El larretismo y la difícil misión de "humanizar" a Larreta

El larretismo y la difícil misión de

El jefe de Gobierno empezó a mostrarse más descontracturado con el Mundial y con un nuevo amor, pero la puerta de entrada para un Larreta más "suelto" fue la de las actividades culturales, herramienta clave para llevar la campaña de la Ciudad al resto del país y viceversa.

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CARLA PELLIZA

El jefe de Gobierno porteño se encontró con un problema camino al 2023. Su posible solución se charló hacia adentro del equipo, fue aceptada y empezó a ejecutarse: la humanización de Horacio Rodríguez Larreta será uno de los intentos de campaña para el año electoral, aunque no ocupará el centro de la atención. El mandatario buscó construir una imagen de fortaleza en materia de gestión, aspecto compartido por su equipo de funcionarios, pero quedó rengo a la hora de mostrar un costado más empático, relajado, de vínculo con la gente. Y se empezó a trabajar en esa tarea. Tal vez más a las escondidas, pero el blanqueo de una relación amorosa escondida por años fue el puntapié inicial de un programa que seguramente se profundizará.

Cuando Larreta cerró el 2022 junto a cientos de referentes PRO y aliados de todo el país, optó por darles remeras de la Selección a todos. Las razones fueron obvias: en primer lugar, se dio en pleno Mundial; en segundo, llevó el mensaje de “ponerse la camiseta” del larretismo; y en tercero, quiso descontracturar los típicos actos de traje y canapé para empezar a mostrarse más suelto. De hecho, hasta se lo vio jugando al metegol.

En sus redes sociales, invadió con publicaciones de gritos de gol en plazas junto a los vecinos que se acercaron a pantallas gigantes e incluso también se mostró celebrando en Estados Unidos, completamente desaforado, durante una gira de instalación internacional. También empezó a intentar enviar gestos de amor a su pareja, Milagros Maylin, blanqueada luego de que su ex esposa, Bárbara Diez, lo pusiera en un lugar incómodo al echarle en cara una infidelidad. La actual, dejó su cargo en el Gobierno porteño para dedicarse a acompañar al mandatario en su campaña y darle la mano en las recorridas.

 

Pero la misión de humanización no es nueva, lleva bastante tiempo y su puerta de entrada fue la cultura. Este área será clave para el año que viene porque, con la excusa de que la Capital Federal es la capital del país y, por lo tanto, debería tener representación de todas las expresiones de la Patria, funcionó, funciona y funcionará como una herramienta de enlace entre distritos para que la CABA ponga un pie en cada provincia. Pero, además, para garantizar visitas de los candidatos larretistas y para fortalecer vínculos, en especial con territorios propios y territorios más acomodados a los vientos de turno.

A diferencia de otras recorridas por el interior comandadas por Larreta, las culturales tomaron la costumbre de ser más distendidas. No son reuniones breves cada 20 minutos sino almuerzos o desayunos largos para entablar vínculos clave para, con tiempo, generar los lazos con figuras importantes de cada distrito y no caer, como de un paracaídas, sólo para el año electoral. Así se construyó, por ejemplo, el vínculo con La Mona Jiménez, un semi Dios cordobés al que el jefe de Gobierno conoció durante una comida privada de dos horas, sin necesidad de firmar contratos ni generar propuestas. Acercaron miradas, luego lo invitó a la Ciudad y siguieron con la relación que seguramente será importante para el año que viene.

En Córdoba, como ya contó El Destape, Cambiemos enfrentará un escenario electoral complejo dado que el larretismo quiere a Luis Juez como candidato a gobernador, por la simple razón de que hay chances de perder, y a Rodrigo de Loredo como postulante a intendente de la ciudad capital, porque ganaría sin lugar a dudas. Pero el radical de Evolución se subió a la pelea por la provincia, empujado por un Mauricio Macri que no mostró la mejor relación con el actual senador que integra el bloque PRO y aún no hubo chances de acuerdo.

La pata cultural será importantísima. Gracias al “intercambio” y la necesidad de gestionar en la actualidad para garantizar la representación de todas las expresiones del país en la CABA, la Ciudad avanzó llevando festivales porteños al interior y viceversa. Firmó acuerdos, logró meterse en provincias y no solamente será útil para la campaña de Larreta sino también para la de otros, como la de Diego Santilli en Buenos Aires.

 

La clave pasó por una construcción previa. Con viajes constantes, el Ministerio de Cultura se encargó de participar varias veces en cada una de las fiestas más importantes del país, sin cámaras, para mostrarse proclive al diálogo y, una vez con el terreno preparado, llevar al jefe de Gobierno para pasar un rato relajado, sin estar a las corridas. Pareciera ser la premisa de este tipo de construcción cuya cara visible es la de Enrique Avogadro, el titular de esa cartera y el designado para el plan cultural que debería configurar la alianza camino al 2023.

En paralelo, en la Ciudad seguirán con los programas de gestión, como el Pase Cultural, la preparación del carnaval 2023, el BAFICI, actividades independientes y la promoción de una agenda de verano en territorio porteño sin descuidar la pata federal que este área puede abrir, casi de forma solapada, para hacer campaña en todo el territorio.

En el larretismo, entendieron que el jefe de Gobierno tiene capacidad de resolver problemas de forma rápida y correcta. Sin embargo, en el último tiempo optaron por reforzar y evitar errores producto de la distracción en la gestión porteña que, a fin de cuentas, será la obra que mostrará al resto del país para decir “todos podemos vivir así”.

Lo que le faltó, que Patricia Bullrich logró explotar muy bien, fue el contacto con la gente y el compartir momentos. Los viajes del jefe de Gobierno al interior suelen ser exprés y aburridos, de pocas horas, con muchas reuniones y un regreso veloz. Los de la ex ministra de Seguridad, todo lo contrario. En el PRO calificaron su campaña como una campaña peronista, con encuentros junto a la militancia, empanadas, guitarreadas y mucho territorio.

Larreta también se encargó de bajar a las calles. Todas las semanas optó por visitar el conurbano bonaerense, cada quince días hacerlo en el interior. Pero, claramente, la agenda le quedó muy ajustada y le impidió empezar a construir una imagen relajada que, tal vez, pocos crean real. No será la clave del 2023, pero es algo que se empezó a fabricar y que intentará encontrar algún nivel de éxito.

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