Triste espectáculo de Daniel Scioli

Triste espectáculo de Daniel Scioli

El gobernador Daniel Scioli anoche dio un triste espectáculo en el programa pseudoperiodístico, integrado por mercenarios de la palabra pagados por el gobierno con los impuestos de todos los ciudadanos, llamado “6,7 y 8”

Los mismos panelistas que se la pasaron tirándoles centros al gobernador con sus preguntas, que solamente buscaban respuestas que reafirmara su pertenencia al kirchnerismo, hasta la semana pasada lo denostaban con las peores descalificaciones. Lo trataban como el candidato de “los fondos buitres” y de la “corporación mediática”, y hasta defendían a públicamente a Florencio Randazzo cuando se mofaba de su brazo ortopédico y atacaba la dignidad de su esposa Karina Rabolini.

Resulta lamentable que el candidato presidencial haya decidido rendir una suerte de examen de lealtad a Cristina Kirchner ante quienes representan varios de los aspectos que indignan al 70% de la sociedad que está pidiendo un cambio. Más grave sería, incluso, que el propio Scioli se haya creído los aplausos que salían desde la tribuna del estudio televisivo, ante cada una de sus afirmaciones que denotaban su obsecuencia con el kirchnerismo. 

El giro que ha decidido dar Scioli, desde el momento en que pactó con Cristina la conformación de las listas, lo está poniendo en el mismo nivel de la bipolaridad política que tanto caracteriza a la primera mandataria, quien permanentemente está intentado esconder la realidad con las falacias de un relato que no resiste el menor análisis y que ya no convence a nadie. Salvo –claro está- a aquellos que, de forma directa o indirecta, están pagos por un gobierno acostumbrado a la compra de voluntades.

Pareciera que Scioli se está esforzando en querer congraciarse con la CFK de una forma que ya supera todo lo límite de razonable, y que lo está llevando a perder la credibilidad que había sabido cosechar en algunos sectores de la sociedad, a partir de su perfil de dirigente moderado.

Suele decirse que un individuo puede volver de cualquier lado, menos del ridículo. Esto vale para cualquier persona, pero especialmente para los políticos que necesitan votos para ganar elecciones. El primero que debería darse cuenta de ello tendría que ser el propio Scioli.

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