Por la bajante, el plástico en el río se concentra

Por la bajante, el plástico en el río se concentra

"Al haber menos volumen de agua y menos capacidad de transporte por parte del río, la concentración de plástico es muy elevada", dijo un científico del Conicet

Según un estudio de 2019 realizado por la Universidad de Newcastle (Australia) en colaboración con WWF, con las bebidas y los alimentos que consumimos, ingerimos alrededor de 2.000 pequeñas piezas de plástico cada semana, equivalente a una tarjeta de crédito o una lapicera. Por año, sería un poco más de 250 gramos. ¿Cómo influye la bajante del río en Santa Fe?

“Las cantidades de plástico son las mismas; lo que ocurre es que al haber menos volumen de agua por la bajante y menos capacidad de transporte por parte del río (porque tenemos un caudal sumamente reducido) las concentraciones de plástico que estamos encontrando son mucho más elevadas”, dijo Martín Bettler, científico e investigador del Conicet en el Instituto Nacional de Limnología, en diálogo con el programa Ahí Vamos (de 9 a 12 por FM 106.3 La Radio de UNO).

“Lo que nos permite esta bajante, muy entre comillas, es la oportunidad de ver y dejar al descubierto justamente el daño y la magnitud de esta contaminación plástica, porque ahora sí podemos ver esos residuos que de otra manera estaban hundidos”, agregó, aclarando que al contrario de lo que intuitivamente se asume, la mayoría de los plásticos comerciales no flotan y se posan sobre el lecho del río.

El daño que ocasionan aquellos fragmentos más grandes, llamados “macroplásticos”, como tanzas de pesca, botellas y bolsas, son tremendamente nocivos para la fauna autóctona. “Son ingeridas por ejemplo por caranchos, enredados hasta la muerte en viejas tanzas o fragmentos de redes que quedan en árboles cercanos a la superficie del río”, explicó el experto.

Desde 2016, Bettler lleva adelante estudios en los cursos de agua del río Paraná, la laguna Setúbal y en cauces cercanos, donde detectaron un alto índice de contaminación por plástico. Son casi 100 botellas por kilómetro sobre las márgenes del río, pero los microplásticos son otro problema.

El plástico que comemos

“En cuanto a los microplásticos, aquellas partículas más pequeñas que son producto de la fragmentación de la ruptura de los grandes (bolsas, botellas, bandejas, etc.), en eso encontramos, dependiendo del lugar, cifras muy alarmantes de más de 5.000 partículas por metro cuadrado de sedimento”, informó. “Son 5.000 partículas de un material completamente exógeno, antrópico, es decir externo al ambiente y de origen humano, que no se degrada o que su degradación es lentísima, con los consiguientes daños hacia la fauna; entre ellos, estamos ya seguros de que son ingeridos lamentablemente por peces y por aves”.

Estas partículas que se miden en nanómetros, y son unidades extremadamente pequeñas, se ha encontrado que pueden migrar desde el tracto digestivo de los peces hacia el músculo, que es lo que nosotros ingerimos naturalmente. Por otro lado, los mariscos, que se comen completos, serían incluso peor.

“Esas nanopartículas de plástico tienen un agregado que quizás es incluso lo más peligroso, porque el plástico comercial como lo vemos nunca viene solo, nunca se trata del polímero como tal: tienen agregados que son distintos metales o distintos elementos químicos que se utilizan para dar ciertas características deseables a nivel comercial, como puede ser la flexibilidad, que sea transparente o algún tipo de color”, advirtió Bettler. “Esas partículas luego se liberan en el tracto intestinal y traen aparejado serios daños en el sistema endocrino por ejemplo, que es aquel encargado de enviar señales reproductivas o tareas de ese tipo que se van a ver limitadas o en algunos casos incluso completamente anuladas”.

¿Cómo se combate?

El experto fue tajante: los ciudadanos no somos los primeros responsables. “Hay una serie de cuestiones a mi criterio de cómo se debe abordar el problema. Primero entender en la escala jerárquica de culpas que hay en todo esto, no en un sistema acusativo, sino simplemente de responsabilidades, ubico al consumidor en lo último”, expresó Bettler.

“Lo que me pregunto primero es por qué tenemos tantos plásticos, y la razón es muy simple: porque se utiliza para absolutamente todo, cuando no es necesario. Es decir, tenemos corporaciones gigantes como Coca-Cola, Pepsico, Nestlé, Arcor, que son justamente los residuos plásticos que nosotros encontramos”.

En este sentido, el científico remarcó que el plástico, a diferencia de otros contaminantes, tiene un sello inequívoco de origen, por lo que “se vuelve en contra a estas corporaciones poner la marca” ya que podemos identificar de dónde viene. “Si ese plástico tiene una marca quiere decir que tiene un dueño, quiere decir que alguien lo hizo”.

“Entonces, si yo encuentro una botella de Coca-Cola en el río, esa botella pertenece a Coca-Cola, y es Coca-Cola la que se tiene que hacer cargo fundamentalmente de que ese residuo sea tratado como corresponde, lo cual es sumamente difícil y costoso, o bien que no exista, que no sea parte del consumo cotidiano”, opinó el investigador.

Y concluyó: “En el segundo nivel ubico a los municipios que se tienen que encargar de una gestión más eficiente en cuanto a los residuos y en el tercer nivel recién a los consumidores de a pie, y por supuesto todos tenemos un grado de responsabilidad, pero cuando uno va al supermercado convengamos que la opción de comprar productos que no estén envueltos en plástico es muy baja”.

Colaboración internacional

El científico, que actualmente trabaja en el Inal, fue premiado por la Fundación Alexander von Humboldt, de Alemania, con la Beca Georg Forster para realizar un proyecto que busca comprender los mecanismos de retención y removilización de plásticos en ríos. “Lo que voy a comenzar es una oportunidad para seguir trabajando sobre la temática del transporte de plásticos con una infraestructura y un equipamiento que aquí es de difícil acceso, si no imposible, en cuanto a la aparatología”, relató.

La beca consta de un período de seis meses con salario y financiación para experimentos, sumado a la libertad de trabajar en conjunto con otros equipos alemanes. “Una vez planificada la actividad se comenzará, si todo marcha bien, en octubre”, contó Bettler.

“Se va a hacer un experimento a nivel de mesocosmos: uno modifica un sector determinado del río que trabaje en función de las variables que uno quiere obtener, que uno quiere medir”, apuntó. “Ese tipo de trabajos son muy costosos, tiene un costo económico importante y necesitan una infraestructura muy grande. Esa infraestructura está disponible en Alemania en este momento y bueno, yo tomaría ese compromiso para generar datos que nos sirvan aquí, por supuesto, porque lo que se desarrolla allá es extrapolable a aquí”.

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