Una navidad sin Javier Milei: un clamor que crece a una semana del balotaje

Una navidad sin Javier Milei: un clamor que crece a una semana del balotaje

Los proyectos que Milei cuenta en privado: hiperinflación, despidos masivos y represión. El nuevo Plan V. La Argentina en el altar de sacrificio. Los anticuerpos del tejido social.

Por: Nicolás Lantos.

Javier Milei tiene un plan concreto para la Argentina, que comparte con empresarios dispuestos a desembolsar no menos de cinco mil dólares para sentarse un rato con él a escuchar sus ideas. En esos encuentros el candidato explica que adscribe a la ideología anarcocapitalista, una rama marginal entre los libertarios, secta dentro de la secta, que propone que la sociedad, a través del mercado, puede autorregularse sin necesidad de un Estado. Milei dice que va a ser electo presidente para poder destruir el Estado desde adentro. Y que solamente puede tener éxito si lo hace a través de un shock.

Su plan comienza la misma noche del ballotage, si gana la elección. No necesita aprobación del Congreso. No necesita ni siquiera esperar a asumir. Lo pondrá en marcha ratificando la dolarización y anunciando la libre flotación del dólar desde el 10 de diciembre, lo que desatará una corrida cambiaria sin techo. Ya había dicho en público que “cuanto más alto esté el dólar más fácil va a ser dolarizar”. En privado, da precisiones. No quiere ponerle un precio porque asegura que eso lo va a determinar el mercado, pero ante al menos un interlocutor dijo que un dólar a cinco mil pesos no lo asusta.

Semejante devaluación desembocará necesariamente en un proceso hiperinflacionario, algo que confirmaron a principios de octubre especialistas de Bull Market, la consultora del candidato iberoporteño Ramiro Marra, en un video que sigue posteado en YouTube, donde consignan la previsión de una “híper de 46 a 60 días”. Lejos de hacer algo por atemperar el cimbronazo, el objetivo de Milei, de acuerdo a dos empresarios que se reunieron con él, es concentrar la peor parte de esa tormenta en los veinte días que median entre la segunda vuelta y el cambio de mando para asumir con el trabajo sucio ya hecho.

En su primer día de gobierno anunciará la suspensión de las paritarias libres, que reemplazará por aumentos decretados por el Poder Ejecutivo, presumiblemente por debajo de una inflación varias veces más alta que la actual. Las jubilaciones y la AUH, que se calculan a través de una fórmula que pondera salarios y recaudación tributaria, van a caer desplomadas, y los planes sociales quedarán congelados hasta que se licúen tanto que no valgan más que un par de monedas. Paso a paso, la hoja de ruta muestra cómo va a hacer para cumplir con su propuesta de campaña de reducir 15 puntos el gasto público. 

La destrucción alevosa de la moneda nacional y de la capacidad de compra de los salarios, sumado a la legalización del uso de divisas extranjeras, que Milei podrá ejecutar a sola firma, obligará a todos los argentinos que cuenten con ahorros en dólares a volcarlos en el mercado para comprar aquello que no lleguen a comprar con sus magros ingresos. Su compañera de fórmula, la videlista Victoria Villarruel, lo admitió este miércoles en el debate entre candidatos a la vicepresidencia. Lo que omiten, en público pero también en privado, es el destino de la enorme mayoría de los argentinos que no cuentan con ese ahorro.

Dos interlocutores confirmaron que el candidato de la ultraderecha les dijo que proyecta reducir a la mitad la planta de la Administración Pública Nacional. El mercado de trabajo en el sector privado tampoco es prometedor. La hiper, sumada a la inmediata apertura de importaciones sin restricción, va a resultar fatal para las empresas que producen pensando en el mercado interno; las que se dedican a exportar van a tener que lidiar con una cancillería que va a darle la espalda a los dos socios comerciales más importantes del país, algo que el propio Milei ratificó en varias entrevistas.

Resulta difícil imaginarse la magnitud de la conmoción social y política. Habrá, sin lugar a dudas, inmensas protestas, que serán reprimidas. Todo podría precipitarse en pocas semanas: un 2001 en cámara super rápida y multiplicado a través de las redes en millones de dispositivos en todo el país. Casi todas las personas que escucharon sus planes y hablaron con El Destape para esta nota dudan que Milei tenga las cualidades políticas y personales necesarias para afrontar una situación como esa. Algunos no piensan lo mismo respecto a Villarruel. Resulta, en estos términos, difícil imaginarse la próxima Navidad.

 

“Que estalle”

Nadie podrá fingir sorpresa. Milei mencionó varias veces, en distintos ámbitos públicos, la inminencia de un estallido. También dice con frecuencia que el país se dirige hacia la peor crisis de su historia. No se trata de una advertencia. En su boca, ese destino cae con el peso de lo inevitable. Evitar el estallido no es siquiera parte del menú que ofrece en la campaña. No habla de eso. Quizás porque no cree en eso. “Yo prefiero que explote y que se lleve puesta a toda esta basura de casta política. Que estalle la economía. Sí. Que estalle”, decía en una entrevista en TN en marzo de 2022 que hoy probablemente niegue.

Milei está convencido de que el país debe atravesar una crisis. Que es el costo que debe(mos) pagar contra la volátil promesa de una incomprobable retribución posterior. No se trata de una conclusión técnica, propia de un economista, sino una convicción religiosa de un hombre que cree tener en sus manos la misión divina de gobernar la Argentina. El economista Mariano Fernández, que fue amigo del candidato, ratificó esta semana en una entrevista en Perfil lo que había publicado su biógrafo, el periodista de esa casa Juan Luis González: “Milei sostenía que sus posturas le bajaban desde el cielo”.

Hay algo en lo que coinciden todas las religiones: en general, las misiones divinas, conllevan algún tipo de sacrificio. La expiación de los pecados. La purificación, siempre dolorosa. El sacrificio que el candidato va a ofrecerle a los dioses del libre mercado es nada más y nada menos que la Argentina. Es la Argentina la que, antes de merecer el cielo, o ser Alemania en 25 años, debe ser purgada de populismo, de peronismo, de casta, depende el interlocutor de turno. Volvemos a las confesiones anarcocapitalistas lubricadas con dólares billete en charlas con empresarios. La Argentina debe ser purgada del Estado.

Pero no de todo el Estado. Lo entiende hasta Cecilia Pando: las políticas económicas que la divinidad, o un perro muerto, o un perro clonado, o la hermana medium, le indican a Milei solamente pueden imponerse con violencia estatal y la violencia estatal solamente funciona cuando las tropas están contentas y bien equipadas. El aparato represivo del Estado va a crecer si gana el fascismo, por definición. Lo que le molesta a Milei es el Estado que cuida a sus ciudadanos, el que debe garantizar una distribución justa de la riqueza y el que desarrolla las capacidades estratégicas de la Nación. Le molesta todo lo que nos da orgullo.

Su misión, al fin y al cabo, es transformar el alma de la Argentina. No es original. Margaret Thatcher, una de sus referencias históricas, en una famosa entrevista con el Sunday Times en mayo del 79, explicó: “Lo que me irrita de toda la dirección de la política en los últimos 30 años es que siempre ha sido hacia la sociedad colectivista. La gente se ha olvidado de la sociedad personal. Por tanto, no es que me propuse ciertas políticas económicas; realmente me propuse cambiar el enfoque, y cambiar la economía es el medio para cambiar ese enfoque. Si cambias el enfoque, realmente estás detrás del corazón y el alma de la nación”.

 

Esquivar el estallido

A una semana de un ballotage que todos presumen se saldará por márgenes estrechos, una reacción de la sociedad argentina ante la amenaza de Milei cambió en las últimas horas el aire de una campaña que se tornó violenta y claustrofóbica. La masiva manifestación de clubes de todo el país, desde los más humildes de barrio hasta los cinco grandes del fútbol argentino, quizás sea la más notable de esas expresiones, no solamente por su masividad y transversalidad sino porque son el ámbito de socialización cotidiana de millones de compatriotas y su capilaridad alcanza a cada barrio del territorio nacional.

Entre la tarde del viernes y el cierre de esta columna, y de acuerdo a la recopilación que hizo en redes sociales el periodista Vicente Jalil, se habían manifestado en contra de la propuesta de Javier Milei de permitir el desembarco de sociedades anónimas deportivas en la Argentina los clubes: Guillermo Brown de Puerto Madryn, Almagro, Brown de Adrogué, Villa San Carlos, Comunicaciones, Tristán Suárez, All Boys, Nueva Chicago, Defensores de Belgrano, J.J. Urquiza, Quilmes, Estudiantes de Buenos Aires, Deportivo Morón, Deportivo Madryn, Deportivo Riestra, Defensores Unidos, Deportivo Laferrere, Temperley, Flandria,

Sacachispas, Atlanta, Colón de Santa Fe, Acassuso, Los Andes, Almirante Brown, Estudiantes de Río Cuarto, Deportivo Armenio, Atlético de Rafaela, Argentino de Quilmes, Unión de Santa Fe, Alvarado, Patronato, San Lorenzo, Chaco For Ever, Chacarita Juniors, Independiente, Racing Club, Central Córdoba de Santiago del Estero, Tigre, Barracas Central, Rosario Central, Newell’s, Banfield, Argentinos Juniors, Huracán, Lanús, Arsenal, Boca Juniors, Belgrano de Córdoba, River Plate, Gimnasia de La Plata, Sarmiento de Junín, Atlético Tucumán y Estudiantes de La Plata.

Hubo manifestaciones en sentido similar de otros sectores de la sociedad civil, desde artistas y científicos hasta economistas del establishment o la influyente Federación Argentina de Iglesias Evangélicas, que el sábado por la tarde publicó una carta “en el contexto de las elecciones nacionales”. El texto pide “prácticas y políticas honestas que promuevan la justicia e inclusión social, redistribución de la riqueza, el valor de los salarios, acceso público a salud, vivienda y educación”, rechaza la libre portación de armas y pide por “el compromiso con la defensa y promoción de los Derechos Humanos”.

Los anticuerpos hacen su trabajo: el tejido social argentino no se suicida. En una semana sabremos si fueron suficientes. Las encuestadoras dan cuenta de un escenario parejo. Los antecedentes pueden indicarnos una conclusión parecida. Nada de eso importa cuando se abran las urnas. Los votos, al fin y al cabo, se cuentan el domingo a la noche, nunca antes. La elección no está ganada pero puede ganarse. No está perdida pero puede perderse. Los especialistas sostienen que un cuarto del padrón decide su voto la última semana. Los argentinos tenemos siete días para esquivar el estallido. Milei no va a hacerlo por nosotros.

Comentá la nota