El voto a Javier Milei, en el microscopio: falsos dilemas, transversalidad y el factor miedo

El voto a Javier Milei, en el microscopio: falsos dilemas, transversalidad y el factor miedo

Contra las explicaciones simplistas, un estudio analiza la composición y las motivaciones de las adhesiones libertarias. Más allá del voto racional y emocional.

Por Ingrid Beck

A la pregunta sobre la composición de ese 30% que votó por Javier Milei en las PASO, los análisis varían. Desde el candidato a vice de Unión por la Patria, Agustín Rossi, que sostiene que esos votos no compiten con el armado peronista (serían votos “robados” a Juntos por el Cambio) hasta quienes lo atribuyen al volumen de fieles de las iglesias evangélicas o, siempre, el argumento de que la mayoría de votantes de La Libertad Avanza son varones jóvenes blancos cis enojados con las feministas.

 

La consultora Betta Lab, especialista en inteligencia de datos con foco en análisis predictivos electorales, generó evidencia sobre las características de ese 30% que contradice todos los argumentos mencionados. Para este ejercicio, Betta Lab tomó como modelo los resultados en el municipio de La Matanza, un distrito con 1.137.163 personas habilitadas para votar. En la capital del peronismo, la participación este domingo alcanzó el 63,75%, con un resultado de 716.485 votos válidos (10% en blanco). En el territorio de Fernando Espinoza, Milei sacó 161.020 votos, un 23,32%.

Las conclusiones coinciden con el sentido común, que no parece ser el de la dirigencia. Podría resumirse en que al candidato libertario lo votó (mucha) gente muy distinta. “Los votos de Milei”, sostiene el estudio, “se sostienen en forma transversal”.

 

 

Así lo argumentan al final del artículo: “A diferencia de los espacios tradicionales que muestran tendencias claras con respecto a las grandes dimensiones de análisis (sociodemográficas, socioeconómicas y de comportamiento electoral previo), los votantes de Milei aparecen como transversales. Rompen con la lógica etaria, de voto anterior, y económica. Están en todos los segmentos. Los votantes de Milei leen Página 12 y La Nación, juegan jueguitos y al fútbol. Y seguramente estén acá también leyendo esta nota”.

El lado oscuro de la fuerza

Es que quienes hasta el domingo no conocían a nadie que fuera a votar a Milei, hoy se cruzan votantes en todos lados. Se ve que no les habían preguntado. Seguir creyendo, además, que el voto es completamente racional y que las mayorías evalúan las opciones en base a sus plataformas y reflexionan sobre los pros y contras antes de ejercer su derecho es de una ingenuidad absoluta.

También hay evidencia científica para deshacer esas creencias. En el libro “Neurociencia para (nunca) cambiar de opinión”, el neurocientífico y divulgador Pedro Bekinschtein intenta entender el fenómeno del ascenso de las derechas en el mundo. Allí, sostiene que ciertos análisis como “la gente está cansada de la corrupción”, “la gente tiene miedo” o –muy escuchado en estos días-, “la gente necesitaba un cambio”, claramente no alcanzan para entender “por qué un negro votaría a un racista, un judío a un nazi o un gay a un homofóbico”.

Muchas veces, sostiene Bekinschtein, “las decisiones son irracionales y esto se traslada a aspectos vinculados con el acto de votar. Ya en plena campaña, casi no hay propuestas o de ‘contenidos vacíos’, queda a la libre interpretación individual: la elección será de acuerdo a creencias, tratar de confirmarlas y creer que uno se las sabe todas”. Y agrega: “En situaciones de mucha ambigüedad, las personas buscan certezas y son capaces de votar al que grita más fuerte y luego realizar todo tipo de contorsionismos mentales para convencerse de que fue la mejor opción, algo que se parece mucho a razonar, pero se trata de razonar para llegar a una decisión que ya está tomada de antemano”.

El científico –director de Investigación de Fundación INECO-, usa el ejemplo de la saga Star Wars para ejemplificar por qué el miedo opera a la hora de elegir a alguien para gobernar: “Star Wars propone que se puede estar del lado claro u oscuro de la fuerza y que pasarse al lado oscuro puede dar lugar al miedo, que termina en odio. En los gobiernos y las personas conservadoras, se ve mucho odio y podría relacionarse con la idea de una mayor reactividad al miedo, irracional –a perder el trabajo, a más inseguridad–. Esto fomenta grietas en general”.

Un experimento

En el libro describe un experimento que se hizo en los Estados Unidos para analizar la relación entre miedo e ideas políticas, midiendo estas dos variables. Consistió en convocar a 46 participantes, a quienes se les mostró una serie de 30 imágenes indiferentes (un paisaje, un auto, nenes jugando), entre las que había tres imágenes amenazantes (una araña enorme en la cara de una persona, una persona ensangrentada con cara de terror, y una herida llena de gusanos).

Mientras las observaban, el equipo midió la conductancia en la piel, un dato fisiológico de respuesta al miedo. Después, hicieron otro experimento, menos simpático: provocaron un estímulo sorpresivo (un sonido fuerte y repentino, como hacer explotar un petardo) y midieron la intensidad con que la gente cerraba los ojos, lo que se conoce como “reflejo de sobresalto”.

La decisión sobre a quién votar consiste, en gran parte, en “cuestiones que no pasan por nuestra conciencia”, resume el científico.

Terminados los experimentos, las personas que participaron tenían que completar un cuestionario en el que se les preguntó si estaban de acuerdo o no con una serie de afirmaciones políticas. Algunas de ellas ya habían sido identificadas como importantes para individuos que se consideraban “de derecha” o “más conservadores”; por ejemplo, el apoyo a gastos militares, los allanamientos sin garantías, la pena de muerte, rezar en la escuela; la oposición a la inmigración, al matrimonio igualitario o el derecho al aborto seguro.

¿Cuál fue el resultado? Las personas más identificadas con las ideas conservadoras mostraron una mayor respuesta de conductancia de la piel ante las tres imágenes amenazantes que las menos conservadoras (más “progresistas”). No se encontraron diferencias en la conductancia de la piel en respuesta a las imágenes no amenazantes.

Con respecto a la intensidad con la que cerraron los ojos ante los sonidos fuertes, los individuos identificados con las ideas más conservadoras cerraron los ojos con más fuerza que los otros. Los científicos concluyeron que existe una correlación entre las respuestas fisiológicas a una amenaza y actitudes políticas, en particular, aquellas relacionadas a la protección individual, la religión y la ampliación o no de algunos derechos.

La decisión sobre a quién votar consiste, en gran parte, en “cuestiones que no pasan por nuestra conciencia”, resume el científico.

Hasta ahora parecen primar los razonamientos obvios, lugares comunes, que no promueven ninguna respuesta a las demandas de todas esas personas que buscan soluciones rápidas en el voto a la ultraderecha. No obstante, si no se desarman las razones y el componente de ese voto, será muy difícil que la gente cambie de opinión.

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