El gobierno de Cristina Kirchner soslayó ayer la marcha de protesta del 8-A y con satisfacción sus funcionarios aseguraban que "no es tema de interés" de la Casa Rosada: pese a que no hablaron públicamente, consideraron por lo bajo que los organizadores habían cometido un "error de oportunidad" al haber convocado a un cacerolazo tres días antes de las elecciones primarias.
No se descarta que, pese a la veda electoral que regirá desde las 8 de hoy, el Gobierno pueda descalificar la protesta y la presente como una muestra de debilitamiento de la oposición. "El hecho de que la convocaran pese al duelo nacional por la tragedia en Rosario deslegitimó el cacerolazo", dijo a LA NACION un funcionario de la Casa Rosada.
"Los puso en un lugar de irracionalidad, también por el hecho de que el acto de expresión de ciudadanía institucional va a ser el domingo, en las elecciones, y la gente lo entendió así", aseguró otro miembro del círculo de la Presidenta. De hecho, el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, y otros secretarios y ministros fueron indiferentes a la marcha, más allá de observar las imágenes de televisión esporádicamente.
Pese al alivio, no dejaron de reconocer que, si bien fue menor que las anteriores, la convocatoria fue muy superior a la de cualquier partido político por estos días. "Pero aun así queda la imagen del debilitamiento y la deslegitimación", señalaron.
De todos modos, allegados a la Presidenta no creían que esa merma de público pudiera incidir en el resultado de las elecciones del domingo..
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