Alberto Fernández se blinda junto al kirchnerismo duro, crece la disputa política con la oposición y las sombras se proyectan a la economía

Alberto Fernández se blinda junto al kirchnerismo duro, crece la disputa política con la oposición y las sombras se proyectan a la economía

Las nuevas restricciones frente al coronavirus están provocando un pico de tensión política. El Presidente avaló las posiciones de Kicillof hasta en la dureza de la carga contra Rodríguez Larreta. En cambio, siguió dando señales de fricciones con el resto de los gobernadores. Eso agrava la crisis y golpea también sobre las expectativas

Contrafoto. Hace un año, en los primeros tramos de la cuarentena dura, la postal política era de consenso o al menos de acompañamiento al confinamiento, reflejo y a la vez ingrediente de la reacción social. Ahora, la imagen es otra: las nuevas restricciones muestran a Alberto Fernández blindado con el kirchnerismo duro y exponen un clima de áspera disputa con la oposición, además de rastros visibles de agotamiento social. Fuentes de uno y otro lado confirman el ambiente de batalla y malhumor del Presidente y especialmente de Cristina Fernández de Kirchner. También, el corte de los últimos hilos de confianza en el vínculo de Horacio Rodríguez Larreta con Olivos. Nada bueno, tampoco para la economía.

Los discursos de las últimas horas ilustran la situación, aunque es quizá más inquietante lo que sugieren. Alberto Fernández rechazó dar marcha atrás con la suspensión de las clases presenciales y cargó de responsabilidades a la Ciudad de Buenos Aires frente a las cifras de contagios, al extremo de colocar a la provincia como receptor de pacientes porteños. Rodríguez Larreta rechazó conceptos y repitió cifras y análisis que contradicen las cifras y comparaciones presidenciales. Pero además, completó una respuesta inusualmente fuerte, parado en dos áreas sensibles: la educación y la vacunación, con reproche por el “incumplimiento” del plan oficial.

El discurso presidencial en las dos últimas entregas proyectó una potente señal interna, además de sorprender con algunos párrafos irritantes y de dejar algunas lagunas o imprecisiones sobre las nuevas medidas. La evaluación negativa sobre esa presentación no escapó incluso al círculo más cercano a Olivos. Pero más allá de esas cuestiones, lo sustancial en términos políticos fue advertible por partida doble: en la palabra y en el modo de tomar las decisiones.

En su respuesta al jefe de Gobierno porteño, el Presidente fue más allá de consagrar en el Decreto de Necesidad y Urgencia los criterios empujados por Axel Kicillof y los responsables bonaerenses de Salud. Hasta allí, podría ser una cuestión de valoración sobre la situación sanitaria, una reconsideración que desbordaba el decreto de apenas una semana antes, más cuidadoso de avanzar con restricciones que agraven el delicado cuadro económico y social.

El Presidente también avaló la carga política de Kicillof sobre Rodríguez Larreta. Dijo que el gobernador expresó mejor que él mismo la “decepción” con el jefe de Gobierno de la Ciudad. Y también acompañó el discurso que busca presentarlo como sujeto a las presiones del ala “dura” de Juntos por el Cambio, es decir, de Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Alfredo Cornejo. Esa misma línea fue expresada por Máximo Kirchner. Y cierra el juego de la relación con Rodríguez Larreta, especialmente puesta en la mira por CFK.

Alberto Fernández tampoco fue amable con los gobernadores en general y los peronistas en particular. Su giro con el nuevo DNU no recibió respaldo amplio de los jefes provinciales. No están obligados a aplicar las medidas, pero no hubo aval político generalizado y predominaron los mensajes públicos de mantenimiento del cuidado social más flexible, un gesto frente a la propia realidad de cada distrito. El Presidente respondió con el último agregado al discurso oficial: el señalamiento de la posibilidad formal que tienen todos de salir a buscar vacunas en el desigual y complicado mercado internacional. Una reacción ácida frente a lo que en el Gobierno es considerado falta de solidaridad de las provincias.

La otra muestra significativa del cierre del Presidente sobre CFK y el kirchnerismo duro tiene que ver con el procedimiento en la toma de las últimas decisiones. Se habló, y algunas fuentes destacaron, que Alberto Fernández resolvió en soledad la profundización de las restricciones. La sintonía con los reclamos de la provincia dice bastante más que eso. En todo caso, el mal momento de integrantes de su gabinete refuerza que las cosas pasaron por el núcleo del poder y no por el equipo de gestión.

Quedaron desdibujados los dos ministros de relación directa y funcional con el tema en discusión: Nicolás Trotta, de Educación, y Carla Vizzotti, de Salud. Por supuesto que las decisiones presidenciales pueden ser diferentes a los criterios de algunos de sus funcionarios. Pero el punto es que no estaban al tanto del giro presidencial en sus áreas de competencia. Apenas una horas antes, habían ratificado la vigencia de las clases presenciales.

Algunos elementos internos como los referidos y la disputa con la oposición -no sólo verbal, sino además de gestión y con uno de sus principales referentes, Rodríguez Larreta- gravitan más allá de los límites del natural juego político. En ese paño, es significativo también el cuestionamiento de Roberto Lavagna. Todo impacta sobre la economía, por razones prácticas y por cuestiones de clima político.

Las restricciones afectan objetivamente a algunos sectores específicos: la gastronomía, el esparcimiento y franjas del comercio, entre otros. Pero además pegan en las expectativas, ante la posibilidad de que las medidas se extiendan en el tiempo y hacia otros rubros. Es algo atado a la incertidumbre propia de la evolución de la pandemia y también a la gestión, empezando por el plan de vacunación.

Otro interrogante tiene que ver con la necesidad de disponer partidas significativas para asistencia social y a empresas si el cuadro se agrava. El Presupuesto no lo tiene anotado. Desde Economía, han sostenido hasta ahora el rechazo a la recreación del IFE o de la ATP. Nadie podría asegurarlo en el mediano plazo. Con el agregado de que las previsiones anotadas en el texto ya vienen complicadas por la inflación del primer trimestre, que sumó 13 puntos porcentuales, y por un abril aún difícil.

La reacción oficial ante la trepada de precios, con advertencias de todo tipo, es probablemente un dato tan significativo como las propias cifras, por su trasfondo conceptual y doméstico en el equipo económico. Y por lo demás, es convergente con los elementos no estrictamente económicos que proyecta el giro dado en apenas una semana frente al cuadro sanitario. Se ha dicho: la cerrazón del Presidente en términos internos, el poder con sello de CFK y la disputa con la oposición son las marcas de estos días. Y van a contramano de cualquier receta de acuerdo político frente a la crisis.

 

Por Eduardo Aulicino

 

Comentá la nota