La batalla escénica la ganó Macri

La batalla escénica la ganó Macri

El jefe de Gobierno estuvo sereno y suelto. Scioli perdió se mostró incómodo y llegó a confundir con sus ataques.

El primer debate de la historia del país entre dos finalistas de una contienda presidencial permitirá volver a probar si una imagen puede valer más que mil palabras.

Claro que ese axioma tiene más chances de cumplirse si por intentar ser agresivo las palabras son reiterativas y confusas, como le pasó en varios tramos de la noche a Daniel Scioli.

 

 

 

El gobernador tenía claro que la armonía ya no le suma votos, pero fue tan forzada su tenacidad que se lo vio inmóvil, nervioso, incómodo y con recurrentes gestos de fastidio.

 

 

 

Entrenado, Macri lo aprovechó. Se mantuvo sereno, frío, inmutable y hasta se animó a bromear en dos ocasiones durante el primer bloque, la primera porque Scioli no respondía a sus preguntas (“Ahora entiendo a los periodistas. Es frustrante”, bromeó) y luego por la sobre actuada furia de su contrincante.

 

 

 

“Daniel ¿Qué te pasa? Pareces un panelista de 6,7 y 8”, lo burló Macri, sin perder una calma que le permitió ignorar las acusaciones sobre sus propuestas económicas, tal vez sin costo alguno.  

 

 

 

Impostado, Scioli nunca lo llamó por el nombre y prefirió referirse a él como “ingeniero”. Estaba tenso, transpiraba y no podía controlar sus tics cuando hablaba Macri, quien tuvo además un estudiado manejo facial: casi no movió su rostro y sólo se le escapó un suspiro de fastidio cuando por segunda vez Scioli le achacó no apoyar la política de ciencia y técnica.

 

 

 

A diferencia de otras acusaciones que prefirió obviar Macri ya había aclarado que sí respaldaba esa faceta del Gobierno, una prueba más de que Scioli realmente no lo escuchaba. El jefe de Gobierno se preocupó en mostrar que sí lo hacía: anotaba mientras su oponente hablaba. Costaba creer que lo necesitara.

 

Salvo en ese instante, Macri no volvió a mover sus cejas, ni siquiera cuando su contrincante logró incomodarlo al provocar las únicas risas de la noche, al recordar que no resolvió “ni siquiera el problema de los trapitos”. Fue el mejor momento del gobernador, pero su cuerpo siguió petrificado y su rostro rabioso.  

 

 

 

En los dos minutos habilitados para exponer sobre cada tema, el jefe de Gobierno se transformaba mágicamente en el personaje de los spot: desplazaba groseramente sus pómulos para sonreír y ensayaba un discurso amistoso, casi de tono infantil. Scioli seguía diferente al de la tele, agresivo, casi enojado, como si diera el discurso de cierre de campaña.  

 

 

 

Además de su poco estética gesticulación (que combinaba ojos adormecidos y boca semi abierta, volcada hacia un costado) al gobernador se le desacomodó la corbata en varias ocasiones y sorprendió al retirarse raudo en el segundo corte, mientras Macri bajaba a la platea a paso bien lento. Por razones desconocidas, el gobernador tardó en volver y lo hizo al trote. Disimuló con la única risa de la noche y la sigla en V con sus dedos. 

En el cierre también se vieron las diferencias en el manejo corporal. Tras abrazarse, Macri saludó con un apasionado beso a su mujer y Scioli ni supo que Karina Rabolini lo esperaba a su lado para darle un mejor. O parecido. Se apuró en despedirse de Juliana Awada y al girar casi choca bruscamente a su esposa. Después se fueron rápido. Y Macri se quedó un rato más en el escenario. 

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