La risa gorila

La risa gorila

En la contratapa de Página/12 del domingo 5 de enero , bajo un título contundente, “Y que de Borges haiga novelas”, María Moreno habla del especial sentido del humor que sustentan los gorilas, no se refiere a los enormes primates herbívoros que deambulan por los bosques de África central y que, lamentablemente, se encuentran en peligro de extinción, se refiere a esa rencorosa especie que deambula por la República Argentina, con mayor incidencia en la Capital Federal y que, lamentablemente, se encuentra en peligro de ampliación. 

Por Vicente Battista.

Con el propósito de advertir de qué modo opera esta manada, María Moreno recuerda las “mofas al Menem que citaba un Sócrates leído y al ‘conmigo o sinmigo’ ideado por Herminio Iglesias”. Confieso haberme reído de aquella barbaridad de Iglesias, así como me reí de las muchas que pronunciara Menem. Si a esto se agrega que no soy peronista, estoy a un paso de vestir el uniforme gorila. Esto, pienso, merece una digresión: hasta abril de 2003 siempre voté a candidatos no peronistas e, invariablemente, siempre me arrepentí de mi voto antes de que se cumpliesen los cien días de tolerancia que se le brindan al flamante presidente. La primera vez que voté por una fórmula peronista fue el 27 de abril de 2003 y, vaya paradoja, también fue la primera vez que no me arrepentí de mi voto. ¿Me había hecho peronista? Nada de eso, simplemente apoyé y apoyo a la Política K, esa “Anomalía Argentina”, como brillantemente la definió y explicó Ricardo Forster. El 27 de octubre de 2019 voté por la fórmula Alberto Fernández/Cristina Fernández de Kirchner. No soy peronista, pero lejos estoy de ser gorila. Aclarado lo cual, vuelvo al texto de María Moreno que se refiere a los furcios, errores, o como quiera llamárselos, que, se supone, cometieron Alberto Fernández y Axel Kicillof.

El “haiga” de Kicillof motivó una infinidad de memes, el más piadoso tildó de bestia bruta al actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, elementales razones de higiene me obligan a omitir los otros. Veamos cuál fue la frase que produjo tantos desatinos, dijo Kicillof: “Si no hay un mango partido al medio, lo que haiga para el que más lo necesita”. La frase incorpora una voz lunfarda, mango en lugar de pesos, y una forma verbal característica del criollismo: en lenguaje gauchesco es natural decir haiga en lugar de haya. Los memoriosos recordarán que esto se repite en varios versos del “Martín Fierro”, nuestro poema nacional. ¿De qué se le acusa, entonces, de haber mentado a los bajos fondos y al paisano iletrado? Para los auténticos y fervorosos gorilas, se trata de la prueba definitiva de que Kicillof es un irrecuperable populista. Los gorilas que habitan en el centro de África ignoran el hábito de la lectura, no sucede lo mismo con los que transitan por nuestras tierras, a todos ellos, sin distinción de sexo, edad y credo religioso, les recomendaría que le peguen un vistazo a “El idioma de los argentinos”, un esclarecedor texto que el gorila Borges escribió en 1928.

Y Borges nos lleva al segundo malentendido. El pasado 30 de diciembre, en el Museo de la Casa Rosada, hubo un par de hechos para celebrar: el relanzamiento del Plan Nacional de Lectura y el inteligente nombramiento de Amalia Porta López como coordinadora de ese plan. Alberto Fernández, que presidía la mesa de presentación, en un momento de su discurso pronunció una frase, “pienso que la poesía de Borges es maravillosa, aunque se lo suele reconocer por sus novelas", que desató la risa gorila y el desconcierto de algunos otros no afectados por esa tara. A Alberto lo acompañaban tres ministros: Tristán Bauer, Marcela Losardo y Nicolás Trotta, también estaba la propia Amalia Porta López y las escritoras Claudia Piñeiro y Eugenia Almeida, ¿por qué ninguno de ellos le hizo llegar un papelito o le susurró al oído que Borges jamás escribió novelas? De ese modo, sonriendo, Alberto hubiera corregido su error y se hubiesen evitado las risas gorilas. Honestamente, se me ocurre que hubiera sido un gesto innecesario: hoy nombrar a Borges es nombrar a la literatura, más allá del corset de los géneros. Dicen que en 1941, después de leer “El jardín de senderos que se bifurcan”, Alfonso Reyes afirmó: “Por fin tenemos en Latinoamérica alguien comparable a Shakespeare y a Cervantes”. Y hace unas semanas, otro escritor español, Javier Cercas, señaló que “existe en nuestra literatura un antes y un después de Borges, porque, a menos que se quiera incurrir en la irrelevancia, es imposible escribir después de Borges como se escribía antes de Borges”.

En el año 1974, la editorial Emecé anunció la publicación de las obras completas de Borges en un solo tomo. Manuel Mujica Laínez lo calificó como una especie de “caja de zapatos verdes sobre la que en todas las casas ponen una lámpara pero que nadie ha leído”. Estoy seguro de que Alberto Fernández abrió esa caja y lo leyó. No creo que Carlos Saúl Menem y que Mauricio Macri se hayan tomado ese trabajo. Esta carencia los lleva a repetir torpezas cada vez que les toca mencionar a Borges. Aquí es cuando un peronista de la primera hora y un fervoroso gorila deben soportar, mansamente, una misma carcajada descomunal y ecuménica.

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