Recalculando Mar del Plata: el oficialismo sin respiro, le crecen los enanos

Por: Jorge Elías Gómez. ¿Alguien imaginó a Mauricio Macri cruzando el desierto en una segunda vuelta sin la palanca de Mariu? Las cuitas  del desdoblamiento, quedarán para una mejor oportunidad, pero las facturas políticas sobrevuelan sobre los ánimos, que se están caldeando en este cada vez más espeso clima electoral, donde se exige más competencia minuto a minuto.

 

El glóbulo de La Pampa animó a la pulseada en CAMBIEMOS. Con Mac Allister, el PRO la pifió mal. Ya rebobinó en algunos casos. La comodidad y discrecionalidad que permite hacer uso de la lapicera, evita dolores de cabeza y sorpresas. Por ejemplo, que surjan intendentes como Carlos Arroyo en General Pueyrredon, que ganó una primaria, abierta, simultánea y obligatoria, más conocida como las PASO.

Arroyo ya dejó en el camino a Mario Luchessi (2007), Hernán Alcolea (2011) y Guillermo Sanz Saralegui (2015). Ha demostrado tener una capacidad infatigable para generar opositores, dentro de su propio club. Nadie resistió a su lado, se apartaron. Así fue ratificando su condición de autónomo y/o bien poco permeable a compartir espacios políticos.

No debería extrañar que su estilo sin roce político ni negociaciones ni acuerdos, haya provocado un alineamiento opositor desconocido en la historia de la ciudad, sólo comparable al que gestó Mario Roberto Russak en 1995. En esa oportunidad, el profesor Blas Aurelio Aprile se quedó con la intendencia, mientras que el P.J. hizo la mejor elección de la historia, llevando como candidato al hoy integrante Suprema Corte de Justicia Eduardo Julio Pettigiani.

Para CAMBIEMOS perder Mar del Plata constituiría un serio revés político. Es la ciudad joya de los bonaerenses, sin excepciones, su conducción política tiene un valor agregado. No parecen ser suficientes, el empeño y el esmero de María Eugenia Vidal, comprometida hasta el tuétano, con la imposición de Guillermo Montenegro.

La gestión de gobierno de Carlos Arroyo fue complicada de movida,  a su llegada pateó nidos considerados intocables. En virtual estado de quiebra (como Nación y Provincia) la administración municipal ha sido casi recuperada en términos económicos, pese a la encomiable adversidad de 21 sobre 24 concejales, que impulsan medidas para desfinanciar a su propio gobierno.

 Todos los conflictos, habidos y por haber, se potencian a diario (no es un eufemismo) con la inédita ayuda de la gobernación. En este ejercicio complicado de interpretar, un efecto boomerang podría dejar un contraproducente resultado. Orillando el 50 %, el oficialismo necesita contar voto por voto de lo que surja en las urnas, para aportar a la reelección de Macri y Vidal.

En este propósito, resulta casi imprescindible que los votos propios, que Arroyo ha demostrado tener, en el tercer tramo de la boleta, sumen para el presidente y la gobernadora en la misma lista. Si hubo algún atisbo, de escindir al intendente de una fórmula que no lo contemple, el mismo ha caído por carecer de sustancia.

La territorialidad es una materia que no rindió el PRO, que tampoco fue eximido y los métodos utilizados para lograrla, sólo son compatibles con la mala praxis en la economía que exhibe el ministerio de Dujovne. ¿Cuál es el precio que están dispuestos a pagar? Ya la reversa en el desdoblamiento, sonó a tirón de orejas, cualquier semejanza con un desplante no fue una mera coincidencia.

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