Las vallas de Larreta y el 17-O de Cristina: el día de furia que puede predecir el 2023

Las vallas de Larreta y el 17-O de Cristina: el día de furia que puede predecir el 2023

El conflicto que se generó en Recoleta tiene dos vertientes: estalló una disputa entre el cristinismo y el jefe de Gobierno pero, al mismo tiempo, abrió una instancia de negociación entre el oficialismo y la oposición que hacía tiempo no existía. El “error” de Larreta y el repliegue táctico de Cristina que se queda en el centro del ring e instala su candidatura 2023.

Por Pablo Ibáñez

- Convirtieron Recoleta en la isla Martín García...

Cerca de las 3 de la tarde, antes de las vallas caídas, los incidentes y los detenidos, circuló en el oficialismo una propuesta extrema: que Alberto Fernández ordene que la Policía Federal despliegue efectivos por el barrio de Recoleta, específicamente en la zona de Juncal y Uruguay, para sacar por la fuerza el vallado instalado por la policía porteña en torno a la casa de Cristina Kirchner, y despejar la calle.

La idea, que llegó hasta Olivos, naufragó muy rápido pero reflejó el clima de tensón que arrancó a la madrugada del sábado y amainó recién casi a medianoche, cuando Cristina le pidió a sus militantes que “vayan a descansar”. Fue un día de furia, un vórtice de caos y reproches, pero hubo algo que la velocidad y el griterío no permitieron detectar en toda su dimensión: por primera vez, en mucho tiempo, se abrió una negociación entre el gobierno y un sector de la oposición.

El vallado que desplegó Horacio Rodríguez Larreta, y que la vice denunció como un sitio a su casa, tuvo varios efectos. El viernes, Cristina había bajado la orden de no movilizar a Recoleta y replicar actos en el territorio: la idea de la capilaridad, el movimiento expansivo. Pero las vallas larretistas modificaron el plan y todas las juntadas en proceso o convocadas se redirigieron hacia Recoleta. Eso animó la analogía, al menos simbólica, con la detención de Juan Domingo Perón en 1945 en la isla Martín García, la antesala del 17 de octubre.

El armado

El viernes, hasta tarde, Larreta, planeó con Felipe Miguel, su jefe de Gabinete, y Marcelo D'Alessandro, el ministro de Seguridad porteño, el operativo de seguridad que horas después se montaría en Recoleta. La reacción de los militantes K de movilizar a la plaza cercana a la casa de Cristina, -acelerado por la carta pública de la vice- instaló la idea de que el jefe de Gobierno cometió una torpeza. “Le armó un 17 de octubre”, se escuchó en varias trincheras.

La tesis del error agitó la micro interna PRO que juegan los múltiples aspirantes a suceder a Larreta en CABA. Se le atribuyó a Jorge Macri, el ministro de Gobierno, decir que la decisión fue equivocada y culpó por la misma, primero, a D'Alessandro y luego a Miguel. “Jorge no intervino en la decisión, se enteró por los diarios y por eso está furioso”, deslizó una fuente larretista, cuando la crisis comenzó, al caer el sábado, a aplacarse.

¿Y si Larreta buscó jugar duro para confrontar mano a mano con la vice, un rol que viene perdiendo con Mauricio Macri? Es una lectura en usinas del PRO y tiene eco en el FdT. Sergio Massa, amigo del jefe de Gobierno, viralizó una definición que ahora repite el ecosistema PJ: “Larreta se halconizó”, es la frase que se multiplica en el peronismo. Detalle: no está del todo claro si eso es una crítica o un elogio. En Uspallata, el sábado por la noche, se abrazaban a la tesis de que el jefe de Gobierno maniobró para confrontar con la vice, polarizar directamente y, aunque no se sabe todavía el costo, lo logró.

Hubo una pista más. Horas antes, desde Avellaneda, Máximo Kirchner le pidió a los dirigentes del PRO que se animaran a sacarse de encima a Macri, y se permitió un toreó cuando dijo que se comprometía a no usar la información que, afirmó, el expresidente tendría en su poder producir de espiar a los dirigentes de su espacio. Un asunto espinoso al que, cada tanto, se tiende a atribuir la jefatura que Macri ejerce sobre los propios.

El Larreta que va al choque, que “profundiza la grieta” -como sostienen en el FdT- es, así y todo, un contrincante ante el que Cristina puede sentirse más cómoda, con quien puede, al menos, establecer instancias de negociación. Fue, en definitiva, lo que ocurrió el sábado: a pesar del fuego público, de los heridos, los detenidos y la críticas cruzadas, la vice y el jefe de Gobierno negociar una especie de tregua.

Teléfono rojo

Todo el día hubo mensajes cruzados en la cima del Gobierno. El presidente estaba en Olivos, la vice en su departamento. Funcionarios y dirigentes, muchos dispersos en sus territorios, entraron en contacto y enfilaron para la ciudad. En paralelo, se abrieron varios canales de diálogo entre el Frente de Todos (FdT) y el gabinete de Rodríguez Larreta para negociar una salida a lo que ya era, antes de que escale la violencia, una encerrona política.

En contacto con Olivos, el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, reforzó la presencia de efectivos de la Federal en el edificio donde vive la vice. La custodia de Cristina corresponde, por ley, a esa fuerza mientras desde la creación de la policía porteña, la Federal no tiene jurisdicción en la ciudad, salvo por mandatos puntuales de la Justicia o, como en el caso de CFK, respecto a edificios, zonas o personas de la órbita federal.

Aníbal F. fue, por su relación fluida con D'Alessandro, uno de los teléfonos abiertos con el gobierno porteño. Hubo, además, comunicación a través del vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, y del secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello, ambos dirigentes porteños. En el despacho de Fernández, al anochecer, esos contactos derivaron en una reunión entre los ministros de Seguridad, el ministro del Interior Eduardo “Wado” De Pedro, el ministro de Gobierno porteño, Jorge Macri, y el viceministro de Justicia nacional, Juan Martín Mena.

Fue una cumbre previsiblemente áspera en la que se acordaron los términos para evitar que la crisis se profundice. Y así fue. Larreta demoró su mensaje a la espera de que se encamine la negociación: tensó pero replegó a su policía. Cristina cruzó al jefe de Gobierno pero desactivó, en paralelo, la juntada que amenazaba extenderse.

Al final del día, Mena quedó como interlocutor del gobierno nacional con el gabinete de Larreta. Es un dato interesante: Mena es un funcionario de ADN cristinista y sus gestiones, aun acordadas con el presidente, tienen como terminal a la vice y a Máximo Kirchner, que el sábado estuvo todo el día con su madre. La tarea que se le delegó a Mena pudo desplegarla De Pedro pero, quizá, al ministro le esperan otro rol: más que negociador, quizá le toque ser prenda de negociación.

Duelistas

Protagonistas del sábado de furia, Larreta y Cristina se pelearon por TV mientras que Macri y Fernández, en la segunda fila, intervinieron por Twiter. Están, claro, en posiciones bien diferentes. La vice logró, y el sábado terminó de consolidarlo, la centralidad en el dispositivo del FdT y empezó a caminar sobre un sendero que, al menos como amenaza hacia adentro y hacia afuera, la lleva sin escalas a la aventura del tercer mandato.

En el relato K se suele decir que el fallecido juez federal Claudio Bonadío le hizo un favor a Cristina cuando la citó a Comodoro Py en abril del 2016, la sacó del auto exilio en El Calafate, y en cierto modo, la convirtió en candidata en 2017. La secuela la llevó, luego, a cranear la urgencia de fundar el FdT para volver al poder. Esta vez se mira el alegato, posiblemente demasiado teatral de Diego Luciani, como un favor similar: porque puso al peronismo a girar en torno a la vice y, según admiten hasta peronistas que la miran con recelo, le devolvió un fulgor que la militancia no tenía.

Es bastante natural: ¿a quién le gusta militar un acuerdo, por más correcto que sea, con el FMI? O la quita de subsidios o eso que Massa llama, eufemísticamente, orden fiscal. La defensa de Cristina, aunque la prisión o la proscripción sean escenario de un futuro remoto, aparecen como banderas épicas, un algo del que abrazarse con un gobierno que no apasiona a los propios. Es todo expectativa: así como Massa logra estirar la calma en los mercados, incluso en medio del ruido político de esta semana, la amenaza sobre la vice le pone un norte a un sector del peronismo, un algo.

La vice sabe, mejor que nadie, que debe administrar esa espuma. Hay que mirar el 2016: luego de la movilización a Comodoro Py aquel año, no volvió a habilitar concentraciones. Aquella le sirvió para demostrar que no estaba sola a pesar de estar fuera del poder. Quizá entienda, como sugiere un entornista, que mantener una vigilia puede agotar el formato. Mejor liberar la zona con el mensaje ahi, latente, de que puede volver.

El sábado, tarde, desactivó la intentona para extender, de manera permanente, la misa K en Recoleta. Cristina apuesta a secuenciar sus movimientos: logró que todo el peronismo, aun los más díscolos, salgan en su defensa, activó los dispositivos del conurbano y tiene un calendario para tensar y aflojar. El almanaque judicial le puede jugar a favor. Cada acusado tiene tres audiencias para sus alegatos. Cristina es la sexta en la lista. Las audiencias comienzan el lunes 5 de septiembre. Si no hay cambios, la audiencia 18, la última que corresponde a la vice, cae el lunes 17 de octubre. Tiene previsto hablar antes: el 3 de septiembre, está invitada a cerrar el congreso del PJ bonaerense.

Ruido en JxC

En el FdT, el sábado por la tarde, se instaló la versión de que Larreta actuó forzado por Macri y Patricia Bullrich. Eso no pareció constatarse con el paso de las horas. La presidenta del PRO no fue a la conferencia que el jefe de Gobierno hizo en la sede de Uspallata, a pesar de esta invitada. Y no solo porque no quiso mostrarse como una figura lateral a Larreta, a nivel ministros o diputados como Cristian Ritondo, ese socio de Larreta que se autonomizó animado por Macri. Digresión: se repite como real una frase inquietante que el expresidente le habría dicho a Ritondo para explicar porqué lo patrocinaba como candidato a gobernador.

El jefe de Gobierno enfrenta, como nunca antes, la presión interna para mostrar autonomía y determinación. Eso implica ser, al mismo tiempo, más y menos macrista de lo que es ahora: más en lo referido al discurso público, halconizarse; menos respecto a no aparecer, como aparece, sometido a los designios del expresidente. Es decir: Larreta debe ser más parecido a Macri para dejar de ser visto como un subalterno de Macri. A su lado, dirigentes y sponsors, le advierten que le queda poco tiempo para dar esa señal.

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