Cerrar grietas

Cerrar grietas

por Jorge Fontevecchia

Cuando en 2009 conocí a Juan Cabandié, no fue amable conmigo. Yo bajaba del escenario del Salón Dorado de la Legislatura de Buenos Aires tras hablar en la ceremonia en la que se le otorgó la ciudadanía ilustre al ex director del diario Buenos Aires Herald, Bob Cox, el mayor héroe periodístico de la época de la dictadura, y Cabandié reprochó mis críticas al uso que hacía el kirchnerismo para sí de la obra de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Cabandié se alejó de La Cámpora y tuvo la idea de acercarle a Cristina Kirchner a Alberto Fernández  Diez años después nos volvimos a encontrar para el reportaje largo que se publica en esta edición con ánimo de cerrar grietas.

Preparando el cuestionario, descubro que a los padres de Cabandié, con solo 19 y 16 años, la dictadura los secuestró en la calle Solís al 700 de la Ciudad de Buenos Aires, la misma calle en que, un año después, también un grupo de tareas del Ejército me secuestró a mí, con pocas cuadras de diferencia. Para completar el clima de recuerdos, esta semana se cumplen cuarenta años de la histórica visita a la Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979, que hizo que se desmantelaran los campos de detención y prácticamente se dejara de hacer desaparecer personas.

La palabra “desaparecido” fue instalada en el lenguaje argentino por ese informe, además de establecer la figura del desaparecido y crear una tipificación en el derecho internacional fuera del Código Penal Ordinario para crímenes de lesa humanidad. Paralelamente, se estrenó el documental Siempre cuenta tu historia, producido por Aleph Media, sobre aquella misión de la Organización de Estados Americanos y, cuando se refiere a la desaparición de periodistas, el ejemplo que muestra la Comisión Interamericana es mi desaparición, a comienzos de ese mismo año 1979. No reparé en que se cumplieron justo cuarenta años de mi detención en El Olimpo hasta que uno de los directores del documental, Oscar Feito, me envió un mail diciendo: “Mientras revisábamos en Washington las cajas con la documentación de los archivos de la CIDH-OEA, aparece tu desaparición, y fue algo que nos impactó”. Mi continuo “olvido” es la forma que tuve de elaborar mi duelo por esa intransmisible experiencia y la terapia que me autoprescribí fue llenar todas mis horas con futuro y periodismo.

Cabandié explica en el reportaje que pudo extirpar el resentimiento por haber vivido 25 años sin saber quién era ni que la dictadura había asesinado a sus padres adolescentes sublimando. Cabandié estudió Psicología y apela al término que usó Freud –sublimar– para la forma que los humanos tenemos de transformar impulsos instintivos en actos útiles. El desvío del enojo o la sed de venganza en algo “sublime”: una obra que merezca algún reconocimiento generalmente relacionado al arte, lo social o lo cultural y sea válvula de escape positiva de energía negativa acumulada. Ojalá la forma que Cabandié encontró de procesar y digerir su drama familiar pueda ser extensiva al resto de su espacio político y contribuya a cerrar la grieta que tanto daño viene haciendo a todos de manera potenciada desde hace una década, lo que no se percibe en personas como, por ejemplo, Hebe de Bonafini, aprisionada en su incurable herida.

Desde hace años, PERFIL considera la grieta como el principal problema argentino y la causa irreductible del resto de nuestros síntomas expresados de mil maneras, entre ellas el fracaso económico. Parte del reportaje con Cabandié tiene como tema la agresividad con el fin de “pasteurizar” sus componentes negativos y que quede elevada a pura voluntad, la que etimológicamente proviene de del verbo velle, “querer” en latín (volunt es su conjugación en la tercera persona del plural en presente). Tanto para la filosofía como para la psicología, la voluntad es motor de todo cambio. Platón dividió las potencias del alma en tres: la razón, la voluntad y el deseo. El deseo corresponde al orden de lo concupiscible (como la ira) mientras que la voluntad pertenece al orden de lo intelectual: “La voluntad apetece; sin embargo, la voluntad no mueve como el deseo de cualquier modo”, explicaba Aristóteles. La voluntad no está sometida a la necesidad, es el intelecto el que mueve la voluntad; el problema para los argentinos es que, como “no se quiere nada que no se conoce” y no conocemos la armonía del éxito, nuestra voluntad, siguiendo la clasificación de Platón, está reducida al deseo y al efecto de sus “potencias irascibles” ante la frustración.

Cabandié asocia la grieta al fracaso pero, en su caso, invirtiendo el orden de causa y consecuencia. Recibo todos los días mensajes alarmados de quienes descuentan que habrá usurpaciones de propiedades no habitadas, expropiaciones, ataques vandálicos a productores agropecuarios y a sus depósitos de cosechas. Coincido con el espíritu de la columna de hoy de Gustavo González sobre la necesidad de la confianza para ser complementarios del crecimiento mutuo. Este diario, que fue el que más sufrió al kirchnerismo y fue el único medio nacional agredido los primeros cinco años, cuando Alberto Fernández era jefe de Gabinete, no va a aceptar nunca quedar atrapado intelectualmente por la pertenencia a un sector de la polarización. La potenciación de la política no justifica la agresividad ante el oponente ni el uso de la retórica del martillo Procesamos las heridas que nos dejó el kirchnerismo, incluso en su comienzo, sublimando en nuestra prédica antigrieta y haciendo periodismo. Cuando Cabandié tuvo que declarar en el juicio en el que se condenó a sus apropiadores, dijo que su “venganza” era mostrarles a quienes lo agredieron que podían tener una vida feliz; nuestra “venganza” es poder seguir haciendo periodismo sin odio.

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