Se acabó el misterio: revelo a quién voy a votar

Por: Carlos M. Reymundo Roberts. Como faltan apenas ocho días para las benditas PASO, ha llegado el momento de contarles a quién voy a votar.

 

Pero antes déjenme repudiar las manifestaciones, los piquetes, las protestas y las 14 toneladas de piedras arrojadas por hordas salvajes de macristas contra los aumentos de la luz. OK, llegaron las facturas con subas de hasta 400%: bánquensela, hermanos. OK, también subió la nafta y se anunció que volverá a subir en 15 días, cae el salario real, caen las jubilaciones y se caen las góndolas por el peso de los precios. Pero qué es esto de asolar ciudades de todo el país con forajidos, destruir la Plaza de Mayo y la del Congreso, incendiar autos, saquear supermercados y poner en riesgo la convivencia democrática por incrementos que ni siquiera son decisión del Gobierno, sino del Fondo Monetario Internacional. Yo sabía que la derecha iba a terminar mostrando la hilacha, que iba a hacer campaña con el tarifazo. Politiqueros baratos, aprendan del peronismo y de su más joven expresión, el kirchnerismo, que se bancaron cuatro años en la oposición cual monjes de clausura. Aprendan de la CGT, que está llamando a los trabajadores a “aceptar la readecuación tarifaria, porque es lógico, compañeros y compañeras, que la electricidad, los alimentos y nuestros abuelos sean la variable de ajuste”. Advertencia a Juntos por el Cambio y a sus esbirros: paren la mano, recojan las piedras, vuelvan a sus casas. Y una vez en sus casas, no prendan la luz, que está carísima.

Ahora sí, mi decisión electoral. La revelo debido a la creciente presión de la que estoy siendo objeto en la calle y en las redes: ya me lo preguntaron dos personas.

Lo primero que resolví es ir a votar; la abstención deja la cancha libre a los aparatos partidarios que empujan a la gente a las urnas con la triple “ch”: choripán, chupi y cheque. Lo segundo, no votar en blanco; en este caso la razón es que arrastro un trauma infantil: en la primaria tenía un compañero de apellido Blanco que me comía las galletitas Manon. Lo tercero, ya lo he dicho, es que no apoyo a los candidatos de izquierda, pese a mi formación marxista-leninista, porque son demasiados (¡once fórmulas!, incluida, obvio, la de Grabois) y me confundo. Cuarto: no voto a la extrema derecha por las fotos; como que me asustan esas caripelas.

Quinto: no voto a zarpados que se anotaron para que en Google figure que fueron candidatos a presidente; hablo de Passamonti, Albarracín (del Movimiento de Acción Vecinal; que se dedique a los pozos, a la poda de árboles, al retiro de residuos…), Vasena y otros paracaidistas. Sexto: Schiaretti me gusta, pero lleva de vice a Randazzo, perdedor nato, un tipo más triste que Pernía. Séptimo: ni loco voy con Guillermo Moreno; aunque sus bizarros spots son divertidísimos –en uno se presenta como “desquiciado” y “buen salvaje”, y nadie lo desmiente–, si lo votamos estamos demorándole la consulta a un terapeuta. Octavo: inmediatamente descarté a Julio Bárbaro; odio que la postulación interfiera en su carrera de panelista.

Bueno, nos vamos acercando a la zona caliente: Patricia Bullrich u Horacio Rodríguez Larreta, Massita, Javier Milei. Juro que pensé detenidamente en Milei, sobre todo desde que dejó de estar media hora por día frente al espejo despeinándose. Pero caí en la cuenta de que muchas cosas me alejan de él: mi edad –de aquel joven indignado que supe ser apenas me quedó la indignación–; soy un poco casta porque suelo votar a la casta; si gana y dolariza, me conozco, voy a extrañar el peso, y una diferencia insalvable: no me gustan los perros; es un problema, porque sospecho que Javier nos está metiendo el perro.

¿Patricia? ¿Horacio? A ver… Patricia tiene garra y convicciones de sobra; digo, le sobran: demasiada garra, demasiada convicción. Si nos ilusiona tener como presidenta a la campeona mundial de lucha libre, adelante. Puede que, de superar a Larreta en las PASO, modere su discurso, suavice las formas y la veamos en modo peluche, como indicarían los negociadores que tiene a su lado (tipo Pinedo); el problema ahí será saber a cuál de las dos estaríamos votando. Pato, en cualquier caso, contá conmigo; si ganás, suscribiré tu consigna, “la fuerza del cambio”, que está muy buena; y si perdés, diré que al cambio solo le sobró un poco de fuerza.

A Horacio lo conozco desde hace años, y cuanto más lo conozco me da la impresión de que menos sé de él. No es que sea un bribonazo, sino que nunca fui bueno para sacarles la ficha a las personas. En los focus groups pinta mal como candidato y bien como presidente. Con Patricia hubiesen hecho una buena dupla, ¿no? Es una broma, che, que ninguno de los dos desenfunde. Horacio, has laburado como loco, rosqueaste toda la vida para esto, parece que tenés estirpe de hombre de Estado. Contá conmigo. No ahora; si ganás.

Por descarte, ya se sabe con quién me quedo: Massita. ¿Razones? Una sola. Mi voto es infalible, no falla jamás. Al que voto, pierde.

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