La pobreza mostró una fuerte baja según el Indec, pero estimaciones privadas revelan el real impacto de la inflación, la crisis de ingresos y los cambios metodológicos.
Por
Rodrigo Núñez
La última medición oficial del Indec mostró una caída abrupta de la pobreza, llevándola a mínimos no vistos desde 2018. Sin embargo, detrás de ese dato se abre un debate técnico y político: distintas estimaciones privadas señalan que la mejora fue menor y que parte del descenso se explica por factores metodológicos y no económicos, en un contexto todavía marcado por la inflación y la crisis de ingresos.
Si se corrige la medición ajustando la canasta básica total a los ponderados 2017/2018 y además se adapta con la mejor captación de ingresos que tiene el Indec desde mitad de 2024, los pobreza representaría el 42%, es decir, 11 puntos más de los que dice el organismo estadístico.
Según las últimas cifras del Indec, la pobreza pasó del 52,9% en el primer semestre de 2024 al 31,6% en la primera mitad de 2025. La baja, de más de 21 puntos porcentuales en apenas un año, fue presentada como uno de los datos sociales más contundentes del período reciente. Sin embargo, el número llamó la atención de economistas y analistas: ningún otro indicador social o laboral mostró una mejora de esa magnitud en tan poco tiempo.
Por eso, el interrogante central no es si la pobreza bajó -algo que la mayoría de las mediciones reconoce- sino cuánto lo hizo realmente y por qué. Allí es donde aparecen las diferencias entre la estadística oficial y los escenarios alternativos elaborados por consultoras privadas.
El rol de la canasta básica y su actualización pendiente
Uno de los puntos clave está en la forma en que se calcula la línea de pobreza. El Indec utiliza una Canasta Básica Total (CBT) basada en patrones de consumo de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) 2004/2005, una estructura que quedó desfasada tras dos décadas de cambios en los hábitos de consumo y un largo ciclo de inflación alta.
Las estimaciones alternativas que actualizan esa canasta con datos más recientes muestran que la línea de pobreza sería más exigente. En términos simples: hoy los hogares destinan una menor proporción de su gasto a alimentos y una mayor a servicios, transporte, educación y otros rubros no alimentarios. Al no reflejar plenamente ese cambio, la medición oficial tendería a subestimar el nivel de pobreza.
Ingresos declarados y el “efecto estadístico”
El segundo factor clave es la captación de ingresos en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). En un contexto de alta inflación, muchos hogares tienen dificultades para identificar con precisión cuánto ganan, lo que históricamente generó subdeclaración de ingresos, sobre todo en los sectores informales.
Los estudios más recientes muestran que, desde fines de 2023, mejoró de manera significativa la declaración de ingresos en la EPH. Ese fenómeno tiene un efecto directo: al registrarse ingresos más altos, más personas quedan estadísticamente por encima de la línea de pobreza, aun cuando su situación material no haya cambiado en la misma proporción.
De acuerdo con estas estimaciones, la mejora en la captación de ingresos explica una parte sustancial de la caída que muestra el Indec, incluso más que la evolución “real” del poder adquisitivo.
La serie de pobreza corregida por efectos distorsivos arroja una incidencia de 42% de la población en el primer semestre, 11 puntos por encima del umbral difundido. El 42% implica una baja de 14,2 puntos contra el pico del primer semestre de 2024, cuando INDEC arroja una baja de 21,3 puntos.
Qué dicen las estimaciones alternativas sobre la pobreza
Al combinar ambos ajustes —actualización de la canasta y corrección por subdeclaración de ingresos— surgen escenarios distintos al oficial. En lugar de una baja de 21 puntos porcentuales, la reducción de la pobreza entre el primer semestre de 2024 y el de 2025 sería de entre 14 y 16 puntos.
Eso implica una mejora bastante más moderada. Además, al comparar con períodos anteriores, estas mediciones muestran que el nivel actual de pobreza es similar al de finales de la gestión de Mauricio Macri y apenas inferior al cierre del gobierno de Alberto Fernández, muy lejos de la caída pronunciada que sugiere la serie oficial.
En este análisis técnico se enmarca el trabajo difundido por la consultora Equilibra, que plantea la necesidad de revisar de manera integral la metodología para evitar lecturas distorsionadas en un contexto de crisis económica persistente.
La desaceleración de la inflación en 2024 y 2025 "ayudó a estabilizar ingresos y a frenar el deterioro social", señaló el documento. Sin embargo, los especialistas advirtieron que una parte importante de la mejora estadística no se traduce necesariamente en un alivio tangible para los hogares más vulnerables.
El consumo masivo sigue mostrando señales débiles, el empleo informal continúa en niveles elevados y la capacidad de ahorro de las familias permanece muy acotada. En ese marco, la discusión sobre cómo se mide la pobreza no es solo técnica: también condiciona el diagnóstico de la crisis económica que el mismo Gobierno propulsó.
La diferencia entre las cifras del Indec y las estimaciones privadas no invalida la estadística oficial, pero sí expone sus límites en contextos de alta inflación y fuertes cambios en los ingresos. Para los analistas, actualizar la canasta básica y transparentar los efectos de la captación de ingresos es clave para contar con un termómetro social más preciso.


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