La ilusión republicanista o el populismo realista

La ilusión republicanista o el populismo realista

La idea de ilusión ha acompañado siempre las críticas hacia el populismo desde sus orígenes. No ha sido la única pues también se lo ha catalogado de autoritario, anti-institucional, cortoplacista, demagogo…y varias calamidades más. 

Por Sergio De Piero.

A la hora de presentar los datos empíricos, los indicadores que sostengan aquellas afirmaciones, el panorama es menos claro; algunos datos negativos aislados le sirve para definir lo que sería un panorama general para definir una política económica; tomar un par de frases sueltas para sostener que eso es la ideología populista; la conducta de un simpatizante del espacio político presentada como si fuese la palabra de un dirigente nacional; una medida necesaria que se toma en una emergencia, evaluada como si ella constituyera una política definitiva. Las críticas a los gobiernos denominados populistas están desbordantes de retazos, de ideas sueltas y en ocasiones mucho menos que eso, frases que apenas son ocurrencias.

El argumento que levantan es que no es necesario esa fundamentación porque todos esos males están en la esencia del populismo. Hay ya mucha producción sobre eso mismo, quienes lean esta columna pueden encontrar autoras y autores que han hecho referencia a esta cuestión. Y sin embargo esa idea del populismo que por un lado no es mas que una mera ilusión cortoplacistas, combinada con un poder autoritario en expansión (caracterizaciones que ya de por si son bastante complejas de congeniar) siguen recorriendo distintas instancias de sectores políticos, medios de comunicación o incluso entre algunos inmóviles círculos intelectuales. Estos últimos merecen una mirada particular: me cuesta entender cómo a lo largo de las décadas esos intelectuales, a la sombra de un supuesto republicanismo en el que conviven con personajes poco afectos a las leyes, repiten una y otra vez la misma solicitada desde hace 70 años; alcanza con leer el primer renglón para saber cómo será el resto del texto, porque nunca nos sorprenderá una línea de innovación, de actualización de nuestra propia vida política. Un eterno (esperado) retorno a la sociedad elitista de finales del siglo XIX y una condena moral sin espacio para el diálogo contra el populismo peronista.

Esa es la reproducción interminable que llevan adelante en nombre del republicanismo, incluyendo a actores que con entusiasmo alentaron y sostuvieron golpes militares mientras le negaban al populismo la capacidad de representar siquiera una propuesta. Se escucha reiteradamente: “El gobierno no tiene un plan económico”, pues si no se siguen los postulados de nuestro liberalismo vernáculo, no se tiene plan, no hay siquiera derecho a la existencia de una alternativa, esas propuestas en todo caso son acciones demagógicas sin la seriedad que requiere una política pública y un plan de gobierno. Expresado esto por sectores políticos que endeudaron al país llevándolo a una crisis económica de escala. La cantidad de áreas donde se repite esta dinámica es más que amplia. El republicanismo ha consagrado discursivamente a la educación como un valor y una política fundamental para un proyecto de país; sin embargo, gobiernos que se han identificado con esa tradición como el de Fernando de la Rúa o el de Mauricio Macri, llevaron adelante políticas restrictivas presupuestariamente sobre esa área.

El primero intentó de la mano de su entonces ministro de economía Ricardo López Murphy un recorte feroz al sistema universitario; el segundo, hace apenas unos años, recortando programas educativos de diverso tipo como el Conectar Igualdad y deprimiendo los salarios docentes. ¿Qué hicieron los gobiernos populistas que no creen en la educación? Durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, por ejemplo, se crearon 17 universidades; hace días se elevó al Congreso la propuesta de creación de otras 5. ¿Cómo se evalúa ilusorio o directamente en contra de la educación semejante política? La creación de universidades en distintos territorios del país ha dado resultados muy claros: la abrumadora mayoría de los y las jóvenes de esos lugares no habrían iniciado estudios universitarios si la institución no hubiese llegado allí. No debe haber evidencia mas contundente que un edificio en donde se dictan clases, se investiga, se transfiere conocimiento. Ha recrudecido en los últimos tiempos la estigmatización y el ataque al conurbano bonaerense, señalándolo como un espacio donde solo habita el delito. Allí es donde se han asentado varias nuevas universidades desde 2009/2010, como una construcción mas a todo lo que se produce y hace en esa región.

Desde luego este modo maniqueo de partir la política que pone a los sectores populares incluso fuera de la ley no es nuevo y es lo que mantiene vivo en Argentina a una categoría política fundamental expresada solo por la negatividad: el antiperonismo. Si el peronismo perdura, no es menos notable que su rechazo tenga en nuestro país una forma casi institucionalizada. Y en esa línea también podemos observar la permanencia del discurso que le niega entidad política, o si se la otorga no sería una democrática. En los últimos meses han recrudecido las agresiones en particular al presidente de la Nación, sobre todos los aspectos políticos o personales que se pueda pensar. A una periodista le pareció buena idea llamar “punga” al Presidente de la Nación; algunos dirigentes opositores no parecen recordar que la moderación es un valor en democracia y uno llego a proponer “romperle la cara”. Los que tienen un proyecto político serio, optan por las agresiones personales; los demagogos, soportan esas agresiones, sin decir palabra. Estamos cerca de nuevas elecciones y retornan las palabras republicanas que no nos hablan de hechos, de políticas concretas, sino otra vez, de la demonización del populismo y de abundantes ilusiones sobre políticas que pudieron llevar adelante hace apenas dos o tres años atrás y que en cambio obraron en contrario. Frente a la ilusión, el populismo seguirá pensado en la política.

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