El CEO de Techint se mostró altamente preocupado por la importación de electrodomésticos. Los números que planteó frente a la UIA y la agenda que manejan en la entidad.
Por Nazarena Lomagno
Durante la última Conferencia Industrial de la Unión Industrial Argentina (UIA), uno de los discursos más comentados fue el de Paolo Rocca, CEO del Grupo Techint. En una intervención que captó la atención de toda la platea, el empresario reclamó una presencia más activa del Estado en la definición de políticas industriales. Para graficar su preocupación, eligió un caso concreto: el salto exponencial de las importaciones de electrodomésticos.
“El año pasado se importaban 5.000 lavarropas por mes y este año el número creció a 85.000, mientras que en heladeras se pasó de 10.000 a 80.000”, advirtió. Con ese ejemplo sobre la mesa, Rocca lanzó un mensaje directo al resto del empresariado: “Produce y da valor agregado o cierra y usa la cadena comercial para distribuir material importado”.
Más tarde, fue incluso más explícito respecto del rol estatal ante este fenómeno: “¿El Estado deja que las fuerzas presionen libremente por el exceso de capacidad en China y la dificultad de competir en nuestro país, o podemos tener un diálogo?”, planteó.
Uno de los empresarios con trayectoria en la UIA sintetizó las transformaciones del debate global: “Hace unos años la política industrial era solo reforma laboral y tributaria. Hoy el mundo la discute seriamente, desde Estados Unidos hasta la Unión Europea”. Según este industrial, mientras las grandes potencias eligen sectores estratégicos, “Argentina sigue con un discurso de neutralidad total. Ese es el punto que hoy más cuesta que el Gobierno entienda”.
Los números que inquietan a Rocca
Ámbito accedió al Excel que circula entre los despachos de “la T”. Según esos registros, en 2024 se importaron 106.583 lavarropas, mientras que entre enero y agosto de 2025 el número saltó a 689.916 unidades. La variación implica un incremento del 547%.
En términos de participación de mercado, el share de los productos importados escaló del 8,8% al 49,5% en un año. En términos históricos, la referencia se encuentra en niveles de 2003, cuando se ubicaba en el 50%, mientras que 2001 representó el 82%.
“La política industrial para el Gobierno es mala palabra, y mantiene las importaciones como pseudo control de precios”, evaluó un empresario del sector. También remarcó un dato: en la última feria china de Cantón, en mayo, la presencia de empresarios argentinos fue una de las más numerosas que se recuerde.
China es, de hecho, la pieza central del debate. El gigante asiático produce más de 1.000 millones de toneladas métricas de acero por año, según la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero). Para 2025, la entidad proyecta que las importaciones cubrirán casi el 40% del acero utilizado en la región, mientras que la producción latinoamericana volverá a caer: Chile (-41,4%), México (-20,9%) y Argentina (-13%).
“China no quiere vender acero: busca entrar con el producto terminado”, resumió una fuente del sector. En cuanto a los tubos de acero, la inquietud es creciente: “Ya no es solo el Estado, también los demandan los privados. Los números aún no son significativos, pero el lobo está, y un día el lobo entra”.
Rocca cerró su presentación con una consigna: “Tenemos que volver a hacer política industrial, ver cómo Argentina se inserta en este nuevo mundo”.
Un mapa heterogéneo: márgenes ajustados, consumo débil y presión impositiva
El paso por la UIA evidenció la diversidad de realidades dentro del entramado productivo. Mucho depende del sector, del tamaño de las empresas y del impacto que las importaciones tengan sobre cada actividad. Aun así, la mayoría coincidió en un punto: las reformas aprobadas por el Congreso podrían mejorar la previsibilidad.
En el balance empresario, los cambios tributarios pesan más que los laborales. “El debate urgente hoy son los márgenes de ganancia primero”, coinciden. Esto ocurre en un contexto donde el consumo apenas muestra señales aisladas de repunte o directamente continúa en caída.
En este punto, un consultor que trabaja con grandes grupos fabriles sintetizó el escenario: “Hoy el problema principal no es el costo: es la demanda. El consumo está frenado y ya no funciona la lógica inflacionaria de comprar antes de que suba”. Otro empresario completó el análisis: “Con menos plata en los bolsillos y sin inflación acelerada, desapareció la posibilidad de patear problemas para adelante. Eso dejó muy expuesta la caída de la demanda”.
A ello se suman la baja nominalidad -interrumpida en los últimos cuatro meses pero visible en términos interanuales-, el tipo de cambio que incentiva las importaciones y una apertura comercial que obliga a recalibrar el rumbo.
A diferencia del clima que predominó en la Conferencia Industrial del año pasado, los debates de esta edición tuvieron un tono más crudo. Entre café y bandejas de pastelería, un empresario fue al hueso: “Si el consumo cae, ¿cómo puedo seguir pagando impuestos? Hay empresas que optan por vender desde la informalidad”.
En materia laboral, el trabajo no registrado no es un problema nuevo, pero tampoco hay señales de dinámica expansiva. “Hoy no estamos contratando. Si no hay crecimiento, la reforma no tiene peso”, sintetizó otra fuente.
Diego Coatz, economista jefe de la UIA, detalló la estructura de costos industriales: los impuestos -incluyendo IVA- representan el 46%, los insumos y materias primas el 25%, el costo laboral el 16%, y luego se ubican logística (6%) y energía (6%). A ello se suma un mercado de trabajo fragmentado: de 22 millones de puestos, 9,2 millones son privados registrados, 9,1 millones privados no registrados y 3,8 millones pertenecen al sector público.
Un gobierno que no respondió al reclamo industrial
Pese a la expectativa, los principales funcionarios no desarrollaron definiciones claras sobre el entramado productivo. “Menem (Martín) fue el único que dijo la palabra pyme”, ironizó un empresario tras escuchar la exposición del presidente de la Cámara de Diputados.
Un dirigente pyme fue más tajante: “Este Gobierno no va a pensar en la micro. Abren las importaciones y nadie hace doble click para ver los costos de las empresas. Mejor traer limpia una remera de Bangladesh hecha por un nene”.
Ante la falta de señales oficiales, muchas firmas exploran alternativas propias. “La reinvención implica dedicarme a ventas de nicho, porque mis productos ya entran todos de afuera”, definió un vendedor de herramientas mecánicas mientras salía del Centro de Convenciones.

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