En la ONU, muchas críticas a Al-Assad, pero pocos planes

Uno tras otro, los líderes reclamaron su salida, pero el organismo sigue paralizado

Por Rafael Mathus Ruiz |

NUEVA YORK.- Uno a uno, los principales líderes del mundo brindaron, desde el mismo podio, la misma promesa solemne: poner fin al sangriento régimen de Bashar al-Assad en Siria.

Pero el compromiso que derrocharon los mandatarios ante la 67ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ayer, se pareció más a una descarga retórica teñida de impotencia que a la antesala verbal de una acción global para terminar con el conflicto más apremiante que vive hoy el mundo.

El primero en exigir una intervención fue el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien precedió a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en la apertura del debate general del cónclave.

"La crisis ya no está limitada sólo a Siria. Es una calamidad regional con ramificaciones globales", dijo Ban.

El surcoreano, que aboga sin éxito desde que despuntó la crisis en Siria, hace ya un año y medio, por una intervención de la comunidad internacional, volvió a expresar el pedido de terminar con la violencia.

Dilma, la primera mandataria en dirigirse a la Asamblea, llevó la atención a la brutalidad que desplegó el régimen de Al-Assad sobre las mujeres. "El gobierno de Damasco tiene la mayor cuota de responsabilidad en el ciclo de violencia que ha afectado a un gran número de civiles, especialmente las mujeres, los niños y los jóvenes", dijo la mandataria brasileña, que hizo hincapié en la necesidad de reformar la ONU.

Es, justamente, la estructura de poder actual del organismo multilateral la que mantiene atada de manos a la comunidad internacional. Rusia y China se oponen a intervenir en Siria, y recostadas en su poder de veto, han bloqueado cualquier intento de la comunidad internacional por repetir una acción como la que puso fin al reinado de Muammar Khadafy en Libia.

Además del temor de sentar un precedente que pudiera ser utilizado en su contra, Moscú tiene importantes intereses en Siria, provee de armas a Damasco y mantiene allí su única base naval fuera de Rusia.

La Casa Blanca redobló, recientemente, los esfuerzos para romper con la intransigencia del gobierno de Vladimir Putin; pero todo fue en vano.

Más preocupado por su campaña presidencial que por los avatares del mundo, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ensayó una amplia defensa de la libertad de expresión para garantizar el desarrollo de la democracia y profundizar las reformas iniciadas en el mundo árabe por las protestas de 2010.

Obama le dedicó tres párrafos a la situación en Siria. Uno de ellos, luego de mencionar la exitosa intervención en Libia.

"Y mientras nos reunimos aquí, volvemos a declarar que el régimen de Bashar al-Assad debe llegar a su fin, para que el sufrimiento del pueblo sirio pueda parar y un nuevo amanecer puede comenzar", declaró Obama.

Pero más allá de la buena voluntad y de los principios rectores, Obama no ofreció ninguna alternativa concreta para romper la parálisis que gobierna al Consejo de Seguridad, donde Rusia y China vetaron en tres ocasiones una resolución impulsada por los países occidentales para abrir la puerta a una intervención multilateral.

En su primera presentación ante la ONU, el presidente francés, François Hollande, pidió, por lo menos, proteger las "zonas liberadas" por los rebeldes sirios. "Tenemos el deber de actuar, de actuar en conjunto y de manera rápida, porque existe la urgencia", dijo Hollande.

Francia, bajo el liderazgo de Nicolas Sarkozy, fue uno de los países que más impulsó la intervención en Libia, que fue posible gracias al apoyo de la Liga Árabe.

Ahora, ante la parálisis del Consejo de Seguridad, comienza a aflorar la posibilidad de que otros países intenten resolver la situación sin la aprobación del organismo.

"Es mejor que los propios países árabes intervengan y hagan todo lo que sea necesario para detener el baño de sangre en Siria y el asesinato de personas inocentes y su desplazamiento para garantizar una transición de poder pacífica", aseguró ayer el emir de Qatar, el Sheik Hamad bin Jalifa al Thani..

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