Los intendentes radicales pasan factura

Los intendentes radicales pasan factura

Cambiemos dio vuelta las PASO y los jefes comunales de la UCR se arrogan gran parte de la performance. Surfeando la ola del éxito aprovechan el envión eleccionario para retomar el pedido de un mayor reconocimiento.

La UCR avanza hacia un lema peronista: unidos y organizados. Cambiemos dio vuelta los poco más de 20.000 sufragios que Unidad Ciudadana le había sacado en las elecciones primarias y el radicalismo salió a facturar el voto del interior bonaerense. Con desempeños que superaron el 60% de adhesión del electorado, intendentes y legisladores boina blanca, que caminaron los pagos chicos para entregar la boleta de Esteban Bullrich y compañía, exigen mayor reconocimiento dentro de la estructura gobernante. 

No se trata sólo de cargos. A esta altura de las relaciones intrapartidarias, también exigen ser más escuchados. Con diferencia de estilos, más enérgicos o estratégicos, el radicalismo quiere más, y no esconde sus intenciones. El espaldarazo electoral subyace y sostiene cada uno de los requerimientos, pero, también, un gran componente de esas condiciones tiene como objetivo tonificar el músculo propio frente a otros partidos, como el ARI, que infló el pecho detrás de la imagen de Elisa Carrió. 

“Hemos sido garantes del triunfo de Cam-biemos en el 2015 y en el 2017, queremos fortalecernos como partido para que no nos ganen espacio”, dijo a La Tecla el senador electo y todavía intendente de General Alvear, Alejandro Cellillo.

En tanto, otro correligionario, el jefe co-munal de General Guido, Aníbal Loubet, reconoció el malestar partidario pero se mostró frío a la hora de encarar una estrategia para llevar ese reclamo: “Muchos referentes estamos insatisfechos con la participación que se nos ha dado, y vamos a apretar para que se pidan más espacios; pero primero hay que fortalecer el partido, y que sea el partido el que reclame”. 

La expresión de Loubet no fue en vano. El radicalismo sabe que debe trabajar algunas cuestiones internas que forman parte de su talón de Aquiles. Dos de ellas son urgentes: la primera es penetrar en el Conurbano bonaerense (donde Cambiemos ya tiene un pie firme), y la otra es que la UCR comience a aggiornarse como un espacio capaz de ajustarse a los requerimientos comunicacionales de la nueva era.

“Ya no se hacen actos como los que hacía Alfonsín, que te metía un millón de personas en una plaza; ahora todo es virtual, y nosotros necesitamos refrescar nuestra forma de hacer política. A nivel nacional son nueve los referentes radicales que ganaron, y nadie se ha enterado de nuestra fuerza”, apuntó el alcalde tandilense, Miguel Lunghi.

Por el lado de los pedidos, el radicalismo tiene dos puntuales. Uno de ellos es que haya trato equitativo entre los intendentes de Cambiemos con pedigrí PRO puro y los boina blanca. En la UCR hay bronca porque consideran que jefes comunales como Pablo Petrecca (Junín), Mariano Barroso (Nueve de Julio) o Martín Yeza (Pinamar) gozan de favoritismo frente a ellos. 

“Más del 80% de los intendentes radicales somos del interior profundo, y lo que hace falta es un verdadero reconocimiento. No está siendo equitativa la distribución, y eso se traduce tratando de tener más lugares representativos dentro del gobierno, pero también en respuestas de la Provincia hacia nuestros distritos; porque a la hora de juntar votos valen lo mismo que otros municipios de Cambiemos, y si yo no aporto votos, no van a Vidal ni a Macri”, señaló Raúl Sala, intendente de Carlos Tejedor.

El segundo reclamo tiene que ver con el Fondo de Infraestructura Municipal (FIM). Los alcaldes de la UCR pretenden que el Ejecutivo provincial revea la decisión de no implementarlo para el año que viene. Algunos insinúan que podrían condicionar el acompañamiento de sus legisladores al pedido de deuda que Vidal le hizo a la Legislatura para el Presupuesto 2018. 

“La Provincia va a pedir endeudarse nuevamente, y la existencia del FIM puede ser una herramienta válida de negociación, para que los radicales podamos incidir con nuestros legisladores en la aceptación de ese endeudamiento”, dijo a La Tecla Gonzalo Peluso, jefe comunal de Magdalena. Y remató: “El FIM nos da cierta tranquilidad porque tenemos obras públicas garantizadas; como instrumento es indiscutido”.

En este contexto, la tropa boina blanca viene marchando en el horizonte con las ínfulas bien arriba. Muestra de ello es la reflexión que el intendente de Chacabuco, Víctor Aiola, dejó antes de abandonar la residencia del vicegobernador bonaerense, Daniel Salvador, donde se desarrolló un cónclave radical. “Si las elecciones generales hubiesen sido un partido de fútbol, ¿por cuántos goles Cambiemos le ganó a Unidad Ciudadana?”, consultó 

La Tecla al chacabuquense. “Ganamos por 6 a 0, porque enterramos al kirchnerismo”, respondió. “¿Y de esos 6 goles, cuántos metió el radicalismo?”, retrucó este medio. “Nosotros metimos 3”, contestó Aiola, y soltó la risa. 

Por fuera de los paralelismos deportivos, la respuesta deja algo más que una mera comparación; da cuenta del ego político con el que buena parte del radicalismo encarará 2018 y evidencia có-mo será la dinámica de la relación entre PRO y UCR: tirando para no aflojar y aflojando para que no se corte.

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