo. Fernández abrió el miércoles 1 el periodo de sesiones ordinarias del Congreso. Mencionó a Rosario solo una vez para recordar que decidió el desembarco de mil gendarmes a la ciudad y habló de narcotráfico para chicanear a la Corte Suprema que, a su entender, tiene responsabilidad en las vacantes de cargos en la Justicia Federal. Nada más, no profundizó, no describió un posible plan para atender la compleja situación. Cero.

Generó así la bronca del gobernador Omar Perotti que interpreta – hace rato – que para robustecer el fuero federal, encargado de investigar narcotráfico, se precisa por sobre todas las cosas que el Frente de Todos avance sin peros y decisión política con un proyecto impulsado por el grueso de legisladores y legisladoras santafesinas.

Menos de 24 horas después, y solo a partir de la balacera al comercio de la familia Roccuzzo, Fernández y el oficialismo arrancaron con una batería de medidas tan necesarias como increíble, una de ellas el llamado a debatir a partir de este miércoles el fortalecimiento de la justicia penal federal en Santa Fe. Messi todo lo puede, desde una apilada para dejar en ridículo a un defensor de 20 años hasta despertar a un gobierno anestesiado. Parece gracioso, pero es una tristeza enorme.

A Perotti también el cabe el asunto. El gobernador no puede jugar a la víctima, ese traje no es para él. Porque durante mucho tiempo, al menos hasta la mitad de su mandato, cuidó hasta el extremo su vínculo con Fernández. Incluso, cuando era evidente que el problema se agudizaba en Rosario. Además, Perotti tiene la responsabilidad política de conducción de la policía provincial, en el ojo de la tormenta de funcionarios, fiscales, criminólogos y periodistas.

En Santa Fe la policía es parte del problema. Y ese es un saco que le toca al gobernador. Perotti, que prometió paz y orden, termina su ciclo envuelto entre muertes y balaceras y con una situación mucho más grave que cuando asumió. Y la pregunta se impone: ¿cuál es su plan en seguridad? ¿o cuál fue su plan para pacificar Rosario? ¿Minimizó el problema o lo desconocía?

Porque suena y resuena que delegó el tema. Primero en Marcelo Sain, luego en Jorge Lagna y luego en un comisario retirado como Rubén Rimoldi. Pero desde a Sain a Rimoldi hay un extremo y ningún puente de contacto, ni ideológico ni de método. Ahora Claudio Brilloni, el nuevo ministro, es respetado por todos y todas, oficialismo y oposición, una persona de conducta intachable y de cuerpo presente en la calle. Pero se impone otra pregunta para Nación y Provincia, la última al menos de esta columna: ¿hay plan? ¿había plan?

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