Lo que viene: turismo, tarifas y... Moreno

Por Alcadio Oña

Como quien pasa la gorra, le saca 13 millones de dólares a uno, menos de 10 a otro y 15 millones al más desprendido.

Así anda Guillermo Moreno, armando una vaquita con bancos de capital nacional que luce muy flaca para sus aspiraciones, aunque haga trascender resultados muy diferentes y hasta ponga en la lista de rechazos al presidente de una entidad que habría aportado a la causa.

Busca que suscriban bonos Baade y financien exportaciones de algunas grandes cerealeras, a los empujones, porque hay compañías que preferirían no entrar en la cadena. Y pese a que Moreno no puede garantizarles un mercado donde operar con esos títulos, un banquero dice: “Hacemos lo que podemos para salir del paso, sin comprometer demasiado nuestras cuentas ni tocar dólares que son de los ahorristas”.

El secretario de Comercio proyectaba colocar Baade por 500 millones entre multinacionales que comercializan granos y otro tanto en todo el sistema financiero. Historia antigua.

Ahora, el Banco Central les exige a las cerealeras que si quieren fondear sus exportaciones traigan los dólares de afuera y los ingresen al BCRA al tipo de cambio oficial. Evidentemente, algo suena a contradictorio en estas movidas o pasa una cosa menos complicada: que Moreno fracasó en el intento y Mercedes Marcó del Pont ensaya una salida que, además, la pondría a cubierto de cualquier contingencia legal. En el fondo, un nuevo round en la prolongada pelea que ambos sostienen.

En todos los casos se trata de plata que ya está en el circuito legal, o sea, ninguna relación con el blanqueo. Así de deshilachado quedó un sistema excepcional por sus beneficios fiscales, que en la cabeza de Moreno, y sólo en la cabeza de Moreno, iba a arrojar una cosecha no menor a US$ 4.000 millones.

Metido en su propio laberinto, sigue presionando a las telefónicas y a las terminales automotrices, esta vez, con la idea de juntar 475 millones. Pero primero debe vencer la resistencia de los directivos locales y luego lograr que ellos convenzan a sus jefes en las casas matrices. “¿Cómo les explicamos que se metan en algo así, si todo el mundo sabe cómo pueden terminar las cosas en la Argentina?”, dice un ejecutivo.

El secretario de Comercio también aprieta a las multinacionales que importan bienes de sus propias redes de proveedores para que se las arreglen solas, sin pasar por el Central. Para el resto, aplica un régimen tan enmarañado y discrecional que alimenta la peores sospechas: varios empresarios afirman que lo han “sufrido en carne propia”, pero como en cierto sentido son parte del juego, nadie prende el ventilador en público.

Cada vez más cuestionado en despachos importantes de la Casa Rosada, con una mochila repleta de errores y siempre dispuesto a provocar disturbios en el área económica, Moreno estaría gastando sus últimos cartuchos. “ Es un gran candidato a quedar afuera, no bien Cristina retome a fondo las riendas del gobierno”, afirman en las inmediaciones del poder.

Tal vez la percepción de un desenlace semejante explique el inusual reportaje que le concedió al diario oficialista Tiempo Argentino, con afirmaciones insostenibles, además, y la insólita reunión que mantuvo con los jefes de la Unión Industrial y de la llamada CGT Balcarce, sin que quedase claro para qué los había convocado. Todo, de estos últimos días.

Moreno hace y deshace porque desde la cima se lo permiten y porque da, como pocos, el perfil del cristinismo. Por eso, no sería extraño que la Presidenta lo mantuviera, pero en otra función: “Es difícil que ella quiera aparecer entregándole esa pieza a sectores que considera enemigos mortales”, dicen las fuentes.

La guadaña también pasaría por el Gabinete nacional. Y las balas pican muy cerca de Juan Manuel Abal Medina, formalmente el jefe de los ministros: “Pese a todos los rumores, el sucesor no sería un gobernador ”, asegura otra versión.

Sean éstas u otras, decisiones políticas habrá. En la base anida la intención de Cristina Kirchner de oxigenar su gobierno, aunque antes que nada frenará las internas rabiosas, más visibles que nunca durante su ausencia. Por lo demás, ninguno apuesta a un cambio en su manera de interpretar las cosas y de actuar en consecuencia.

Pero cualquiera sea su manejo de los tiempos, asoman urgencias económicas que mandan y una es, notoriamente, el incontenible bajón de las reservas. La mira apunta directo a los gastos en turismo, pues, tal cual pinta hoy, el balance de divisas puede terminar el año con un rojo mayor a US$ 9.000 millones. Mayor aún que el enorme déficit energético.

Una idea que circula intensamente en despachos oficiales consiste en crear un dólar turístico, formal y con una cotización próxima a la del paralelo. Por ese canal correrían tarjetas, pasajes, paquetes, hoteles y otras operaciones, como las extracciones en el exterior y las frondosas compras on line.

La AFIP tiene una radiografía precisa de estos movimientos y cuesta entender, entonces, por qué el Gobierno ha tolerado un derrame de divisas así de monumental. Eventualmente, el sistema sería acompañado por un cupo limitado para adquirir dólares al tipo de cambio oficial.

No queda claro si el desdoblamiento alcanzará a otras transacciones. Entre ellas, a las importaciones de autos de alta gama, cuyo punto extremo es que varias agencias las hacen pensando en una inversión propia. Algunos especialistas opinan que una alternativa mejor para casos similares sería un fuerte aumento de los impuestos internos.

El problema de los desdoblamientos son las maniobras que se cuelan por el tipo de cambio más alto. También habrá sectores que reclamen ser incluidos, como las muy descolocadas exportaciones de las economías regionales.

Otra medida dictada por la necesidad avanza hacia un ajuste significativo en las tarifas de luz y gas para consumos considerados medios y altos. Viene madurando hace tiempo y pretende reducir la costosísima factura de subsidios e importaciones energéticas, o cuanto menos bajarle la velocidad. La iniciativa tiene el soporte de un estudio que divide la población por capas de ingresos.

El retraso de las tarifas en la Capital y el conurbano es evidente por donde se mire. Y las cuentas fiscales no aguantan más tanta carga de subsidios: este año crecen al 70% y marchan rumbo a $ 80.000 millones, o sea, cerca de US$ 14.000 millones según el tipo de cambio oficial.

Así, el Gobierno retomará el plan que la tragedia de Once hizo capotar. Pero allí mismo asoma una muestra de lo mal que son manejadas las políticas públicas: a unas cuantas empresas privadas que entonces habían perdido las subvenciones, después no les subieron las tarifas. Increíble, fue una forma de reestablecerles los subsidios.

Todo hecho en casa, y con el molde del apuro, la improvisación, la reacción tardía y el ejercicio permanente de patear problemas para adelante, imaginando que así se puede zafar de los costos políticos. Pero como la economía ha acumulado grandes desajustes, es muy probable que en estos dos años la realidad fuerce nuevas decisiones sonoras. Porque, se sabe, no siempre es posible andar escapando de ellas todo el tiempo.

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