Betty retó feo a los alperovichistas: se hicieron ricos con José y no hacen nada para defender a su familia

Este martes la imagen de Paulina Lebbos volvió a pasear por las marquesinas porteñas. El gobierno de los Alperovich sigue bailando al compás de este caso. Se pone un sello en el expediente del “Caso Lebbos” y las estructuras del poder crujen.

Por estos días, fue el propio hijo del gobernador el que se ofreció a que le tomen pruebas de ADN y cuando el fiscal reaccionó en consecuencia, en el Poder Ejecutivo “se hicieron los rulos”, por citar a la figura que más temen en el palacio.

No son el gobernador y su esposa los únicos que están en el baile. También danza el secretario privado, Alberto Kaleñuk, a cuyo hijo también le extraerán muestras para determinar si tuvo o no responsabilidades en esta matratada causa judicial.

El manejo del tema que hizo el oficialismo durante los últimos ocho años fue patético. Si de algo está segura toda la población tucumana y hasta los “sijosesistas” es de que se encubrió la muerte de Paulina. Está absolutamente claro -y probado- que se puso más enjundia en esconder que en investigar. La unanimidad se rompe a la hora de opinar si los hijos tuvieron alguna participación aquella madrugada del 25 de febrero. En la interpretación callejera y lega hay quienes ven que Gabriel Alperovich y Sergio Kaleñuk tuvieron algo que ver, otros afirman que no y algunos sólo se inclinan por uno de ellos. Lo que no se entiende ni tiene respuesta es por qué la Policía, el Poder Ejecutivo y la Justicia hicieron lo posible para que la madre de Paulina y el padre jamás pudieran saber la verdad.

Los “sijosesistas” se victimizan y sienten -y lo gritan a los cuatro vientos- que todo es una operación de prensa en la que ha actuado con especial protagonismo la oposición liderada por la Unión Cívica Radical. Aunque se hagan esfuerzos por validar este razonamiento, la desidia judicial de fiscales como Carlos Albaca y la impericia de los investigadores los desmienten.

No obstante, hoy hay una verdad irrefutable: los encubrimientos le están costando muy caro al poder. Nunca imaginaron ni los ideólogos del “tapemos todo” ni el “sijosesismo” ni los ejecutores de las maniobras que años después fuera un obstáculo para gobernar tranquilimente. Hoy Alperovich no sólo ha perdido la sonrisa, sino también la paz.

Mañana de miércoles

El miércoles amanecía en la casa de los Alperovich. Las noticias, una vez más, no decían lo que ellos querían. Pero había una que contaba mucho más de lo esperado. “El lunes tomarán muestras de pelo y de sangre a los hijos de Alperovich y de Kaleñuk”. ¿Por qué se subraya a ellos dos cuando las pruebas de ADN se van a hacer a muchos otros? Esa fue la primera reflexión en el primer piso de la casona de Crisóstomo Alvarez 4.371. La idea de que la prensa tiene malas intenciones es un paradigma que se ha instalado en esta década y pasará mucho tiempo para que los seres humanos que llegan al poder tomen conciencia que son noticia cuando hacen y cuando no; cuando duermen y cuando no.

El sol todavía no calentaba y el sapo de jardín de la planta baja ya había saludado a varios. Se habían cuadrado ante el verde animal el súper amigo Jorge Gassenbauer, el legislador Dante Loza, el secretario de Trabajo, Roberto Jiménez; el secretario de Información Pública, Marcelo Ditinis; el director del Mercedes Sosa, Raúl Armisen, el más obsecuente de los “sijosesistas”, el ministro del Interior Osvaldo Jaldo; el ex intendente Aldo Salomón y el jefe municipal monterizo, Luis Olea. Eran muchos más los invitados al desayuno del señor que desde hace una década confunden con reuniones de gabinete.

Los que lo vieron dicen también que el sapo lo registró pero con llegada tarde (y reto vencido) al ministro Edmundo Jiménez, quien anda más sonriente que de costumbre desde que lo dan como número puesto a ocupar el sillón de ministro fiscal.

De repente, bajó la escaleras. “Es un pájaro, es un avión no..... Es Súperman.... noooo....” Es Betty que viene enojada. Fue un exhalación que bajó hasta donde está el asador que “sijosesistas” llaman el quincho. Se hizo un silencio. Y ella descargó toda su bronca. Ninguno de los desayunadores recuerda las palabras exactas. Sin embargo saben que les recordó todo lo que ellos se beneficiaron con José. También les señaló que les abren su vivienda todos los días y luego de muchos improperios les recriminó que ellos no tienen ninguna actitud para defender cuando se la ataca a su familia.

La senadora y precandidata a gobernadora hizo sentir todo su poder -y bronca- porque los “sijosesistas” se enriquecen, crecen, se reproducen y disfrutan de las mieles del poder, pero no dijeron un ápice en defensa de los Alperovich en acontecimientos como la causa Lebbos.

Otra vez Lebbos en el desayuno. Otra vez la impericia y en el encubrimiento en la vida política de la provincia y la vida particular también. El tema es indisoluble ya.

Dicen los que frecuentan al matrimonio más poderoso de Tucumán que la primera dama después pidió disculpas, a uno o dos, pero no a todos.

La escena de lo que pasó aquella mañana en la Casa de Gobierno particular es una anécdota más en tantos años de gestión, pero a la vez es una síntesis de la forma de pensar que reina en la cúpula del poder que administra este Tucson de instituciones genuflexas.

Cinco verdades

1) Alperovich y su equipo confunden lo público con lo privado. Por lo tanto cuando dan algo -sea un cargo, un subsidio o una disculpa, una vivienda, una solución habitacional- la anotan como propia y no como de los tucumanos.

2) Les cuesta entender que su obligación es administrar y hacer que las cosas funcionen. Por eso cuando alguien no hace lo que debe sienten que les fallaron a ellos y no que incumplieron su deber de funcionario o que no cumplieron con los tucumanos.

3) Las medidas de la gestión no son se basan en la actividad que realizan sino en el grado de devolución y cumplimiento con el jefe.

4) La residencia privada se ha convertido en pública y viceversa. Por eso cuando el gobernador pide favores privados son interpretados como públicos por los hombres públicos, que terminan actuando como amigos.

5) Alperovich ha llegado a decir que algunos funcionarios suyos no hicieron nada cuando después terminaron descontándoles del sueldo por sus irregularidades. Tal es el caso del impoluto Pablo Yedlin. La confusión ha convertido al gobernador en un juez que imparte una justicia personal sin importarle los hechos. Le cuesta interpretar que él administra un Estado cuyo poder se lo delegaron.

Si analizamos estos cinco principios básicos del manual del alperovichismo es comprensible la recriminación de la senadora a los desayunadores. Pero el problema real es que aún cuando los sijosesistas y otros traidores y aduladores les adeuden enriquecimientos y crecimientos al gobernador, no tienen por qué comprometerse con el encubrimiento de una causa que navegó a la deriva ocho años por decisión de alguien.

La política hereditaria

Hay un sexto ítem: a la política la desarrolla Alperovich pero hay un punto en el que termina decidiendo la senadora. 

Por eso a la hora de la elección de quién sucederá a José Alperovich, su esposa se ubica en la “pole-position”. No es novedad. No está escrito en ningún lado pero podría haber un séptimo ítem en el sijosesismo que dice que todo cargo político debe ser familiar, por lo tanto cuando uno deja el sillón debe ser ocupado por un esposo o esposa, por un hijo o una hija o por una hermano o una hermana. 

Son muy pocos los legisladores, jueces, funcionarios, concejales, intendentes o delegados comunales que están exceptuados de esta “ley”.

Por eso, aunque José López muestre vocación de poder y recorra toda la provincia y prometa obras corre en desventaja al igual que el otro candidato que alguna vez inventó Alperovich.

Cuando el alperovichismo mira para atrás y analiza los resultados está orgulloso y hasta presume con estos procederes que le dieron records de votos y bancas, pero cuando miran el horizonte de 2015 empiezan a entender la ingratitud de la equivocación.

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