Cristina vs. Alberto: ¡llamen a los bomberos!

Por: Carlos M. Reymundo Roberts. Como todo candidato, Alberto transitó la campaña llenándose la boca de promesas. Nada grave, porque él sabía que nosotros sabíamos que no es una persona para tomar al pie de la letra. Después de asumir siguió con esa costumbre. De hecho, hubo momentos, allá por abril, en que llegamos a considerarlo un presidente prometedor. 

Eso sí que es grave: nuestro despiste. Pues bien, el profesor nos prometió, como principal objetivo de su mandato, cerrar la grieta. Recuerdo que me cayeron lágrimas de emoción al escucharlo. A once meses de esas palabras conmovedoras, el país está más dividido que nunca. Incluso acabamos de inaugurar la grieta más preocupante de todas: la que ha aparecido entre él y Cristina. Una falla geológica que a mí, lo reconozco, me sorprendió y me mete miedo. Yo iría llamando a los bomberos.

Repasemos primero el mapa de fracturas de la Argentina de los Fernández. Seguramente me voy a olvidar de algunas, porque es como que todos los días se rompe algo. Espero no marearlos. Los de La Cámpora están de punta con Grabois por su excesiva autonomía, porque les saca una porción de su mercado y porque ellos no duermen, como él, en Santa Marta; Grabois, con lo de Entre Ríos, también dividió al Episcopado, temeroso de la regla de tres simple: si criticaban la usurpación de tierras y el usurpador mayor parece actuar con la venia del Papa, quizás terminaban teniendo que vérselas con el Papa; Guzmán está enfrentado con Pesce, pero mientras el dólar blue siga bajando, por mí que se batan a duelo; D'Elía y Guillermo Moreno, la reserva intelectual del kirchnerismo, ya no ocultan sus acérrimas críticas al Gobierno; Aníbal Fernández, la reserva moral, cree que no lo consideran para misiones que se merece, como la lucha contra el narcotráfico; Ofelita Fernández, que todavía juega en reserva, expresó su "repudio total" a la represión durante el desalojo de Guernica, que tuvo un saldo luctuoso: 5 rasguñados; la CGT estuvo a punto de fracturarse, y en el fragor de la batalla uno de sus tres jefes, Carlos Acuña, dijo que Máximo Kirchner "es un pibe que nunca laburó", acusación no desmentida; hablando de Máximo, sus reparos con Kicillof son muy conocidos (compiten por la herencia, si es que queda algo de herencia), pero en cambio son nuevas las diferencias que estaría teniendo -sorpréndanse tanto como yo- con su mismísima madre, conflicto que espero se solucione porque si no otra vez habrá que recurrir a los bomberos.

Sigo con la lista de enfrentamientos que tienen lugar a la luz del día: la ministra de Justicia, Losardo, vs. una tal Carpinetti, funcionaria de su ministerio, que se fue a dormir al campo de los Etchevehere durante la usurpación, y a la que no echó porque le trajo perejiles de la huerta; el Instituto Patria vs. el jefe de Gabinete, Cafierito, vs. Losardo, vs. Vilma Ibarra y vs. el ministro de Trabajo, Moroni; intendentes peronistas vs. La Cámpora; La Cámpora vs. Kicillof; Blanca Cantero, intendenta de Presidente Perón, vs. Kichi; Massa soy del Frente de Todos vs. Massa me diferencio en todo. Hasta la vacuna rusa fue motivo de cruces: Alberto y Ginés tuvieron un duelo de tuits y declaraciones sobre el número de dosis que el país va a comprar, que concluyó salomónicamente: los dos estaban equivocados. Que un presidente y su ministro se corrijan públicamente puede resultar simpático; que Carla Vizzotti haya encabezado una misión secreta a Moscú es curioso.

El clima de divisionismo invade también a Juntos por el Cambio: Lilita vs. Macri, Pichetto y Cornejo vs. Lilita, Macri candidato 2023 vs. Rodríguez Larreta candidato 2023; anteayer hubo una cumbre de la coalición, se hicieron el hisopado y les dio "intención de agudizar las tensiones no detectable". En cambio, Mariano Macri vs. Mauricio Macri, la cruda disputa relatada en Hermano, el libro de Santiago O'Donnell, no parece un fuego que vaya a extinguirse pronto. ¿Todos son peleas en este país? No. La Corte logró reunir cuatro de los cinco votos contra los jueces Bruglia y Bertuzzi; por fin se reconstituyó la mayoría peronista, con lo cual ya no tendremos que estar atentos a la Constitución o a la jurisprudencia, tan engorrosos, sino al cálculo y el oportunismo. Para Rosenkrantz, que votó en disidencia, tengo una recomendación. Si quiere hacer justicia, siga el consejo de Máximo: forme un partido y gane las elecciones.

Voy a satisfacer ahora el morbo de los lectores: el abismo que empieza a separar a Alberto de Cristina. A ver, ella ya cantó sus cuarenta con la carta -el burofax, diría Jorge Liotti-, y vela sus armas: el Senado, la mayoría en Diputados, La Cámpora, las principales cajas, el armado territorial, Justicia Legítima, el conurbano, la provincia, los votos, las ideas. En cuanto al profesor, viene dando muestras de autonomía: el acto del 17 de octubre, pensado por gobernadores y la CGT como plataforma de rescate del Presidente; la foto con Vilma y con Massa, la negativa a apurar cambios en el gabinete, la reunión de Guzmán con AEA. En cualquier momento dice que Maduro es un dictador, que a Nisman lo mataron y que la soja no es un yuyo.

Este escenario hará las delicias de millones. Yo, asustadizo, no me quedo tranquilo. Porque Alberto es Alberto. Y Cristina es Kirchner.

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