Los desafíos inéditos de Alberto Fernández ante el Covid-19

Los desafíos inéditos de Alberto Fernández ante el Covid-19

La pandemia requerirá respuestas en el ámito sanitario pero también en el económico y social. Los aciertos y los problemas del gobierno a la hora de hacer frente a la crisis.

Alberto Fernández pasó toda la vida imaginando su presidencia. Nunca pensó el escenario que debe afrontar a sólo tres meses de haberse instalado en el principal despacho del país. La pandemia, que hasta hace algunos días parecía una amenaza remota, ya circula entre nosotros. Mitigar sus efectos sobre la economía, la sociedad y la salud es, desde esta semana, la prioridad del gobierno. Todos los demás asuntos en la agenda quedaron en stand by hasta nuevo aviso, excepto la negociación de la deuda, que, por el contrario, se va a acelerar esta semana. Fernández necesita de manera urgente hacerse de liquidez para financiar la respuesta del Estado a esta crisis inesperada. Hay sólo dos maneras para disponer de esos fondos sin mayor demora: un acuerdo favorable y rápido o el default.

En pocos días el ministro de Economía, Martín Guzmán, presentará su oferta a los acreedores privados. Será una propuesta agresiva que contemplará una quita a valor presente cercana o superior al cincuenta por ciento, incluyendo en el cálculo un período de gracia de varios años y un recorte de las tasas de interés a menos de la mitad. El plazo para aceptar o rechazar la oferta será perentorio. La decisión de jugar fuerte responde al crash global que se desató el domingo pasado por la pandemia y por el conflicto petrolero entre Ryad y Moscú, que bajó el precio de los bonos argentinos mientras licúa los efectos adversos de un eventual cese de pagos. La opinión de Cristina Fernández de Kirchner pesó también a la hora de decidirse por esa estrategia. El Presidente es optimista: cree que habrá, al fin y al cabo, acuerdo.

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Terminen las negociaciones con final feliz o no, el resultado práctico será el mismo: el gobierno dispondrá del dinero que debía afectarse al pago de deuda externa para combatir a la pandemia pero también a los efectos que tendrá en la economía. Todos los países respondieron volcando enormes cantidades de dinero y de recursos. Argentina, después de cuatro años de recesión y endeudamiento récord, no los tiene ni tiene de dónde obtenerlos. Hasta ahora el Presidente sólo pudo anunciar una partida de 1700 millones de pesos y luego un acuerdo con el Banco Mundial habilitó otros 30 millones de dólares. España, con la misma población y un PBI tres veces más grande, anunció un gasto de 3800 millones de euros para el sistema de salud más 14000 millones para el estímulo económico.

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Con lo que tiene, Fernández, ayudado por el clima y la distancia, supo reaccionar más rápido que sus pares del primer mundo. El tiempo ganado puede resultar clave para compensar las desventajas materiales. Después de algunos días de titubeos lógicos ante una situación así, el gobierno organizó el comité de emergencia y comenzó a tomar decisiones en el sentido correcto. Las discusiones sobre la oportunidad para avanzar cada escalón en la empinada escalera de restricciones son inevitables y sólo pueden saldarse con el diario del lunes. Seguramente en los próximos días las zancadas se harán más largas. Todo el equipo del gobierno están elaborando medidas y estrategias para mitigar una crisis que recién comenzamos a vislumbrar. Lo hacen sobre la base de un escenario pesimista.

La naturaleza exponencial de la tasa de contagio de esta enfermedad hacen que cualquier cabo suelto sea un foco del que comience un nuevo brote: en Corea del Sur, las autoridades creen que los afectados a partir de un solo caso que no fue controlado a tiempo (la “paciente 31”) equivalen a la mitad de los 8000 casos que hay hasta hoy en ese país. En la Argentina, denunciamos en El Destape cómo se ignoraron completamente todos los protocolos en el caso de la primera víctima fatal, que murió el sábado pasado en el Hospital Argerich luego de haber sido tratado sin ningún tipo de aislamiento ni protección especial para sus allegados, los empleados del centro médico y otros pacientes que compartieron con él diversos ámbitos durante su paso por el sistema de salud pública.

Las autoridades del Argerich reconocieron ante los trabajadores que no se aplicaron las medidas de protección necesarias, aunque el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sostiene todavía la versión de que todo se hizo de acuerdo al protocolo. Los problemas se replicaron en el Muñiz, donde fueron aisladas la mujer y la hija de la primera víctima fatal hasta tener el resultado de sus test para asegurarse que no hayan sido contagiadas. Las pruebas de laboratorio por suerte dieron negativo, pero eso se supo 24 hs después de que la hija aprovechara un descuido para escaparse. Hace falta más que un meme para disimular las falencias del distrito más rico del país a la hora de hacer frente a la pandemia: muchas veces los baños de personal de los hospitales públicos no tienen jabón.

 

Hubo varios casos reportados de personas que no quisieron o no supieron seguir las normas de seguridad que dictó el Presidente. Algunos están en sus hogares con custodia policial. Otros ya tienen denuncias penales. Hubo casos que resultaron llamativos por tratarse de funcionarios. Otros, porque sus protagonistas decidieron hacerlo público. Es el caso del periodista de TN Adrián Ventura; o del escritor y asesor presidencial Martín Caparrós. Urge que el gobierno sea mucho más enfático y esté más presente con la comunicación de las medidas de prevención y mitigación de la pandemia. La cadena nacional del jueves por la noche fue un buen comienzo. Todavía falta mucho. Se deben saturar las pantallas de todos los dispositivos con instrucciones claras: es la única forma de combatir la desinformación.

Además de la comunicación, la otra clave para tener éxito ante la amenaza es el llamado “aislamiento social”. Se vienen días de novedades hora a hora, de decisiones difíciles, de escenas inéditas. La suspensión de clases se anunciará pronto: la presión de gremios y de gobernadores se volvió insostenible durante el fin de semana. También se dictará la obligatoriedad del teletrabajo en el Estado y en todas las actividades privadas donde esa modalidad de empleo pueda aplicarse. Después de esta fecha va a suspenderse el fútbol. Los teatros y cines, que venden ubicaciones con una butaca libre de por medio y aún así tuvieron salas vacías, dejarán de funcionar. Se espera que disminuya sensiblemente el flujo en el transporte público, reduciendo el riesgo de contagio en este ámbito.

Asimismo, habrá nuevas restricciones a la entrada al país y se sumarán otras a la circulación interna. La lista de lugares con circulación del virus puede ampliarse en cualquier momento; un punto de quiebre se dará cuando allí quede incluído Brasil. Además de suspenderse los vuelos, deberán cerrarse los ingresos por tierra. Esta semana, el ministro de Interior, Wado de Pedro, y la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, visitaron Puerto Iguazú, la principal puerta de ingreso al país después de Ezeiza, para evaluar las condiciones de ese paso fronterizo. En la Casa Rosada están trabajando también una batería de medidas para prevenir el movimiento interno de gente durante el próximo fin de semana largo y evitar que el turismo interno lleve el virus a regiones donde todavía no hubo casos.

El rol militar en la contención de la emergencia va a ser importante. El ministro de Defensa, Agustín Rossi, ya trabaja en el relevamiento de la capacidad de los Hospitales bajo su órbita (tres en Ciudad de Buenos Aires, dos en Córdoba, uno en Bahía Blanca) que serán puestos a disposición de la lucha contra la pandemia, al igual que un hospital de campaña que se puede montar donde se requiera. Los laboratorios de las FFAA están preparándose para producir 1500 litros de alcohol en gel por día. La sastrería militar fabrica barbijos, camisolines y cofias. La situación de emergencia podría requerir otros usos de la Defensa nacional. Será una oportunidad para que las Fuerzas Armadas le muestren a la sociedad que la confianza que puso el presidente Fernández al dar vuelta una página está plenamente justificada.

En los hechos, el Ejército Argentino fue el primer área del Estado nacional que se preparó para un contacto con el coronavirus. El 2 de febrero, por coordinación entre las carteras de Defensa y Salud, se hizo la primera notificación oficial del protocolo para prevenir la pandemia. El destinatario eran las bases en territorio antártico. Durante la campaña de verano, cada año, es común el intercambio con delegaciones científicas de otras nacionalidades que recorren parte del territorio al que en invierno no pueden acceder. A partir de esa notificación, se evitó el contacto de argentinos con dos grupos de origen chino (en ese entonces, el virus sólo circulaba en ese país), que acamparon a distancia prudencial, más de 300 metros, de las bases Marambio y Carlini.

Un tema desvela al Presidente desde su primer día de gobierno y toma, en el nuevo escenario, un tono aún más oscuro: el hambre. La inminente recesión mundial empujará la línea de pobreza bastante por arriba de los 40 puntos cuando se mida en junio. La pérdida de puestos de trabajo, la inseguridad laboral de quienes viven en la informalidad y el freno en la economía arrastrará a muchos argentinos por debajo del umbral de una vida digna. Los colegios, cuando se suspendan las clases, dejarán de alimentar a chicos que a veces no tienen otro plato en su rutina. Los comedores, multitudinarios, caen en las generales de la ley respecto a los riesgos de congregar gente. La tarea era titánica antes de que entrara en la cuenta el factor COVID-19.

Es probable que esta crisis deje más muertos por hambre que por enfermedad, y lo cierto es que a pesar de que los primeros casos, importados en avión desde Europa, afectaron a población de clase media y alta, cuando el virus circule la peor parte se la llevarán los mismos de siempre. En el gobierno ya están trabajando con organizaciones sociales, empresarios y sindicatos para buscarle una solución al problema. Una de las prioridades es controlar el precio de los alimentos para que los especuladores no aprovechen la situación y vuelvan a ensanchar sus márgenes de ganancia. La puja es preexistente y la paciencia presidencial no es infinita. Acaso la emergencia le brinde el margen para avanzar en una serie de acciones que tiene en carpeta desde diciembre pero aún no se decidía a tomar.

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