Por: Nelson Castro. En el contexto del caos, el Gobierno debería tomar nota de que el resultado electoral no fue un cheque en blanco.
Imposible es empezar esta columna sin mencionar el bochorno que representó la ceremonia de jura de los nuevos integrantes de la Cámara de Diputados de la Nación. El mejor resumen de lo que allí ocurrió el miércoles pasado lo dio un testimonio de una ciudadana de a pie entrevistada al azar por un movilero de radio.
“Da pavura pensar que de esta gente saldrán las leyes que rijan nuestros destinos y los del país”, expresó la mujer con voz que transmitía una mezcla de congoja, impotencia e indignación. No fue solamente la vulgaridad lo que abochornó sino también el desprecio hacia la gente, en la cual nadie pensó. Tal vez estaban enfrascados en la pelea infantil por conseguir el mejor despacho. Así pues, en este Congreso se deberán debatir la Ley de presupuesto 2026, la Reforma Laboral y la Reforma Tributaria. Debatir no es la palabra que corresponde para describir lo que seguramente vendrá. La oración para describir lo que vendrá debería decir que, en este Congreso, sus miembros reñirán a propósito de estos proyectos de gran importancia sobre los que nadie debatirá nada. Atrás, muy atrás, quedaron los tiempos en los que servir al pueblo como legislador era una cuestión de honorabilidad.
La situación económica sigue siendo preocupante. El gobierno se solaza hablando de la macroeconomía y poco dice – y hace – en relación con la microeconomía. La caída del consumo no para. El cierre de empresas importantes, tampoco. Las inversiones se producen en el rubro minero y energético. Son bienvenidas, pero no suficientes para un país con los índices de pobreza e indigencia que presenta la Argentina. A propósito: los números de caída han entrado en discusión. Lo marcó el prestigioso Observatorio de la Pobreza de la Universidad Católica Argentina (UCA) con una afirmación de absoluto sentido común y apego a la realidad, al señalar que la pobreza por ingresos es sólo uno de los ítems a tener en cuenta. A ese ítem deben sumársele otros como, por ejemplo, las privaciones - como la falta de acceso a servicios básicos, es decir luz, agua y gas -, las coberturas de programas sociales e incluso las percepciones subjetivas de la población sobre sus propias condiciones.
La “cuesta abajo en la rodada” imparable del peronismo encandila al oficialismo que sigue enfrascado en internas feroces. El diezmado tablero político de una oposición sin figuras de peso y sin cuadros que despierten interés parece descolocar el presente de un gobierno acostumbrado a buscar un enemigo con quien confrontar. La salida del cargo del secretario de Inteligencia de la Nación, Sergio Darío Neiffert, pareció sacado de la exitosisima e inolvidable serie “ Súper Agente 86”. En pos de darle al episodio un poco más de volumen, algunos quisieron ver en ese derrotero una intriga propia del Agente 007, james Bond. Se equivocaron. Ni a la trama ni a sus protagonistas les da el pinet para esas historias de sofisticación y elegancia. El desplazado Neiffert salió a la puerta de su casa a echar a quienes venían a pedirle la renuncia – José Francisco Rodríguez Lago, subsecretario de Inteligencia y Nicolás Viñuesa, director del área jurídica del organismo – en calzoncillos.
En lo macro, no faltan tampoco las dificultades. El Fondo Monetario Internacional fue muy claro esta semana al señalar la falta de reservas del Banco Central. “Es esencial que (en el Gobierno) se organicen para recomponer reservas” expresó con toda contundencia Julie Kozack, la poderosa vocera del Organismo. Tan fuerte fue la advertencia que – o casualidad - el viernes por la mañana temprano, el ministro de Economía, Luis Caputo apareció en el programa de Antonio Laje por A24 para anunciar que la Argentina volverá a emitir deuda en dólares con el objetivo de refinanciar deuda que vence el año que viene. Siguen faltando los fideos y el tuco, Melconian dixit. Las “sugerencias” para darle volumen a la noticia llegaron a todos los rincones del periodismo. El gobierno debería recordar que, el triunfo en las urnas en las últimas elecciones legislativas, no significó un apoyo absoluto ni un cheque en blanco; hubo en el electorado una necesidad imperiosa de no volver a vivir bajo las penurias del kirchnerismo. En ese caso, la Argentina no hubiese tenido destino.
La realidad se empecina en recordarle a todos los ciudadanos los despropósitos y los excesos vividos en aquellos años. El mejor ejemplo es el papelón judicial que derivó en la sentencia de la causa fútbol para todos en la que paradójicamente todos los acusados que supieron tener un alto rango político terminaron absueltos. Defectos procesales y vicios inexplicables -o muy convenientes- llevaron a anular la acusación del fiscal Osorio. Por este motivo y no por la valoración de la prueba terminaron todos libres. Resta saber si habrá alguna apelación por el bien de la justicia y de los argentinos. Vale la pena traer a la memoria a algunos de los principales personajes. Los exjefes de Gabinete Jorge Capitanich, Aníbal Fernández, el ex titular del COMFER Gabriel Mariotto, y un grupo de dirigentes de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y de futbolistas argentinos agremiados fueron beneficiados por el fallo en el juicio por los fondos enviados por el gobierno kirchnerista al programa Fútbol para Todos, que sirvió para que el Estado se hiciera cargo de la televisación de los torneos que estaba en manos de operadores privados. “Nos secuestraron los goles, como antes hacían con las personas” fue la frase para teñir de épica una maniobra escandalosa. Kirchnerismo puro. El presidente debería andar con pie de plomo para no cometer errores que nos hagan retroceder y revivir lo padecido 20 años atrás.




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