Jugó un pleno a la estrategia localista sin identidad política y perdió. Esquivar internas no garantiza el paraíso. Le ganó al PRO, pero le creció otro enano.
Por Francisco Basualdo
En un escenario de altísima fragmentación de la oferta electoral de la derecha, el candidato de Es Ahora Buenos Aires, Leandro Santoro, se ilusionó con dar el batazo en la Ciudad de Buenos Aires. Con una estrategia vecinalista libre de kirchnerismo, buscó escaparle a la disputa entre el PRO y LLA que finalmente se lo llevó puesto en las urnas.
El laboratorio peronista donde se exploran las alquimias para intentar remontar la derrota electoral de 2023, el peronismo porteño cosechó un nuevo fracaso. La vía blanda, desprovista de identidades políticas sólidas y apostando a una estrategia localista, quiso colgarse la primera cucarda electoral en un distrito clave y siempre esquivo. No lo logró.
La estrategia diseñanda por la consultora Ana Iparraguirre y el dirigente porteño Juan Manuel Olmos, que además se cargó al hombro la jefatura de campaña, se centró en enfocar la disputa por la Ciudad desde una perspectiva completamente localista, evitando exponer al armado a los vendavales que sacuden y dividen al peronismo.
El armado peronista buscó escaparle de la disputa interna que protagonizan Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador bonaerense Axel Kicillof, al que este resultado le deberían encender señales de alerta por su decisión de desdoblar las elecciones provinciales.
El peronismo vecinalista de Leandro Santoro
La apuesta porteña incluyó un giro estético notable que cambió el nombre y el color de lo que fue hasta hace dos años Unión por la Patria. El celeste que identificó durante las últimas décadas al kirchnerismo, fue reemplazado por el verde fluo que adoptó Es Ahora Buenos Aires, la nueva denominación.
Leandro Santoro, segundo en las elecciones porteñas.
Victoria Gesualdi
Este cambio estuvo acompañado por la decisión explícita del comando de campaña de evitar nombrar o evocar a CFK o al kirchnerismo en cualquier acto proselitista.
Con estas definiciones, el eje central del discurso tenía dos direcciones: la lucha contra el abandono, encarnado por Jorge Macri y la administración PRO y enfrentar la cultura de la crueldad representada por Manuel Adorni y el gobierno libertario.
Paradójicamente, este discurso, novedoso, combinado con los buenos resultados que anticipaban las encuestas, lo dejó en una posición casi prescindente públicamente frente a la pelea de alto voltaje que enfrentó en el sprint final a los candidatos del PRO y de LLA.
La debacle del PRO
El golpe por el segundo lugar en la elecciones porteñas, detrás del vocero de Javier Milei, tiene algunos atenuantes para el peronismo.
Uno, indiscutible, es la caída casi irremediable del PRO, que fue el blanco privilegiado de las críticas de Santoro cuando hablaba del agotamiento del ciclo macrista, que se expresaba en la ruptura de su coalición de gobierno que le abrió camino a la fragmentación.
"Se ha cerrado el ciclo del abandono, un ciclo político que permitió durante muchos años que demandas históricas de los porteños queden insatisfechas. El PRO como proyecto político dejó de representar a la mayoría de los porteños", aseveró Santoro desde el búnker partidario montado en Ferro, donde habló después de que se conocieran los resultados consolidados.
El premio consuelo
El otro aliciente, más importante de cara al futuro del peronismo porteño, fue la cosecha de bancas en una elección con récord negativo de participación.
En las proyecciones previas, el comando de campaña de Es Ahora Buenos Aires puso como uno de los objetivos principales aumentar su presencia en la Legislatura porteña, donde ponía en juego ocho de las 18 bancas que lo convertía en primera minoría por la implosión de la coalición oficialista.
Los 27,35% puntos le permitieron al peronismo, no sólo renovar las ocho bancas, sino sumar dos más, quedándose con un tercio del total de legisladores en un escenario de alta fragilidad del oficialismo porteño, que podría desembocar en el control de comisiones y sectores claves del antiguo Concejo Deliberante.
Sin embargo, el poder legislativo contrasta con la pérdida de votos: en las legislativas de 2021, en plena salida de la pandemia, el Frente de Todos consiguió 484.950 votos porteños, mientras que en estas elecciones recibió 35.506 menos, fijando su performance en 449.444 votos.
En diciembre, una vez que deje su banca como diputado nacional y asuma como legislador, Santoro tendrá que revalidar su vocación de cara a 2027. También deberá afrontar el desafío de conducir un bloque legislativo robusto que va a tener que pelear, como en esta elección, contra el poder declinante del PRO y la fuerza ascendente libertaria que tiene el mismo objetivo que él: quedarse con la Ciudad.
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