Massa versus Massa

Massa versus Massa

Mientras en 2018, proponía diversas medidas a Macri, hoy no atina siquiera a superarlas, supeditado como está a la impunidad de Cristina Kirchner y a ser beneficiado con su dedo elector.

Sorprende que el ministro de Economía, Sergio Massa, no recurra a su propio plan económico “para salir de la crisis que atraviesa la Argentina”, como anunció el 5 de julio de 2018 a los dos años del gobierno de Cambiemos y pocos días después de que el FMI aprobase el stand-by por casi 50.000 millones de dólares a favor de la Argentina.

Aquel año, la economía se había desplomado por la terrible sequía y el alza de la tasa de interés de la Reserva Federal, que provocaron una corrida contra el peso, llevando su cotización de 20 a 40 pesos a fin de 2018. El riesgo país superó los 800 puntos, la inflación alcanzó el 47% y la pobreza el 33%.

Espantado por la situación del país, reunió a los mejores talentos del Frente Renovador y puso en negro sobre blanco las fórmulas renovadoras para salir de la crisis. En su diagnóstico, lo más grave era la inflación, ya que, en dos años, había superado el 100%, el dólar había subido el 280% y la Argentina era el país que más había devaluado su moneda en el mundo. ¿Habíamos tocado fondo entonces? Nuestro país nunca dejará de sorprendernos. Es solo cuestión de paciencia.

Ni Massa en 2018 ni Massa en 2023 habló o habla de inversión ni de competitividad ni de tecnología ni de espíritu emprendedor ni de integración al mundo ni de salario real ni de empleo genuino

El equipo estelar se integraba con José Ignacio de Mendiguren (actual secretario de Industria y Desarrollo Productivo); Matías Tombolini (actual secretario de Comercio); Marco Lavagna (actual director del Indec) y el fallecido economista Aldo Pignanelli – los cuatro bajo la mirada tutelar de su decano, Roberto Lavagna.

Lo importante era enseñarle a Mauricio Macri cómo se podía frenar la inflación sin recurrir a las recetas del FMI. Y cómo se puede emitir dinero para reactivar sin preocuparse, siempre que los billetes se impriman con sentido nacional y popular.

Como primera medida, el menú proponía eliminar el IVA de la canasta básica de alimentos y aplicar la ley de góndolas para romper la cartelización de los sectores concentrados. Ni una palabra sobre déficit fiscal y emisión monetaria.

¿Por qué Massa no elimina el IVA ahora? Simplemente, porque no sirve para bajar los precios, ni ahora ni antes. Implica más déficit fiscal sin garantía de que la reducción se traslade al público. Un esfuerzo fiscal mal asignado que favorece a toda la población sin discriminar entre ricos y pobres. Macri lo hizo el año siguiente para amortiguar el impacto de la devaluación, aunque no lo prorrogó, por las razones señaladas.

Como segunda medida, Massa y su equipo deslumbraron con otra idea tan sorprendente como innovadora: mantener el subsidio a las tarifas, ajustándolas con el salario. Si hubiese sido una excelente medida entonces, ¿por qué no la aplica hoy en lugar de aumentarlas en forma segmentada?, ¿creía en 2013 que su idea no afectaría el déficit fiscal y la emisión monetaria, contrariando a la ortodoxia o recién lo aprendió ahora cuando agarró “la papa caliente” y tuvo que pedir ayuda al FMI, con números duros y rodillas blandas?

Si hay alguna consistencia entre el plan de Massa de 2018 y el de 2023 es la sistemática negativa a reconocer que, sin reformas que toquen los intereses creados durante 80 años de peronismo, la inflación no cederá ni el país jamás saldrá a flote

Para demostrar al macrismo que la economía no es solo comercio y finanzas, José de Mendiguren afiló su lápiz y agregó dos medidas luminosas de apoyo a las pymes, “principal fuente de empleo y motor de la economía nacional”: la suspensión de ejecuciones de la AFIP por 180 días y créditos a cinco años a tasa fija subsidiada por el Banco Central. Sin dudas, el equipo renovador puso su mejor materia gris en el diseño de herramientas “para salir de la crisis”.

¿Pensaba Massa en 2018, seriamente, que movería el amperímetro de las pyme suspendiendo ejecuciones durante 180 días? ¿No se le ocurrió eliminar impuestos distorsivos, como al cheque, ingresos brutos y las abusivas tasas municipales? ¿Aquello era todo lo que se le ocurrió entonces? ¿Y no se le ocurre nada más ahora?

En cuanto a los créditos a cinco años, ¿qué empresa querría endeudarse con inflación creciente, tipo de cambio manoseado e importaciones digitadas? Massa sabía y sabe que los créditos blandos, cuando no hay confianza, se desvían a la especulación financiera y no a la producción. Massa sabía y sabe que las pyme están agobiadas por la presión impositiva, jaqueadas por la industria del juicio, arrinconadas por aumentos de costos, acorraladas por la falta de insumos, hartas de prepotencia camionera y angustiadas por las disputas políticas.

Sin embargo, por su pacto con Cristina Kirchner para privilegiar su impunidad, no puede hablar de reformas estructurales de ningún tipo. Si en 2018 diagnosticó que el problema era la inflación, en 2023 agacha su cabeza y sigue emitiendo sin freno para que ella no le baje el pulgar. Allí quedarán las pyme: ni acompañadas ni fomentadas.

En 2018, Massa proponía “flotación administrada” del tipo de cambio o crawling peg, para evitar atrasos cambiarios y saltos devaluatorios. En 2023, utiliza el dólar como ancla de cartón en una economía a la deriva, sacudida por los huracanes perversos que genera la brecha cambiaria. Apenas a flote con dólares mendigados al FMI que aumentarán la deuda externa.

En 2018, Massa pedía restricciones al ingreso de capitales, como el modelo chileno de “estacionamiento financiero” para ahuyentar golondrinas. En 2023, con la salida masiva a través de todos los medios disponibles, ni gorriones ingresan a la Argentina. Massa firmaría ya mismo la eliminación del parking con tal de que entrase un “Fitito” o un 2CV pagando la estadía en billetes verdes.

Hace un lustro, Massa requería una emergencia aduanera por 180 días para revisar las importaciones y “terminar con los dólares que se van con productos innecesarios”. Tal vez creía entonces, como parece creer ahora, que esa fuga se puede combatir revisando contenedores en lugar de poner bajo la lupa los regímenes de privilegio, como Tierra del Fuego, cuyas remesas al exterior y entramados offshore jamás son auditados por sus adiestrados sabuesos.

En 2018, Massa también proponía una administración “inteligente” del comercio, para no inquietar a los dueños de mercados cautivos. En 2023, aprendió que el comercio “administrado” por Matías Tombolini provoca aumentos de precios y ganancias injustificadas, paraliza cadenas de valor e invita a la corrupción, con su arsenal de excepciones y gestores. Queda aún por dilucidar si su equipo renovador lo combate, lo tolera o lo aprovecha.

En 2018, Massa prescribía un Régimen de Promoción de Exportaciones con un seguro de tasa subsidiado en dólares. Con visión industrialista, quizás pensaba en exportar manufacturas con financiaciones baratas y ventas a Cuba, Angola o Venezuela, como es marca registrada del peronismo, añejo o renovador. Sin embargo, en 2023 la industria quedó en un cajón y Massa solo ha aplicado Programas de Incremento Exportador con el único objeto de acelerar la liquidación de divisas del campo para quemarlas en la hoguera de la intervención cambiaria y de los negocios de amigos.

¿Visión industrialista? En 2023, Massa emite tanto como lo exige su lideresa, aunque por la “brecha” falten insumos industriales y se demuela la competitividad de cualquier actividad con valor agregado, como las economías regionales. Ni crawling peg ni comercio administrado ni sesgo productivista.

En 2018, Massa propuso un Bono de Emergencia para los 4 millones de jubilados con la mínima que se financiaría con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses. En 2023, Massa vació ese fondo sacándole sus bonos en dólares, para mantener la brecha cambiaria. Y, en lugar de beneficiar a los jubilados, los está asfixiando con incrementos de haberes por debajo de la inflación. En lugar de tocar pensiones de privilegio, como las que cobra Cristina Kirchner sin ruborizarse.

En 2018, Massa aconsejó liberar las paritarias para recuperar el poder de compra de los salarios. En 2023, sabe que eso sería fogonear la carrera con los precios, que nunca bajarán con su programa “renovador”. Mientras el público no cambie sus expectativas, confiando en la moneda argentina y haciendo disminuir su velocidad de circulación, el poder de compra del salario siempre se esfumará, como en aquel Rodrigazo de 1975 o en las hiperinflaciones posteriores.

En 2023, sumiso al Instituto Patria, para el cual la moneda es un fetiche y la inflación un prejuicio, ahora Massa pretende aumentar el consumo ampliando límites de créditos y topes de las tarjetas, aun a sabiendas de que los ingresos de la gente se mejoran fortaleciendo al peso y no echando más leña al fuego. Consumir con tarjeta es endeudarse y, para deudas, basta la nacional y popular reflejada en las Leliq.

Ni Massa en 2018 ni Massa en 2023 habló o habla de inversión ni de competitividad ni de tecnología ni de cadenas de valor ni de reducción de costos ni de espíritu emprendedor ni de integración al mundo ni de economías de escala ni de sinergias ni de reconversión laboral ni del salario real ni de empleo genuino. Ninguna idea convocante para impulsar un crecimiento sostenido, con mayor bienestar e inclusión.

Si hay alguna consistencia entre su plan de 2018 y su gestión de 2023 es la sistemática negativa a reconocer que, sin reformas que toquen los intereses creados durante 80 años de peronismo, la inflación no cederá ni el país jamás saldrá a flote. Una verdadera lástima para quien insiste en hacernos creer que tomó la renovación como bandera superadora.

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