¿Pfirter es el indicado para mejorar la relación entre el Papa y Macri?

¿Pfirter es el indicado para mejorar la relación entre el Papa y Macri?

El flamante embajador en el Vaticano llega al cargo sin haber consultado con Roma

Mauricio Macri inició en las últimas horas un operativo para acercarse al Papa Francisco, quien no lo llamó ni cuando ganó las elecciones ni una vez que asumió la presidencia de Argentina.

El primer mandatario debió llamar él mismo al Sumo Pontífice para saludarlo por su cumpleaños número 79 y al mismo tiempo envió otras señales hacia el líder de la Iglesia Católica.

Macri recibió ayer a la cúpula de la Conferencia Episcopal Argentina, que le pidió que la lucha contra el narcotráfico sea una “prioridad” para su gestión, una de las principales preocupaciones del Papa.

Al mismo tiempo se conoció que el enviado de Macri como embajador en la Santa Sede será Rogelio Pfirter.

Pfirter es un diplomático de carrera que fue alumno de Jorge Bergoglio el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe en la década de los ´60.

Pese este gesto, fuentes del Vaticano y la Curia confirmaron a LPO que había reparos con la designación de Pfirter, y por estas horas analizan si no se trata de otra demostración de poder de Macri, como hizo con Ricardo Lorenzetti al nombrar dos jueces en la Corte pro decreto.

Según pudo saber LPO, Francisco había pedido que el embajador fuera un diplomático de carrera. En esa categoría Pfirter entra a la perfección con décadas en el Servicio Exterior de la Nación, de hecho, está jubilado. Incluso su hermano es también diplomático y en el Palacio san martín bromean, refiriéndose a Rogelio como "el Pfirter malo", una apreciación que para los enroscados ambientes de la diplomacia está lejos de ser un insulto.

El problema es que la Casa Rosada tomó la decisión de designar a Pfirter, anunciada por los medios, antes de hablar con Francisco y con el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli. En el mundo diplomático no es un mecanismo recomendable: siempre se consulta informalmente.

Es que si el Estado para el que se propone el embajador rechaza el placet, decisión que en este caso recae en el propio Papa, se sucedería un escándalo. En caso de que el Papa no rechace el placet -como está descontado-, Pfirter también habrá arrancado con el pie izquierdo por la manera inconsulta con la que lo propuso el presidente.

Para colmo, Pfirter, que fue embajador en Inglaterra, no tiene relación alguna con la diplomacia eclesiástica: su expertise es la política nuclear, un área alejada de los seminarios y las capillas.

Astuto, Pfirter percibió las nubes grises sobre el Vaticano y se sacó del archivo su antiquísima condición de alumno del entonces maestro jesuita Jorge Bergoglio durante su secundaria. Y no se quedó ahí, también apeló a amigos en común para tratar de ablandar el terreno en el Vaticano. 

Como buena parte de los funcionarios del actual gobierno, Pfirter la pasó mal con el kirchnerismo. Cristina Kirchner lo vetó un par de años atrás cuando el diplomático iba a encabezar una misión de la ONU en Siria, que iba a definir si el presidente Bashar al-Assad había lanzado armas químicas a la población civil.

Ahora tendrá la delicada tarea de recomponer la relación del Papa con Macri, vínculo envenenado por el ex legislador Gustavo Vera, que le llenó la cabeza a Francisco con denuncias y carpetas sobre talleres clandestinos en la Capital y otros dramas porteños.

De cualquier manera, Pfirter no estará sólo en esa tarea. Además de su jefa inmediata, la canciller Susana Malcorra, deberá responder a la jefatura real del Palacio san Martín que ejerce el jefe de Gabinete, Marcos Peña, con el asesoramiento del flamante secretario de Planeamiento Estratégico, Fulvio Pompeo.

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